¿Elecciones primarias?

La incertidumbre generada por el proceso de formación de gobierno está posponiendo el de renovación interna en los partidos. Esto es muy visible en el PSOE. En el caso del Partido Popular, el papel de Rajoy como presidente del Gobierno en funciones y su control del partido parecen dejar esta tarea en un segundo plano, pero ahora mismo el PP cuenta con situaciones de interinidad en el liderazgo en al menos diez comunidades autónomas. Muchas de ellas, como la Comunidad Valenciana o Baleares, se deben a las dimisiones producidas por la pérdida del gobierno autonómico. En otros casos, como en el País Vasco, los problemas son algo más complicados.

Estas situaciones de interinidad están limitando la capacidad de oposición del PP a los nuevos gobiernos de izquierdas surgidos después de las elecciones autonómicas. Frente a las peticiones, de las bases y de una parte creciente de las élites regionales, de resolver cuanto antes estas situaciones convocando congresos, la respuesta de la dirección nacional ha sido la misma: nombrar a un líder provisional y posponer el congreso regional a la espera de la celebración del nacional.

Estos problemas han generado reacciones internas que han pasado un tanto desapercibidas. Una de las propuestas que más controversia parece generar es la de celebrar elecciones primarias. Este es un debate un tanto incómodo para la dirección popular, porque desde la crisis Borrell-Almunia de finales de los noventa, el PP ha aprovechado las primarias como arma electoral contra la izquierda. Sin embargo, y en sintonía con lo que hacen otros partidos centristas y conservadores occidentales, el debate sobre las primarias parece tener cada vez más defensores dentro del PP. De hecho, y aunque sea bastante desconocido, el mismo PP experimentó con ellas en Baleares (no las llamó así, claro) con notable éxito.

Las elecciones primarias no son la panacea para curar los mil males que padecen los partidos. Sin embargo, su potencial de transformación tampoco puede desestimarse. Y esto, por varias razones de fondo, como son las demandas de una ciudadanía (y una militancia) cada vez mejor informada, que quiere tener un papel más directo en la toma de decisiones. En segundo lugar, porque las nuevas tecnologías están tirando muchas de las barreras y disminuyendo los costes asociados con este tipo de procesos electorales. En términos organizativos, hasta ahora se ha pensado en el papel de las primarias por sus más o menos limitadas consecuencias sobre la renovación de los candidatos y líderes de partido. Sin embargo, y esto puede ser lo más relevante para el PP, ha tendido a obviarse su papel más difuso, pero no por ello menos certero, como mecanismos de renovación organizativa.

La adopción en serio de las primarias (es decir, celebradas siempre, en todos los niveles, como mínimo para todos los cargos unipersonales, eliminando barreras a la competición pero evitando la fragmentación de candidatos) cambia para siempre a los partidos: los cambia porque permite emerger nuevos liderazgos legitimados con el apoyo de los miembros o los ciudadanos, no por designación de otro líder. Lo hace porque el escrutinio público y la competición interna dificultan los mecanismos de cooptación interna que tienden a favorecer a los leales frente a los mejores. Esto último es, a su vez, un excelente cortafuegos contra la corrupción.

¿Cuántos imputados conocen que se hayan presentado a unas primarias? Que nadie se equivoque, las primarias también cambian a los partidos porque los hacen más complicados de gestionar: si bien dan más poder a los líderes electos frente a los cargos representativos o el aparato, también es cierto que si hay más líderes legitimados por las bases esto comporta un mayor riesgo de conflictos internos. Aunque hay otros problemas que ahora no podemos explorar, la división parece ser el principal precio a pagar a cambio de una mayor democracia interna. Sin embargo, desde la perspectiva de los ciudadanos, la disyuntiva es clara: mejor partidos divididos que corruptos.

Óscar Barber Aresté, profesor de Ciencia Política.

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