Elecciones: por primera vez...

Esta vez parece que hay en el ambiente una cierta sensación de incertidumbre, o mejor dicho, una extraña mezcla de resignación y curiosidad. Quién lo diría, pero la pregunta del millón es: ¿cómo será esta próxima campaña electoral? No será porque no hemos visto campañas electorales en los últimos tiempos. El votante ha sido llamado a las urnas siete veces en cinco años y ha podido votar de todo, elecciones generales, municipales, europeas, autonómicas catalanas. O ha podido abstenerse.

Cabe mencionar que la ley electoral no ha sido modificada, ni la Loreg (Ley Orgánica General) ni la 'inexistente' ley electoral catalana. Y, en cambio, hemos asistido a una sustancial modificación del sistema de partidos políticos, o para ser más exactos, de su representación en las instituciones. Y no sabemos si se ha decantado ya un nuevo sistema de partidos -más fragmentado, más polarizado- o si estamos en ello, a medio camino. Pero, ¿qué sucede esta vez?

Parece que a tenor de las encuestas la ciudadanía en general está irritada con el comportamiento 'de los políticos', y ello debería llevar a un incremento de la abstención, dicen las encuestas, de unos cinco puntos. Pero eso no es mucho, cinco de cada cien votantes se sumarán a la abstención, si el resentimiento es generalizado, ¿por qué aún votan tantos? Por otro lado, ¿qué señales nos envían los políticos? Una muy difusa es que no saben muy bien cómo enfocar la campaña electoral, hasta el punto que tal o cual responsable político apunta a que «esta vez» quizá se podría acortar la campaña, incluso suprimirla, o «hacerla más barata». Sorpresa, no se puede acortar porque los plazos e imperativos de la campaña están tasados en la ley, y sería original que por primera vez todos los partidos acordaran… ¡no hacer campaña electoral!

Dos semanas de silencio total. Sería espectacular. Aparte de que el líder político antes referido debería saber que no se pueden cambiar plazos -y no da tiempo a modificar la ley electoral-, la sensación que se transmite es precisamente que los partidos temen esta campaña electoral porque, digan lo que digan o no digan, les costara votos. Albert Rivera ha sido el primero en decirlo: si los líderes somos el problema, deberíamos dar un paso atrás, aunque sabía muy bien que esto tendría menos recorrido que un suspiro.

Este temor a no saber qué decir es lo realmente nuevo, aunque algunos simulen que no va con ellos. ¿Corrupción, 'papeles de Panamá'...? Rajoy respondió con un mitin electoral como si fuera el primero en cuatro años. El manual del director de campaña, esta vez, está por escribir o repleto de 'qué no volver a hacer'. Por ejemplo, prometer(se) no hablar de 'líneas rojas', como idea-choque está caducada del todo. Qué no haremos en ningún caso, no negociaremos esto, no aceptaremos lo otro. Una actitud que ha bloqueado durante meses todo atisbo de comienzo de principio de acuerdo. No adjudicar culpas y pecados de todo tipo 'al otro', que resultan ser todos los demás menos uno mismo.

Cuidado con el 'síndrome de la sobre-representatividad' (y disculpen el barbarismo): solo yo sé lo que interesa a la mayoría de los españoles, de los catalanes, de la gente, y nadie más lo sabe porque, ¡sorpréndanse!, los demás partidos solo miran por sus intereses… ¡electorales! y/o partidistas!, como si esto fuera excepcional o reprobable en campaña electoral y dicho por los propios partidos. Cómo no va a crecer el escepticismo ciudadano si los que más denigran la democracia representativa son los representantes democráticamente elegidos por la ciudadanía porque palabras y comportamientos no van de la mano. Sobre todo porque usan para atacarse los conceptos de partidismo y electoralismo como lo peor de lo peor.

Además, cabe observar que en los últimos cinco meses, en este símil de debate político, los interesados no han intercambiado argumentos, ideas, o posibles acciones en relación a prácticamente ninguno de los problemas actuales, internos e internacionales, y miren que ha pasado de todo y casi todo malo. Terrorismo(s), la tragedia europea de los refugiados, la autodenigración de la propia Europa, déficit y recortes sociales, si estamos entrando en un nuevo ciclo de crisis financiera global... Nada.

Para llenar este vacío ambiental, sin embargo, nos quedan muchas cosas: Aznar contra Montoro, la justicia (por fin) contra Rita Barberá, silencio considerable sobre Manos Limpias (¿por qué se ha tardado años en entrar en el tema?), Panamá. En conclusión, puesto que elecciones tiene que haber, ¿qué pondrán los partidos en su propaganda de campaña? ¿Qué dirán -y qué caras pondrán- en las cuñas des radio y TV? Nunca la tentación de la abstención será tan grande. A ver si llega el verano, y todo el mundo de vacaciones.

Pere Vilanova, catedrático de Ciencia Política (UB).

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