Elecciones británicas: un futuro

David Cameron, primer ministro británico, pedirá hoy a la Reina la disolución del Parlamento británico. Entonces comenzará la campaña para las elecciones generales. Normalmente, eso sería una excelente noticia, con los resultados de las elecciones previstas para el 7 de mayo. Este año, sin embargo, la situación es muy diferente. La abrumadora indiferencia de la opinión pública británica, y aún más su asombrosa ignorancia de las cuestiones principales, refleja exactamente la situación en España, donde la mayoría de los votantes son completamente indiferentes a las cuestiones políticas, y donde nadie tiene la más mínima idea de qué programa están ofreciendo los principales partidos políticos. España saldrá de las elecciones de este año en un estado de confusión, o muy probablemente de caos. La situación no va a ser mucho mejor en Reino Unido.

Toquemos tan sólo tres de las muchas preguntas que plantean las elecciones británicas y que, sin duda, centrarán la campaña que se avecina. En primer lugar, millones de jóvenes votarán por primera vez. ¿Será eso significativo? La prensa siempre se muestra entusiasmada cuando se anuncia que se va a bajar la edad a partir de la cual se puede ejercer el derecho al voto. Esto ocurre porque existe la creencia de que los votantes jóvenes traerán nuevas ideas y nuevas energías. La verdad, sin embargo, es que en Reino Unido serán, precisamente, los jóvenes quienes no van a votar. Según una encuesta reciente, poco más del 40% de los jóvenes entre las edades de 18 y 24 años votó en los últimos comicios, menos que cualquier otro grupo de edad. En comparación, el 80% de los mayores de 65 años sí votó. Hay pocos indicios de que la cifra vaya a mejorar en esta ocasión. En en el conjunto del país, los jóvenes han perdido interés, y se han vuelto apáticos y desinteresados.

Las personas con más probabilidad de votar son las de edad avanzada y los pensionistas: tienen ideas, además de experiencia. Las cifras más recientes sugieren, precisamente, que es entre los votantes de edades comprendidas entre 35 y 64 años donde los tories mantendrán una ventaja significativa. Los jóvenes, en cambio, tienen una experiencia limitada, ideas confusas y son el sector más agobiado por los problemas de la deuda y la falta de vivienda. Parece que no se puede confiar en que insuflen al país un nuevo dinamismo. Los jóvenes con ideas tienden a apoyar al Partido Verde o, posiblemente, al Laborista; pero el apoyo teórico no significa que vayan a votar seguro.

En segundo lugar, ¿cuál es el estado de los partidos políticos en Reino Unido? Todos sabemos que en España los partidos políticos están en un estado de colapso. El Partido Socialista ha desaparecido prácticamente, los conservadores se encuentran en una situación de confusión total, y el votante medio no tiene la menor idea de los programas de los otros partidos. La situación no es muy diferente en Reino Unido, donde el Partido Laborista todavía tiene la oportunidad de mejorar su actuación en las elecciones, pero sólo porque los votantes están desilusionados con los tories que gobiernan bajo la batuta de Cameron. El líder del Partido Laborista no ha logrado establecerse como una figura convincente, y en Escocia el partido está en peligro de ser borrado del mapa.

Incluso si el Laborista se convierte en el mayor grupo político después de las elecciones, es probable que no disponga de mayoría absoluta, y será necesario contar con el apoyo de todos los partidos pequeños. Esta situación provocará una crisis tras otra y puede incluso -así lo ha sugerido más de un analista- dar lugar a una crisis constitucional si no hay manera de dar al país un gobierno estable. El caos político ha sido provocado en cierto grado por el nuevo grupo populista, el UKIP, dirigido por Nigel Farage. Su ascenso es sintomático de la vulgaridad del populismo. Todo el mundo en la calle parece saber quién es Nigel Farage, pero muy pocos tienen la menor idea de qué medidas propone su partido. De hecho, el grado de ignorancia que rodea a su partido se puede medir por los resultados de una encuesta, publicada la semana pasada, que arrojaba que el 35% de las personas que aseguran «definitivamente» que votarán a UKIP piensan que Farage será primer ministro después de las elecciones; mientras que el 78% se muestra convendido de que UKIP, probablemente, entrará en el Gobierno. En realidad, el partido de Farage es poco probable que gane más de tres o cuatro escaños en la Cámara de los Comunes. El nivel de ignorancia que revelan estas respuestas evidencia el lamentable estado de la información que el público dispone en las elecciones de este año.

En tercer lugar, un aspecto final de las elecciones británicas, muy reprobable, es la desaparición del debate político serio. Los partidos intentan evitar problemas reales y, en su lugar, están tratando de ofrecer sobornos. El Partido Laborista, por ejemplo, acaba de prometer que las tasas universitarias para estudiantes se reducirán en un tercio, por lo que en lugar de pagar 12.000 libras al año pagarán sólo 8.000. Los gastos, por supuesto, forman parte de la deuda que los estudiantes tienen que pagar después de graduarse. Es un intento de ganar el voto de los jóvenes, pero de inmediato ha sido denunciado como inviable por las universidades. Las promesas electorales seguirán apareciendo, pero pocos parecen dispuestos a terminar de creérselas. El asunto central, y también el más popular, de las promesas electorales es la Seguridad Social, que ha sido insuficientemente financiada de manera clamorosa. Todos los partidos se muestran de acuerdo en que debe recibir más dinero.

Uno de los temas más polémicos es Europa. Siempre existió un sentimiento antieuropeo en parte de los británicos, lo que dio lugar al UKIP, que sigue obteniendo réditos de este sentimiento. Pero, ¿los grandes partidos realmente quieren salir de Europa? Estoy convencido de que no. De todos modos, Cameron aún promete que celebrará un referéndum sobre el tema, y gracias a esa promesa puede confiar en una buena parte del voto popular que, de lo contrario, dejaría de apoyarle.

EL GRAN problema que los principales partidos están ignorando es la inmigración. Reino Unido se enfrenta a una difícil situación social creada por la presencia de una abundante población inmigrante que incluye a muchas personas que no logran integrarse en la sociedad. El ejemplo más terrible de esta falta de integración ha sido el yihadista John, un joven musulmán británico que creció en Inglaterra odiando a Inglaterra. El Partido Laborista no desea hablar de inmigración porque arrastra una debilidad histórica por la forma con la que el partido decidió abrir Reino Unido a los inmigrantes de la Europa del Este en 2004. Los conservadores también tienen su propio fracaso: se comprometieron a limitar el número de inmigrantes a menos de 100.000 al año y luego fracasaron en ese objetivo, el año pasado, por cientos de miles. Así que, en lugar de hablar sólo de inmigración, los tories tratan de mezclar el asunto con otras cuestiones sociales. Es una política arriesgada porque los votantes realmente quieren hablar de la inmigración. El verdadero ganador de un debate electoral sobre inmigración será el UKIP.

El espectro de las elecciones es confuso, y da poco margen para el optimismo, porque ninguno de los partidos parece capaz de hacer frente a las graves cuestiones del país. La desaparición de las ideologías ha complicado la escena. No hay ideales políticos reales. Los jóvenes ya no creen en nada, lo que complica un momento decisivo para la democracia. Al final, por supuesto, lo que debería prevalecer es el sentido común, algo que los británicos por suerte poseen en cantidad.

Henry Kamen es historiador británico. Su última obra, publicada por La Esfera de los Libros, en 2014, es España y Cataluña. Historia de una pasión.

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