Elecciones marroquíes de 2021: una nueva arquitectura política para un nuevo modelo de desarrollo

Edificio del Parlamento de Marruecos en Rabat.
Edificio del Parlamento de Marruecos en Rabat.

Tema

El partido Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI) ha obtenido una triple victoria en las elecciones parlamentarias, municipales y regionales celebradas en Marruecos el 8 de septiembre de 2021.

Resumen

Como venía destacándose desde 2016, la figura de Aziz Ajanuch, ministro de Agricultura desde 2007 y figura clave en las tres últimas legislaturas, ha logrado la victoria de su partido, el Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI), en las elecciones parlamentarias, municipales y regionales celebradas simultáneamente en Marruecos a principios de septiembre. Con su amplia victoria se dibuja así la nueva arquitectura política que regirá el país durante la próxima legislatura y que deberá sentar las bases del “nuevo modelo de desarrollo” que el país se ha dotado para el horizonte de 2035. Esta triple elección ha mostrado el hundimiento del islamista Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD) que dirigió el gobierno en las dos últimas legislaturas y que ha pagado duramente su subordinación al establishment, conocido en Marruecos como el majzén.

Análisis

Con regularidad casi matemática, como cada cinco años, se han celebrado el 8 de septiembre de 2021 las quintas elecciones legislativas del reinado de Mohamed VI. Esta regularidad cronológica nunca tuvo lugar durante el largo reinado de su padre, en el que estados de excepción, golpes de Estado, incertidumbres en la relación del poder con la oposición, reformas constitucionales y pretextos varios con el tema del Sáhara de fondo llenaron de inestabilidad política el Marruecos de Hasan II.

La estabilidad que puede derivarse de la regularidad electoral no quita que el papel que las elecciones desempeñan en el devenir político del país sea relativamente menor, pues las líneas directrices de la política marroquí vienen decididas desde Palacio. Esas directrices vienen marcadas, como en tiempos de su padre, por los discursos que el Rey pronuncia en ocasiones puntuales y concretas del año, correspondientes a la apertura del Parlamento en octubre, la fiesta del Trono a finales de junio y la de la “revolución del Rey y el pueblo” en el aniversario del retorno de su abuelo del exilio en cada agosto.

Con razón y cierto realismo político, el líder del Partido del Istiqlal, Abbas El Fassi, que dirigió el gobierno entre 2007 y 2011, llegó a decir que su programa de gobierno era el de Su Majestad el Rey. El ejemplo más reciente fue el que tuvo lugar en octubre de 2018 cuando Mohamed VI nombró una comisión ad hoc extra gubernamental para la elaboración de un “nuevo modelo de desarrollo” para el país. Dicha comisión presentó en abril de 2021 su informe general,1 que sería sin duda la base del programa económico del gobierno que saldrá de las recientes elecciones.

Las elecciones, desde las legislativas de 2002, primeras desde la entronización de Mohamed VI, se celebran con cierta limpieza y un amplio margen de libertad, con campañas electorales competitivas, sin el intervencionismo excesivo de la administración que siempre dominó, con la sombra de amaños y falsificación de resultados, durante el reinado de Hasan II. Sirven para indicar el partido al que le corresponderá organizar una coalición con una mayoría estable, pero siempre bajo la vigilancia del Consejo Real (también conocido como el “gobierno en la sombra” de los consejeros reales más influyentes). En 2016 esos consejeros hicieron lo posible y lo imposible para imponer el candidato conveniente del partido ganador –haciendo fracasar los intentos de formar gobierno del carismático líder islamista Abdelilah Benkirán–, así como indicar los partidos que debían integrar su coalición. Además de imponer en los puestos clave de los ministerios de soberanía y en los decisivos para el desarrollo del país a tecnócratas ajenos a los partidos y cercanos a Palacio, algunas veces camuflados bajo las siglas de alguno de los llamados “partidos administrativos”.

Un resultado anunciado de antemano

De alguna forma, el resultado electoral de las elecciones de 2021, con el triunfo rotundo del Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI), puede decirse que era algo anunciado desde el momento de la segunda victoria del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) en 2016 y el fracaso del Partido de la Autenticidad y de la Modernidad (PAM), que había sido la apuesta de la administración para desbancar a los islamistas. Desde ese momento emerge con fuerza la figura de Aziz Ajanuch, ministro de Agricultura en sucesivos gobiernos desde 2007 y controlador del potente Fondo de Desarrollo Rural. En un congreso extraordinario organizado por el RNI apenas 20 días después de las elecciones de 2016, Ajanuch fue plebiscitado a la cabeza del partido dispuesto a consagrarse a la tarea de reestructurarlo para convertirlo en la alternativa de gobierno. Aunque los resultados del RNI en las legislativas de 2016 habían sido modestos, con sólo 37 diputados de un total de 395, ocupando el cuarto puesto en número de escaños, su papel fue decisivo para impedir la formación de un gobierno dirigido por Benkirán en alianza con un Partido del Istiqlal dirigido por entonces por el populista Hamid Chabat.

El RNI ha sido un partido bisagra durante decenios, siendo integrante de casi todos los gobiernos desde su creación tras las legislativas de 1977. En 2016 el RNI impuso como condición para integrarse en el gobierno tanto el rechazo al Istiqlal como la presencia de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP), lo que llevó a desistir a Benkirán y a su sustitución por Saadeddin El Othmani, el hombre de las concesiones que ha acabado por llevar al PJD a su sonada derrota.

Las elecciones de 2021 presentaban una característica especial, pues coincidían con la celebración de los comicios comunales y regionales que cada seis años deben celebrarse. Se pretendía asegurar una mayor participación, ya que las comunales siempre han contado con porcentajes superiores de participación que las legislativas.

Figura 1. Marruecos: participación electoral, 1960-2021

Los índices de participación en la historia electoral marroquí marcan dos etapas claramente diferenciadas: la era del reinado de Hasan II, con porcentajes muy superiores en ambos comicios, y la del monarca actual, en que los porcentajes se situaron en cifras más creíbles, que oscilaban en torno al 50% en las municipales y en las legislativas se situaban por debajo de ese umbral, con un mínimo en 2007 en que se llegó al 37%. En las últimas legislativas de 2016 se había situado en el 43%. Constituía, pues, un reto superar esa cifra.

La coincidencia de ambos comicios en 2021 hizo que la participación final alcanzara el 50,18% del censo electoral, presentado ante los medios de manera triunfalista como un éxito de la democracia. Pero ese resultado es una media resultante de la más elevada participación en zonas rurales y desérticas (una vez más, como en anteriores ocasiones, se han presentado a la opinión pública los porcentajes de participación de provincias saharianas como El Aaiun-Sakia al Hamra, con un 66,9%, como una confirmación de la marroquinidad de sus habitantes) y de la mucho más escasa en zonas urbanas como Casablanca, en cuya circunscripción de Al Fida-Mers Sultán, según Medias 24, alcanzó tan sólo el 19,8%. La tardanza en la publicación de los datos desagregados por partidos y por circunscripciones impide realizar, por el momento, análisis más finos. Otro dato a menudo eludido por las autoridades marroquíes es el del voto nulo, que en circunscripciones urbanas como la citada de Casablanca, podrían alcanzar, según estimaciones, hasta el 25%, un voto que puede interpretarse como voto de rechazo.

Esta convocatoria múltiple ha tenido el interés añadido, según señalaba el geógrafo experto en elecciones en Marruecos David Goeury, de que los electores decidían de una vez la arquitectura política del país para los próximos cinco años (Parlamento, ayuntamientos y cámaras regionales incluidas), influyendo en el voto en las legislativas la percepción por el elector de la gestión, positiva o negativa, realizada por los partidos en su entorno más próximo, la municipalidad.

Esta puede haber sido una de las explicaciones del enorme vuelco que han supuesto los resultados en las legislativas, en los que el partido que dirigía la coalición gubernamental, el islamista PJD, ha sufrido un descalabro quedando reducido de 125 escaños a tan sólo 13. Su balance al frente de las corporaciones municipales de las principales ciudades del país (Casablanca, Fez, Tánger, Kenitra y Agadir) fue controvertido y escaso, sufriendo una fuerte sanción por el electorado. Aunque, sin duda, otros factores han contribuido también a este revés tan acusado. De los 13 escaños que consiguió el partido sólo cuatro fueron logrados en las listas por circunscripciones y gracias a la modificación del cálculo del cociente electoral al que tanto se opuso, mientras que los otros nueve lo fueron en las listas regionales reservadas a las candidaturas de mujeres.

El contexto electoral

El contexto en el que se han desarrollado las elecciones no ha sido ajeno al resultado. El año y medio de pandemia ha sido costoso para el empleo y la economía, con una caída del PIB del 7% en 2020, y una escasa recuperación en lo que va de 2021, a pesar del buen año agrícola.2 Todo ello ha dejado un pesado balance, si bien desde el punto de vista sanitario Marruecos ha logrado un destacable nivel de vacunación por delante de otros países de la región. Pero el aislamiento al que el país se ha sometido en todo este tiempo, cerrando sus fronteras, ha tenido sus consecuencias en el descenso del turismo, incluido el de más de 3 millones de marroquíes residentes en el exterior –cuyas remesas llegaron sorprendentemente a aumentar con respecto al año anterior más del 45%–,3 contribuyendo al incremento de las tasas de pobreza y de vulnerabilidad.

En el plano internacional, Marruecos recibió un espaldarazo notable con la declaración del presidente estadounidense Donald Trump reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental en diciembre de 2020, como contrapartida a la adhesión por parte de Marruecos a los Acuerdos de Abraham con el establecimiento de relaciones plenas con Israel. Esto último pudo haber tenido cierta repercusión sobre el resultado electoral del PJD, ya que un sector de su electorado vio con malos ojos la medida. La tensión entre el Movimiento de la Unicidad y la Reforma (MUR), matriz ideológica del PJD y base de su militancia, con la dirección del partido, forzado a claudicar al frente del gobierno en temas clave para el movimiento (como el afrancesamiento de la enseñanza de las materias científicas y técnicas y la normalización de relaciones con Israel), ha desmovilizado a sus cuadros y ha dificultado la presentación de candidaturas en las municipales. Si en 2015 el PJD presentó 1.6310 candidaturas en los ayuntamientos (12,46%), en 2021 tan sólo presentó 8.681 (5,51%). Mientras tanto, todos los partidos incrementaban su número, especialmente el RNI, que pasó de 14.617 a 25.492, lo que, sin duda, iba a pesar sobre los resultados del PJD: 5.021 concejalías en 2015 frente a 777 en 2021.

Figura 2. Candidaturas a las elecciones comunales 2015-2021

La desafección de militantes y cuadros del PJD ha venido observándose a lo largo de la legislatura. Publicaciones como el diario Al Akhbar en octubre de 2020 y hespress.com, el portal de noticias más leído en Marruecos, en agosto de 2021 publicaron datos de la hemorragia que estaba sufriendo el partido islamista entre los electos locales y regionales de provincias como Marrakech, Rabat y Fez. El PJD no fue el único partido afectado por este fenómeno, pues en este último año preelectoral se registró un atípico movimiento de cambio de color político de representantes locales en comparación con los dos anteriores procesos electorales. Estos movimientos afectaron prácticamente a todos los partidos y en todas las direcciones, aunque el más beneficiado fue el RNI, percibido ya como futuro ganador.4

Era evidente que había una voluntad oficial de desbancar del gobierno al PJD poniéndolo en situaciones incómodas y forzándolo a posicionarse en temas como la legalización del cultivo del cannabis con fines terapéuticos, abanderada por el PAM, y la aplicación del contestado sistema de contratación temporal en el sector público, especialmente de profesores y médicos, siguiendo las directrices de las instituciones financieras internacionales. Pero lo más evidente fue la Ley Orgánica (04-21) relativa a la Cámara de los Representantes propuesta por el Ministerio del Interior y respaldada en el Parlamento el 5 de marzo de 2021 por todos los partidos políticos con la excepción de los islamistas del PJD (el resultado fue de 162 votos a favor, 104 en contra y una abstención de la Federación de Izquierda Unida).5 El nuevo código electoral buscaba dificultar que el partido ganador obtuviese más de un escaño en cada circunscripción, lo que había proporcionado al PJD en 2016 un aporte añadido de escaños en 23 circunscripciones (en Tánger obtuvo tres de los cuatro a cubrir). Según la nueva lectura del código electoral, la representación proporcional del “resto mayor”, que se calculaba a partir de los votos válidos, pasaba a ser calculada a partir del número de electores inscritos. Esto implicaba que cuanto más alto fuera el cociente electoral menos posibilidad tendría cualquier partido para alcanzarlo, lo que cerraba el paso para la concentración de escaños en el partido vencedor. La supresión del umbral del 3% en la nueva ley abría la puerta a una mayor atomización del Parlamento. Paradójicamente, sin embargo, esta nueva ley no ha tenido el efecto buscado, salvo para el partido vencedor que hubiera recogido algún escaño adicional.

Estas elecciones han presentado el mayor número de inscritos de la historia electoral de Marruecos, con 17.983.490, lo que supone 2.280.837 más que en las legislativas de 2016. Las autoridades habilitaron, como es costumbre en vísperas de cada proceso electoral, el portal de listas electorales (www.listeselectorales.ma) para informar y, sobre todo, animar a la inscripción de los más jóvenes con el fin de fomentar la participación electoral. Sin embargo, la pirámide de electores muestra una infrarrepresentación de los jóvenes entre 18 y 24 años. En el censo electoral de 2021 este grupo de edad representaba el 8% de los electores según el Ministerio del Interior, mientras en la proyección para 2021 del Alto Comisariado del Plan (HCP) suponen el 17%, lo que quiere decir que en torno a 2.800.000 jóvenes han quedado fuera de las listas. Al menos 7 millones de marroquíes con derecho a voto, además de los residentes en el extranjero, siguen faltando en unas listas electorales incompletas gracias al método de elaboración mediante la inscripción voluntaria de los ciudadanos.

La campaña electoral: primacía de lo virtual

La campaña electoral que transcurrió entre el 26 de agosto y el día anterior al del voto se llevó a cabo en un ambiente atípico marcado por la pandemia de COVID-19 y sus secuelas. Durante las dos semanas que duró, el país estuvo sometido a un toque de queda nocturno que empezaba a las 21 horas, en un momento en que los contagios y fallecimientos diarios alcanzaban cifras inéditas, sobrepasando los 10.000 y los 150 respectivamente. Se barajaba, incluso, en caso de empeoramiento de la situación el aplazamiento de la cita electoral, ya que la población estaba preocupada más por la situación sanitaria y, sobre todo, la socioeconómica que la política.

No obstante, y para salvar la operación electoral, el gobierno tomó medidas drásticas frente a la pandemia que acabaron descafeinando una campaña electoral que solía animar las calles del país en cada proceso electoral. Después de una primera prohibición y ante la insistencia de los partidos políticos, el gobierno acabó autorizando la distribución del material impreso (octavillas, listas de candidatos, programas electorales, etc.), los recorridos por las calles de grupos que no superaran las 10 personas y cinco vehículos, y la celebración de mítines en aforos que no superasen las 25 personas. De modo que, salvo escasas excepciones, los partidos políticos y sus candidatos decidieron trasladar gran parte de sus campañas al espacio virtual. Este hecho no supuso ninguna novedad, pues en las elecciones anteriores (las de 2011, 2015 y 2016) las campañas virtuales ya habían jugado un papel fundamental entre la población urbana, la de mayor consumo de las nuevas tecnologías. Además, en Marruecos, durante la última década, los debates societarios más importantes se habían trasladado, al igual que en el resto de los países de regímenes autoritarios y semiautoritarios, a las redes sociales. Ahí se organizó en 2018 la campaña de boicot con más éxito en seguimiento popular contra la marca de yogures Danone, la marca de agua embotellada Sidi Ali y la cadena de gasolineras Afriquia, propiedad de Aziz Ajanuch, “como acto de protesta contra la corrupción y el despotismo de las grandes empresas que participan en el empobrecimiento del pueblo”.6

A partir del lanzamiento de la campaña electoral, las redes sociales se llenaron rápidamente de spots de partidos y fotos de candidatos. Según el sociólogo Said Bennis, las campañas virtuales de la mayoría de los partidos políticos utilizaron herramientas y formatos anticuados y sin creatividad que no se diferenciaban de las campañas en la calle. No obstante, la que llevó a cabo el RNI fue la campaña más creativa y se notaba que estaba dirigida por profesionales. Se basó en discursos y eslóganes audiovisuales, cortos y directos. Recurrió a la publicidad patrocinada por las redes sociales, para facilitar la llegada de su imagen y discurso a amplias masas de electores. Por otra parte, el espacio virtual permitió a las escasas fuerzas políticas que llamaron al boicot, el partido izquierdista An-nahj Ad-dimuqrati y la asociación islamista Justicia y Espiritualidad, desarrollar su particular campaña lejos del acoso de las autoridades.

No obstante, la campaña virtual no llegó a todo el mundo ni a todas las generaciones, y los partidos políticos tuvieron que acercarse físicamente más a la población rural y de los barrios marginales. Ahí es donde se registraron la mayor parte de las denuncias del uso masivo del dinero para asegurarse votos, especialmente formuladas por parte del PJD, el Partido del Progreso y del Socialismo (PPS) y el Partido Socialista Unificado (PSU).

Figura 3. Los resultados de la triple cita electoral

La triple cita electoral de 2021 permitió una correspondencia en los resultados globales de los tres ámbitos institucionales concernidos, mostrando la hegemonía en todos ellos del RNI, seguido del PAM y del Istiqlal, conformando así una tríada de partidos que destaca de las demás formaciones políticas. Le siguen, en una segunda escala, la USFP y el Movimiento Popular (MP), y en un tercer nivel la Unión Constitucional (UC), el PPS y el PJD, reducido a la mínima expresión con una representación simbólica como la que obtuvo en su primera legislatura en el Parlamento entre 1997-2002.

La tardanza, ya crónica, en la publicación de los resultados desagregados por partidos, circunscripciones y regiones impide hacer, por el momento, un análisis más fino de los resultados. Casi dos semanas después de celebradas las elecciones, en el momento de redacción de este ARI, aún no se conocía la cifra de voto de los partidos a escala nacional, de abstención por circunscripciones y de voto nulo en los diferentes niveles, un dato significativo por su crecido número desde la independencia.

Como en citas anteriores, estas elecciones fueron seguidas por 70 observadores pertenecientes a 17 organizaciones internacionales y un total de 7.120 observadores nacionales: 4.500 acreditados por el Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y 2.620 por un tejido asociativo de 23 asociaciones.

Todos ellos han resaltado el ejemplo que dio Marruecos sobre la alternancia pacífica en el gobierno, respetando el veredicto de las urnas. La misma noche electoral, después de conocerse los resultados provisionales, El Othmani, secretario general del PJD, felicitó al secretario general del RNI, partido ganador de las elecciones, antes de presentar su dimisión junto con el resto de los miembros de la secretaría general de su partido tras la derrota sufrida, en otro acto novedoso en la práctica política en el país.

Mientras que el comunicado avanzado por la secretaría general dimitida alegaba “graves incidentes” registrados en los colegios electorales, voces críticas dentro del PJD, como la de Amina Maa El Aynain, buscaban explicar la gran debacle electoral por el deterioro de la imagen del partido a partir del momento del nombramiento de El Othmani como jefe del Gobierno y su elección como nuevo secretario general del PJD, poniendo especial énfasis en la forma en la que se “deshizo” de su antecesor Abdelilah Benkirán, uno de los líderes más carismáticos y con gran popularidad entre las bases del partido y en el conjunto del país.

Está claro que el partido que presidió el gobierno durante la última década sufrió un fuerte castigo electoral por su aplicación de una política antipopular, especialmente en lo que se refiere a la contratación temporal, la supresión de la Caja de Compensación, la subida de la edad de jubilación y los recortes salariales que provocaron una bajada del poder adquisitivo de amplios sectores de la población especialmente durante la crisis pandémica. Sin olvidar lo que señalaba Reda Dalil, editorialista del semanario francófono TelQuel, sobre la incompetencia del PJD en la gestión de las ciudades que gobernó, su impotencia frente a Palacio, su ineptitud a la hora de moralizar la vida pública, incluso a la hipocresía a nivel de costumbres de sus electos y las concesiones que ha debido hacer en estos 10 años de presencia en el gobierno. Todo junto sirvió como caldo de cultivo para los detractores dentro y fuera del PJD a la hora de buscar un responsable de la situación que vive el país.

Perspectivas para la formación del gobierno

Tras conocerse la victoria del RNI, el Rey Mohamed VI encargó la formación de un nuevo gobierno a su líder Aziz Ajanuch, quien comenzó de inmediato las conversaciones con otros partidos. Las opciones que se le presentan para conformar una mayoría estable (la mayoría absoluta es de 198 diputados) están entre una alianza entre los tres partidos victoriosos, que sumaría 269 escaños, o una alianza alternativa con uno u otro de la tríada vencedora. El politólogo Mustapha Sehimi, uno de los mayores expertos en temas electorales desde 1976, vería más plausible la entrada en el gobierno del Partido del Istiqlal, con la imagen moderada que le ha imprimido su líder Nizar Baraka, junto con la USFP, su antiguo socio en la Kutla Dimuqratia (el bloque que conformó el núcleo del gobierno de la alternancia entre 1998 y 2002), y que se mantuvo en el gobierno hasta 2011. Sumarían así 218 diputados, una mayoría confortable a la que se podría añadir el MP, fuerte en medios rural y amazig, alcanzando los 247 diputados. Esa alianza, a juicio del politólogo, jugaría mejor de cara a la opinión pública que la presencia del PAM en el gobierno, un partido con divisiones internas (su líder, Abdellatif Wahbi, hizo campaña contra el RNI, siendo deslegitimado tras las elecciones por un sector del partido interesado en entrar en el gobierno), cuya imagen de partido formado desde la administración y el entorno palaciego lo penaliza.

El 17 de septiembre el comité nacional del PAM aceptó la invitación de Ajanuch de integrarse en la mayoría gubernamental obligando al Istiqlal a adelantar la reunión de su dirección, que tenía prevista para el día 25, dando carta blanca a Nizar Baraka para negociar su entrada en el ejecutivo. De conformarse un gobierno con los tres grandes partidos vencedores, se plantearía el problema de la distribución de carteras en un ejecutivo que no deberá ser pletórico en los tiempos que corren y en el que el RNI tratará de controlar los ministerios claves para la economía. Quedaría la oposición en manos de un PJD muy debilitado, y en una posición desairada los restantes partidos del arco parlamentario (MP, USFP y UC), acostumbrados a actuar siempre de comparsas en el gobierno. Habría, tal vez, una excepción, la del PPS, que en los últimos años fue un fiel aliado en los gobiernos del PJD y al que se le plantearía el dilema de engrosar la oposición.

La apertura del Parlamento, prevista para el 8 de octubre, obliga a acelerar la constitución del gobierno, si bien la aceptación por parte de los posibles socios está subordinada a la aprobación de sus respectivos consejos nacionales. Para Ajanuch sería un logro contar con un gobierno antes de la apertura de la legislatura, evitando los meses de interinidad e incertidumbre que presidieron la formación de anteriores gobiernos por Abderrahman Youssoufi en 1998, Abdelilah Benkirán en 2011-2012 y Saadeddin El Othmani en 2016.

Conclusiones

El triple proceso electoral celebrado en Marruecos el pasado 8 de septiembre ha dado como claro vencedor al partido RNI. Con su amplia victoria se dibuja así la nueva arquitectura política que regirá el país durante los próximos cinco años que dura la legislatura. Ese período de tiempo deberá sentar las bases del “nuevo modelo de desarrollo” para el horizonte de 2035. Ese modelo, promovido desde Palacio y presentado el pasado mes de abril, será previsiblemente la base del programa económico del futuro gobierno salido de las recientes elecciones legislativas.

Bernabé López García, Catedrático honorario de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid y codirector del Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos (TEIM).
Said Kirhlani, Doctor en Estudios Árabes e Islámicos y profesor-investigador de la Universidad Rey Juan Carlos | @saidkirhlani


1 Véase “Le nouveau Modèle de développement: Rapport Général”, Commission Spéciale sur le Modèle de Développement, abril de 2021.

2 Las finanzas del Gobierno registraron un déficit presupuestario de 40,6 mil millones de dirhams a finales de agosto de 2021, según L’Economiste, 13 de septiembre de 2021. “Le déficit budgétaire à 40,6 milliards de DH à fin Août”.

3 Véase “Explosion des transferts de MRE en 2021 (+45% à fin Juillet)”, Media 24, 1/IX/2021; “Hausse spectaculaire des transferts de la diaspora marocaine (MRE)”, Financial Afrik, 3/VII/2021.

4 Abdelali El Hourri (2021), “Vague de démissions au Parlement: un reflet du mercato politique”, Medias 24, 7/IX/2021.

5 Lahcen Bensassi (2021), Las leyes electorales que marcan las citas electorales de 2021 con las nuevas reformas (القوانين الانتخابية المؤطرة لاستحقاقات 2021 مع التعديلات الأخيرة ), Rabat, Ar-risala.

6 Jaouad Bennis y Abdelhadi Samadi (eds.) (2021), Boycott, réseaux sociaux et communication de crise au Maroc, Force Equipement, Rabat.

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