Elecciones sin libertad

El 3 de abril de 1979 se celebraron en toda España las primeras elecciones municipales democráticas tras cuarenta años de dictadura franquista. Diez días antes, en plena campaña electoral, el 23 de marzo, la banda terrorista ETA asesinó a tiros en Vitoria al policía nacional Antonio Recio Claver. Tenía 50 años.

El 8 de mayo de 1983 hubo nuevos comicios locales. Cuatro días antes, el 4 de mayo, la banda terrorista ETA asesinó en Bilbao a tres personas en un mismo atentado: Julio Segarra Blanco, de 50 años, policía; Pedro Barquero González, de 30 años, policía; y María Dolores Ledo García, de 25 años, civil. María Dolores estaba embarazada y se había casado hacía siete meses con Pedro Barquero.

El 10 de junio de 1987 tuvieron lugar las terceras elecciones municipales. Menos de un mes antes, el 17 de mayo, murió Carmen Pascual Carrillo, de 79 años, civil. Carmen había resultado gravemente herida en el atentado contra la Dirección General de la Guardia Civil, en Madrid.

El 26 de mayo de 1991 los ciudadanos acudieron por cuarta vez a elegir sus ayuntamientos democráticos. El 9 de mayo, en puertas de la campaña electoral, la banda terrorista ETA asesinó en Ortuella (Vizcaya) al guardia civil de 38 años Francisco Álvarez Gómez. Le puso una bomba lapa.

El 28 de mayo de 1995, nuevas elecciones municipales. Jesús Rebollo, un joven policía local de Madrid, de 39 años, muere a manos de ETA, que había colocado una bomba en el centro de la capital.

En los comicos locales del 13 junio de 1999 no hubo asesinatos. Gobernaba Aznar y había una tregua con la banda terrorista. Se registraron numerosos actos de terrorismo callejero.

Los últimas elecciones municipales tuvieron lugar el 25 de mayo de 2003. El 8 de febrero de ese mismo año, la banda asesinó a tiros en Andoain a Joxeba Pagazaurtundua, policía municipal de 45 años, casado y padre de dos hijos.

Cito sólo un atentado en cada convocatoria, hay elecciones municipales en las que se producen más atentados y más asesinatos. Lo mismo ocurre en las generales y en las autonómicas celebradas en la Comunidad Autónoma Vasca. Las votaciones han ido siempre acompañadas de sangre, antes y después de celebrarse.

Esta insoportable lista nos recuerda que las elecciones se han realizado aquí sin libertad. Desde luego sin la libertad tal y como se entiende en el resto de España o de Europa. Los asesinatos son el dato más contundente, pero hay un sangriento catalogo de amenazas, miedos, imposibilidad de expresarse en libertad que nos permiten afirmar, sin exageración, que las convocatorias electorales se han hecho en la CAV sin libertades plenas, a pesar de existir en el conjunto de España un sistema democrático que garantizaba acudir a votar sin la coacción del miedo y de la muerte.

En estas municipales asistimos a ataques contra los socialistas, los populares y los miembros del PNV incluso. En campañas anteriores hemos presenciado cómo se quemaban casas del pueblo, cómo se arrancaba propaganda electoral y también cómo se daban números de teléfonos de los candidatos de los partidos a aniquilar. En estas condiciones, de evidente déficit democrático, es lógico que muchos vascos se agarroten por el miedo y no se atrevan a presentarse en las listas del PP o del PSOE, que no se decidan siquiera a acudir como interventores o apoderados de esos partidos. También en las próximas del 27 de mayo, se han encontrado estas formaciones con graves problemas para completar las listas, incluso en aquellos puestos en los que es seguro que no obtendrán concejal. En el conjunto de España, a quien más quien menos le hace ilusión ser alcalde o edil de su pueblo; aquí hay que arrastrar a la gente porque saben que significarse en según qué partidos puede tener nefastas consecuencias.

Esta ausencia de democracia plena se repite en la Comunidad Autónoma Vasca desde las primeras elecciones generales, las del 15 de junio de 1977. Una cosa es que esta falta de libertad forme parte de nuestro paisaje político cotidiano y otra cosa es que la demos por normal o aceptable. En esta campaña han arreciado los ataques y las amenazas; el miedo, otra vez, aunque no haya nuevos asesinatos y eso sea motivo de satisfacción.

Por su parte, los simpatizantes etarras se quejan de no poderse presentar a las elecciones en todos los municipios que quisieran. Su protesta tiene una muy fácil solución: renunciar a la violencia y a su cohorte de intimidación; jugar en igualdad de condiciones con los demás, sin asesinar ni a concejales ni a cargos políticos del PP o del PSOE. Sin asesinar a nadie más, concurriendo como lo hacen otros nacionalistas radicales, que hace tiempo que han abandonado la violencia y van a capitalizar en votos ese gesto de sentido común.

José María Calleja