El voto inútil

Lo más repetido que ha oído uno estos días de campaña, cuando se hablaba de UPyD, ha sido lo del “voto inútil”, dando a entender que votar por esta formación es “tirar el voto”.

Uno, como muchos españoles, se ha pasado media vida “votando útil”, es decir, a partidos que le parecían el mal menor. Esto llevó a mucha gente al cinismo político. En los años de la porquería del GAL, los crímenes de Estado y de la corrupción del partido en el poder, recuerdo haber oído a personas inteligentes frases del tipo “al PSOE lo va a votar su puta madre… y yo” o “hay que votar tapándose las narices”. Trataban de persuadirnos de que, a pesar de las fechorías cometidas por militantes del PSOE o del PP, principalmente, y de que los hechos los apestaban, había que votarlos para que el otro no ganara; aquellos corruptos eran “los nuestros”.

Por primera vez en la historia de nuestra democracia las encuestas presentan a cuatro partidos políticos bastante igualados en intención de voto. Hemos llegado, pues, a una situación en la que es perfectamente inútil votar a cualquiera de los cuatro, no porque los cuatro representen lo mismo (y en más de un aspecto, desde luego que sí), es decir, al viejo bipartidismo, y a los del nuevo pisándoles los talones y felices por el pelotazo político que les ha llevado tan arriba, sino porque desde el momento en que se ha roto el bipartidismo tradicional no habrá votos decisivos. La balanza ya no tiene dos brazos, sino cuatro, y los movimientos a que da lugar su balanceo son sumamente extraños, un tanto ebrios y mareantes, como también las alianzas que se barajan para fijarla en un punto.

Y aquí es donde uno, aprendiz de inútil, aplica su pequeño razonamiento: puesto que todos los votos van a ser más o menos inútiles y ninguno decidirá sustancialmente nada, votemos a alguien que haya demostrado con hechos su integridad y su decencia. Estas cualidades son, como se sabe, rarísimas en estos tiempos.

Porque, y esta es otra de las paradojas que se dan en España, país que ama como ninguno las paradojas: al mismo tiempo que “todo el mundo” supone que el voto a UPyD es un “voto inútil”, muchos confiesan una gran simpatía (acaso porque creen que va a desaparecer) por una formación a la que reconoce un gran coraje en defender, antes que la mayoría, y desde luego, antes que los emergentes, derechos y libertades fundamentales, para añadir a continuación que no la votarán, porque hacerlo sería “tirar el voto” y por temor a quedarse solos. Decimos para halagar a los votantes que estos son inteligentes y que “a la gente no se la engaña con cuentos”, pero lo cierto es que acaba yendo Vicente adonde va la gente, es decir, que mucha gente, si toca apocarse, se apoca.

Del debate televisivo “a cuatro” (PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos) fueron excluidos IU y UPyD, y del debate “a dos”, mejor ni hablar. Jamás ha visto uno tanto embolismo y ramplonería en la política española.

Se presenta uno en estas elecciones en compañía de Fernando Iwasaki, de Fernando Savater y unos cientos de personas más a las que muchos ven como a unos panolis. Solo les falta sacar medio euro del bolsillo y dárnoslo de propina, como a los aparcacoches, por los servicios prestados: sentar a Rato en un banquillo, renunciar a las cuotas de poder y privilegios en cajas de ahorro, televisiones públicas y órganos judiciales y reguladores, no tener un solo corrupto en nuestras filas, pedir la supresión de los privilegios de los territorios, y la igualdad de la sanidad y la educación para todos...

Uno, claro, no cree que votar a UPyD sea inútil (quién va a seguir luchando de verdad contra la corrupción, quién va a recordarnos que la democracia no son solo números y que la política no debería estar en manos de los cuentistas, como decía Platón, sino de los filósofos, los de verdad, no los de “la ética de la razón pura” y los de las asimetrías euclidianas), pero cuando alguien vuelva a decirnos, por enésima vez, que el voto a UPyD es un “voto inútil”, le preguntaré qué entiende él por “utilidad”, y de qué le ha servido hasta hoy haber “votado útil” tantas veces a partidos que luego demostraron ser perfectamente inútiles.

Supongo que se nos ve un poco quijotescos y muy solos. Es cierto. Y también que se nos quiere tener lejos o, mejor, ni vernos ni tenernos. Pero aquí seguimos, pidiendo el voto inútil, el que se deposita en la urna sin taparse las narices ni mirar hacia otra parte, como les sigue sucediendo al parecer a tantos, si es verdad lo que te confiesan bajando la voz cínicos o avergonzados. Y sí, esto es lo que creo que diría hoy Don Quijote: “Solitarios del mundo entero, uníos”.

Andrés Trapiello es escritor y candidato al Senado por UPyD.

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