El zarpazo del tigre famélico

Escribo estas líneas desde Seúl, donde me encuentro de visita con la Comisión de Defensa de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN, en plena crisis entre las dos Coreas. Teníamos una agenda muy cargada, que se ha visto adelgazada como consecuencia de los últimos incidentes. No hemos podido acudir a la zona desmilitarizada, por la tensión. Sin embargo, hemos visitado una base militar surcoreana que se encuentra en alerta. La península coreana es uno de esos lugares que en Europa Occidental sólo suenan cuando el río trae aguas revueltas, muy revueltas. Muchos hablan, pero muy pocos saben de estos dos países, aunque todos estamos concernidos por sus cíclicas crisis.

En apenas 209.000 km2 conviven casi 80 millones de personas (120.000 km2 y 25 millones de habitantes, Corea del Sur; 99.000 km2 y 50 millones de habitantes, Corea del Norte). Se decía que las barreras más importantes de renta per cápita del mundo eran el Telón de Acero, el Río Grande y el Mediterráneo. Pues bien, esos abismos se están corrigiendo. Hoy la mayor barrera del mundo es la línea de armisticio que separa las dos Coreas y que corre, más o menos, sobre el paralelo 38. La renta per cápita de Corea del Sur es de casi 30.000 $; la de la República Popular y Democrática de Corea, oficialmente es de 1000 $ -aunque muy probablemente sea de 500-; es decir, una ratio de 60 a 1. No hay nada igual entre vecinos en ninguna otra parte del mundo. En las ciudades de Corea del Norte, el fracaso del estalinismo, centrado enfermizamente en el culto a la personalidad, se traduce en dictadura, miedo, hambre y la alienación de un Estado paria por su régimen agresivo, irresponsable, impredecible, represor y delirante. En el campo, la vida es de hambruna, pobreza extrema y oscuridad; la perpetua oscuridad.

La Corea del Norte, dictatorial y militarista, tiene unas de las Fuerzas Armadas más grandes del mundo en relación con su población:1,2 millones de efectivos en activo y más de 4,7 millones de reservistas; y entre el 20 y 25% del PIB destinado a gasto militar, que no a defensa. Su vecino del sur tiene la mitad de efectivos en activo (complementados por 28.500 militares estadounidenses) y un gasto en defensa del 2,5%.

Kim Il Sung, padre del actual líder norcoreano Kim Jong Il, sentó las bases de su dictadura hereditaria, así como la táctica de acoso permanente a Corea del Sur y a Japón para obtener beneficios políticos y hasta económicos. Su carrera por obtener armas nucleares tenía como uno de los principales objetivos blindar el régimen anacrónico, inhumanamente ineficaz y brutalmente represor. En 1994 el país casi entra en guerra con EEUU; y tras largas negociaciones, aceptó paralizar su programa nuclear a cambio de alimentos y combustible para calefacción, rompiendo sus compromisos de manera constante con ensayos nucleares y de misiles que llegan a lanzar por encima de Japón para demostrar que pueden alcanzar cualquier ciudad nipona. Se podría pensar que el régimen de Corea del Norte haría lo imposible para ocultar sus instalaciones nucleares, y eso parecía indicar la expulsión de los inspectores de la OIEA en 2002, o su retirada del Tratado de no Proliferación en enero de 2003. Pero, recientemente, entre el hundimiento de la corbeta Cheonan en marzo de este año -en el que murieron 46 marinos surcoreanos- y el ataque del martes a la isla de Yeonpyeong, hubo una inspección del científico estadounidense Sigfried Hecker (antiguo director del laboratorio nuclear estadounidense de Los Álamos) que ha declarado que estaba sorprendido por el grado de sofisticación y avance tecnológico de ciertas instalaciones de centrifugadoras -en torno a las 200-, que Pyongyang enseñó, apresuradamente, más como ostentación disuasoria que como obligación de transparencia.

Hay que poner todas estas cuestiones en relación, pues en Corea del Norte nada ocurre por casualidad. La escalada de tensión y las gravísimas provocaciones norcoreanas coinciden con la designación del hijo menor de Kim Jong-Il, Kim Jong-un, jovencísimo, sin experiencia política, educado en suiza y, según fuentes bien informadas, verdaderamente implacable. Su padre quiere blindar la sucesión, y ya se sabe que el enemigo exterior siempre proporciona una sólida base para cerrar filas en las dictaduras.

La situación económica en Corea del Norte es límite, con una cosecha pésima por las fuertes lluvias del verano y con una situación política incierta por la sucesión que nadie puede saber hasta qué grado es aceptada o contestada por el hermetismo y el terror al líder. Los ataques contra la corbeta Cheonan y la isla Yeonpyeong, que son verdaderos actos de guerra, constituyen la prueba evidente de la irresponsable utilización de la provocación para obtener ventajas políticas y económicas. Hay quien dice que el régimen extravagante de Pyongyang intenta que se reinicien las conversaciones a seis bandas, interrumpidas por el hundimiento de la corbeta surcoreana, desde posiciones de ventaja. Oficialmente, los ataques son una respuesta a las maniobras conjuntas de Corea del Sur, Estados Unidos, Australia y Japón, por lo que hay que temer algún tipo de escalada cuando se celebren nuevas maniobras de EEUU y Corea del Sur, con la participación del portaviones George Washington, que ya ha llegado a esta aguas.

Dicen algunos analistas que la crisis ha sido un verdadero jarro de agua fría para China, que tiene, y debe seguir teniendo, un papel fundamental en la contención de las provocaciones del régimen norcoreano. Si se ha llegado a este punto, es sin duda porque Pekín no ha presionado lo suficiente a Pyongyang para evitar que la escalada pueda degenerar en algo más serio. No hay que olvidar que, desde el armisticio de 27 de julio de 1953, Corea del Norte no había atacado zonas civiles, bombardeo en el que, por cierto, se han confirmado dos muertos civiles. El Gobierno del presidente Lee ha actuado con enorme contención y prudencia, aunque con firmeza, pues se ha llegado a decir que, si hay otro ataque norcoreano, Seúl podría responder atacando silos de misiles de su agresivo vecino. Aquí en Seúl se nota que este pueblo tranquilo e industrioso, hace vida ordinaria, sin estridencias ni aspavientos, aquí están acostumbrados a las crisis cíclicas que provocan sus vecinos del norte, nadie se daría cuenta de que este país está en alerta roja si no fuera porque muchísima gente está pendiente de las noticias incluso en las televisiones de los coches y autobuses.

Esta enésima provocación, unida a las revelaciones hechas por Sigfried Hecker, demuestra que Corea del Norte no puede haber llegado a su nuevo nivel de sofisticación nuclear sin la ayuda financiera de alguna potencia extranjera, pues tiene sobradamente demostrada la capacidad técnica y científica. Las especulaciones bien informadas se dirigen a Irán -no debiendo dejar fuera de la ecuación sus conexiones venezolanas-, que habría podido llegar a algún tipo de perverso acuerdo de financiar los avances nucleares de Corea del Norte a cambio de apoyo científico y quién sabe si de desarrollo militar en el programa nuclear iraní, permanentemente bajo sospecha por la comunidad internacional, en la que ya hay pocas dudas de la naturaleza militar y agresiva del programa iraní.

Es un panorama sombrío, en el que se mezclan varias crisis, a cada cual más alarmante, y que demasiadas veces se abordan de manera aislada como si no tuviesen relación alguna. La proliferación de armas no convencionales, y el que ésta se extienda al terrorismo, es la peor pesadilla, y ésta es una realidad que poco tiene que ver con la ficción. Es una aterradora realidad, de la que esta crisis es uno de sus primeros capítulos. Demasiadas veces pensamos que los problemas geoestratégicos clásicos, como esta anacrónica reminiscencia de la Guerra Fría, nada tiene que ver con los problemas del presente, pero justamente el hecho de que los rescoldos de conflictos irresueltos sigan incandescentes hace más que posible, probable, que los nuevos conflictos se alimenten y potencien con los antiguos, y que nos encontremos ante escenarios pre-apocalípticos, de los que ni los más imaginativos novelistas se atreverían a describir.

Como siempre, la realidad supera a la ficción, y nos demuestra que incluso al otro lado del planeta, nos jugamos la paz, seguridad y estabilidad de Europa y del resto del mundo. Conviene de vez en cuando echar un vistazo a un globo terráqueo y ver cuál es el alcance de los misiles norcoreanos del presente, a dónde pueden llegar en el futuro y cuál sería el alcance de los misiles nucleares de Irán.

Ahora podremos empezar a entender la urgente, yo diría inaplazable, necesidad de desarrollar un sistema de defensa antimisiles de la OTAN en coordinación con Rusia y con cualquier otra potencia que entienda que nos estamos jugando el futuro. ¿Quién dijo que con el final de la Guerra Fría se acabó el riesgo de un holocausto nuclear? Vaya con los optimistas del Fin de la Historia. ¿Verdad Fukuyama?

Gustavo de Arístegui, diplomático, portavoz de Exteriores del Partido Popular y autor del libro Contra Occidente, donde aborda los problemas globales de terrorismo.