Elecciones galas y la frágil U.E.

Elecciones galas y la frágil U.E.

Las elecciones celebradas en Francia recientemente, de manera sorpresiva, sísmica y por etapas, acarrearán consecuencias de suma importancia en las políticas de la UE, y por ello mismo, sustanciales efectos en la ciudadanía española y europea. Este proceso electoral disruptivo ha terminado teniendo tres etapas y estamos en el tercer episodio. En la primera etapa quedó claro que los ciudadanos franceses que respaldaban la figura de Madame Le Pen y sus propuestas políticas (aún edulcoradas para la ocasión) habían crecido brutalmente hasta alcanzar más de un tercio de los votos expresados, y convertirse ampliamente en el primer Partido de Francia. No olvidemos que las alternativas políticas de peso eran coaliciones de Partidos, no un Partido singular. Este hecho es un dato de vital angustia para el futuro de la UE, y volveremos sobre ello. A los federalistas europeos y/o a los convencidos de que el mejor porvenir de los ciudadanos europeos es más y mejor UE, se nos suspendió la respiración. Imaginábamos a un primer Ministro de la única potencia nuclear de la UE y de la segunda economía del Euro, enemigo de valores claves de los Tratados y amigo de destruir la UE desde dentro, sentado en el Consejo Europeo, y sus Ministros de área sentados en los Consejos europeos sectoriales dedicados a renacionalizar políticas, relegar el acervo comunitario, debilitar el Euro….

Todo ello en un momento en el que el multilateralismo está estallando por los aires, (¡y llega Trump!) y en el que las relaciones de poder planetarias, que marcan la dinámica socio-económica convivencial de todos, se dan claramente entre Estados Continentes (EE.UU., China, Rusia, …) mientras que Europa no logra configurarse como una unidad política sólida para participar en decisiones que beneficien a los europeos. Y ninguna nación de la UE, ninguna, tiene la menor posibilidad de pintar nada en solitario a la hora de proteger a los ciudadanos europeos y su modo de vida. Faltará dimensión y poder. Por eso, la posibilidad de la llegada a las Instituciones europeas de un nacionalismo xenófobo excluyente y autárquico, en representación de Francia, nos preocupó y desoló al máximo. Hemos de admitir que ese peligro pasó en la segunda etapa, en la segunda vuelta de las elecciones. En nuestro país vecino se produjo una polarización extrema, una ruptura clara entre los defensores absolutos de los valores republicanos, demócratas y europeístas y los anti europeístas nacionalistas rancios que sembraban duda en cuanto a su apego a los valores democráticos. Eso permitió que se explotara el sistema electoral francés y que en la mayoría de las circunscripciones se tuviera que elegir entre dos únicas opciones: o Le Pen o rechazo a Le Pen. Y pese a un aumento en número de votos del apoyo a Le Pen, triunfó el rechazo. Simplificadamente diríamos que si el RN (Rassemblement National, el partido de doña Marine) representa un poco más de un tercio de los votantes, los otros dos tercios, representados por una miríada de Partidos, se unieron en lo esencial: la repulsión absoluta a la opción Le Pen. Por lo tanto un gran peligro para los europeístas había pasado. Un ejemplo claro: imaginen ustedes que la “extravagancia” del señor Orban de ir a reuniones bilaterales con Zelenski, Putin, Xi Jing Pin, contra la voluntad de la UE y contra las políticas de UE y OTAN la realizara el primer Ministro de Francia. Se hubiera pasado de un condenable acto “estrafalario” a un torpedo en la línea de flotación de la UE.

Por el momento esto se ha evitado. Pero ello deja otro peligro que se está combatiendo en este mismo momento, en la tercera etapa. La amenaza sería que ocupara el puesto de jefe de Gobierno el representante del Partido LFI (La France Insoumise) cuyo líder es el señor Mélenchon y que al ser profundamente anti sistema, nacionalista rancio, descaradamente antisemita y con convicciones colectivistas y totalitarias, supondría otro cataclismo para las Instituciones Europeas. Este peligro es menor, porque la figura de Mélenchon es temida, detestada y rechazada y tiene el apoyo de tan sólo un 11% del electorado. Y de hecho el Presidente francés Macron ya ha empezado a sortearlo con la creación/invención en abstracto de un “frente republicano” dónde cabría todo el mundo menos los extremos citados (RN y LFI). Mediante una carta dirigida a todos los franceses, en posición jupiterina, ha encargado a los políticos “centristas” formarlo y presentárselo. Parece que la cosa pueda funcionar. Por ejemplo, el centro derecha francés, cuarto grupo, ya ha anunciado que aceptarían un primer ministro socialista para evitar el nombramiento de Mélenchon. En resumen, lo que pretende Macron es un Gobierno de salvación nacional alrededor de núcleos centristas y europeístas hasta las elecciones presidenciales de 2027. Por ello es de esperar que los representantes franceses en la Instituciones de la UE al principio de este quinquenio serán proeuropeístas y con afán de mejorar la UE dentro de sus valores. Buena noticia para europeos y, por ende, para españoles.

Pero aquí asoma una cuarta etapa llena de nubarrones provinientes de las Galias. Recordemos en este punto el hecho esencial que recalcábamos al principio: el Partido de Marine Le Pen y lo que representa ha alcanzado un apoyo colosal, y sigue lanzado. Ello ha permitido a doña Marine decir, con verosimilitud, que lo ocurrido no ha sido más que una victoria aplazada. La suya. Se refiere a la crucial cuarta fase de los embates contra la consolidación europea que supondrán las elecciones presidenciales francesas dentro de tres años. Prácticamente a mitad del mandato de la actual Comisión y Parlamento, se podría producir que el Consejo Europeo contara con un Presidente francés de extrema derecha, hipernacionalista a la manera del siglo XX y contrario a la UE y su acervo. Eso ocurriría en el período más delicado y complicado para una Europa en clara caída hacia la irrelevancia y asediada. Macron, los políticos franceses y el pueblo francés, con ayuda de todos los europeístas, tienen tres años para evitar esa puntilla.

Por Enrique Calvet Chambon, ex europarlamentario y Presidente de ULIS.

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