El voto inteligente es liberal-laborista

Por Timothy Garton Ash, historiador británico, profesor de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford (EL PAIS, 05/05/05):

Si votamos hoy con inteligencia, podremos asistir al extraño nacimiento de la Gran Bretaña liberal. Veamos cómo. En Gran Bretaña hay una mayoría liberal que reparte el voto entre los laboristas y los demócratas liberales. Este cisma, en distintas formas, aqueja al centroizquierda desde hace generaciones, y ha permitido que los tories tuvieran el poder en Westminster durante 67 de los 100 años del siglo pasado.

En las tres últimas décadas ha habido varios intentos de superarlo. A finales de los setenta estuvo el pacto "Lib-Lab". En los ochenta, los nuevos socialdemócratas trataron de "romper el molde" de la política británica. En los noventa surgió "el proyecto" de superar la división histórica, con negociaciones de largo alcance entre los demócratas liberales de Paddy Ashdown y el nuevo laborismo de Tony Blair, presididas por el historiador y político Roy Jenkins.

"El proyecto" se hundió por la enormidad de la victoria laborista el 1 de mayo de 1997 y el hecho de que Tony Blair no fuera capaz después de adoptar un sistema de representación proporcional, la única forma segura de trasladar la mayoría liberal del país a una mayoría liberal en el Parlamento. Según los apasionantes diarios de Paddy Ashdown, hace ocho años, el 6 de mayo de 1997, Blair le dijo: "Los míos me dicen que no acaban de ver la necesidad de aliarnos con ustedes, puesto que tenemos una mayoría tan amplia. Y yo les contesto: 'El Señor te lo da y el Señor te lo quita".

Creo que más vale que dejemos fuera al Señor. Pero lo que el electorado británico te da, puede quitártelo. Y hoy debería hacerlo. Hay algo que puede hacer todo votante de tendencia liberal, cualquier hombre o mujer que crea en la equidad, la tolerancia, la decencia, en combinar la justicia social con la libertad individual. Antes de ir a votar, que observe el equilibrio de fuerzas en su circunscripción. Si los folletos que le han dejado en el buzón no bastan, cinco minutos en la página web de The Guardian o la BBC se lo dirán. En los lugares en los que el candidato demócrata liberal tenga más probabilidades de vencer al conservador, que vote demócrata liberal; donde el laborista tenga más probabilidades de derrotar al conservador, que vote laborista; cuando ninguno de los dos tenga ninguna posibilidad, que vote según le parezca. Así de sencillo.

A esta forma de votar se le suele llamar "voto táctico". "Táctico" tiene cierto tono peyorativo: cuando se dice que alguien "es muy táctico", no suele utilizarse como elogio. Yo lo llamo voto inteligente. La coincidencia de contenido político liberal entre los demócratas liberales y los laboristas es mayor que nunca. Como escribía hace pocos días Polly Toynbee, "existen más diferencias políticas dentro de cada partido que entre los dos". Si uno examina la lista de propuestas políticas de los dos, seguramente está de acuerdo más en unas cosas con uno y más en otras con el segundo. Cerrados los grandes conflictos ideológicos del siglo XX, lo que persiguen ambos partidos son versiones del capitalismo de rostro humano.

Si hubiera que definir el perfil político de Tony Blair en una sola expresión, la que mejor le iría sería "liberal gladstoniano". Sin embargo, ha tenido graves fallos en tres cuestiones importantes: la guerra de Irak, las libertades civiles y Europa. Tres errores que tienen, por lo menos, una raíz común: el hecho de que, tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, Blair se mostró demasiado dispuesto a aceptar ciegamente la versión maniquea e iluminada de la "guerra global contra el terror" (GWOT, dicen en Washington, por sus siglas en inglés) que vendía la Casa Blanca de Bush. Son cuestiones fundamentales: la paz, la libertad y el futuro de nuestro continente. En los tres aspectos, los demócratas liberales son preferibles. Ahora bien, los dirigentes laboristas tienen razón al advertir que, en algunas circunscripciones, una pérdida sustancial de votos del laborismo en favor de los demócratas liberales podría suponer la victoria del candidato tory. Ocurriría en Putney, por ejemplo, por hablar de un distrito marginal que casualmente conozco.

No creo que un voto inteligente como el que propongo tuviera como consecuencia un Parlamento dividido que permitiera a los demócratas liberales exigir, por fin, la garantía de una representación proporcional a cambio de su apoyo al laborismo. Todavía no. Pero sí reduciría la mayoría laborista y produciría una mayor presencia de los demócratas liberales en las cámaras.

Estas elecciones son lo más parecido que hemos visto jamás a una situación política con tres partidos. Este resultado ayudaría a afianzar ese panorama en los medios de comunicación y la conciencia popular. Es de imaginar que el Gobierno laborista debería perder aún más popularidad en su tercer mandato, incluso con el breve estímulo que pudiera representar el traspaso de la dirección entre Blair y Brown. Si los demócratas liberales tuvieran una buena presencia en el Parlamento y los medios, la tendencia podría seguir adelante hasta que llegase un momento en el que lo que Blair comprendió -pero no llevó a la práctica- a mediados de los noventa pudiera hacerse realidad, quizás entre 2010 y 2014.

Hace 70 años, George Dangerfield publicó un libro titulado The Strange Death of Liberal England (La extraña muerte de la Inglaterra liberal), que situaba dicha defunción entre los años 1910 y 1914. Son muchos los historiadores que rechazan sus argumentos, pero nadie ha olvidado nunca el título de su obra. Este año, Geoffrey Wheatcroft ha publicado un libro muy ameno titulado The Strange Death of Tory England (La extraña muerte de la Inglaterra 'tory'), en el que sugiere que los conservadores van a sufrir en el siglo XXI el mismo destino que padecieron los liberales en el XX. Después de ver un folleto electoral de los conservadores que parece un anuncio de asistencia a la tercera edad -por lo blanco que tienen el cabello los candidatos al consejo local de mi condado-, casi tengo tentaciones de darle la razón. Sin embargo, creo que se equivoca.

Es muy importante que los conservadores dirigidos por Michael Howard y guiados por el capataz australiano Lynton Crosby sufran hoy una derrota categórica. No sólo por el contenido de sus programas, sino por el tono rancio, populista y poujadista con el que han apelado a los peores instintos de la xenofobia y el nacionalismo ingleses. En una ocasión, George Orwell oyó en una taberna un estribillo cockney que decía: "Podrás hacer eso allí, pero no puedes hacerlo aquí". A Orwell le pareció que aquella era la respuesta del pueblo británico al fascismo. Y ésa debería ser nuestra respuesta al señor Crosby.

Sin embargo, gran parte de la población de Gran Bretaña, y especialmente de Inglaterra, sigue siendo conservadora y, como tal, prefiere votar a los tories. Los conservadores, tras la humillación de una tercera derrota electoral, tendrán que acabar gravitando hacia un centro más liberal. Muchos conservadores jóvenes se encuentran ya en él, al menos en su vida privada, aunque no en la retórica pública. Ni siquiera la representación proporcional podría -ni, por supuesto, debería- garantizar una mayoría liberal-laborista para siempre. Llegará un momento en el que habría que tener un Gobierno de coalición que incluya a los conservadores. Pero, para llegar a ese momento, los conservadores necesitarían ser más liberales, y entonces se sentirían más limitados por la coalición. Al final, la influencia combinada del nuevo laborismo de Blair y Brown y la ruptura de moldes de los demócratas liberales habría trasladado el centro de la política británica, como hizo en su día el thatcherismo.

Ésta es una posible manera de desembocar en el extraño nacimiento de la Gran Bretaña liberal. Y digo Gran Bretaña -y no Inglaterra- de forma consciente, porque la diversidad nacional y étnica de la Gran Bretaña del siglo XXI, cada vez mayor, es un factor importante. Eso sí, nada de esto está garantizado. Para que ocurra, tenemos que votar hoy con inteligencia.

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