Elliott, España, Catalunya

A sus 85 años, John H. Elliott, el hispanista británico más especializado en Catalunya, anuncia en una entrevista publicada en el número de octubre de la revista Letras libres que está trabajando “en un libro que compara la historia de Escocia y de Catalunya”. Admite el historiador que quiere “mostrar las similitudes y diferencias entre lo que pasaba entre Escocia e Inglaterra y las que había entre Catalunya y Castilla” pero está encontrando muy difícil escribirlo, “en parte por la dificultad de dominar dos historiografías y, en parte, porque hay importantes diferencias como también hay semejanzas”.

La tarea de este intelectual británico ha sido colosal. Sólo La rebelión de los catalanes justifica una trayectoria académica de grandes aportaciones al conocimiento de nuestro pasado, con proyecciones cargadas de sensatez (“Hay un peligro de regresar a la historia de España como una historia fracasada”, dice) que confieren gran autoridad a sus opiniones. El editor Daniel Gascón conduce a Elliott con preguntas oportunas al meollo de la cuestión que es la emergencia de los secesionismos. El historiador lo explica con sencillez tratando de establecer simetrías entre Escocia y Catalunya. Alude al gran número de primeros ministros escoceses, constatando que no los ha habido catalanes desde el general Prim. “No hay un equivalente escocés en el XIX de la Renaixença catalana”, y se pregunta por qué hay un movimiento secesionista en Escocia en donde no se habla un “idioma propio y no en Gales, que lo tiene”. Apunta Elliott otro asunto apasionante que está, entre otros, en el origen del distanciamiento entre las Españas castellana y catalana: la implicación de Escocia en el imperio británico fue muy grande, mientras que “con la marginación de la Corona de Aragón de la conquista y colonización de América, y luego con la pérdida del imperio americano en 1820 y 1830, no había tantas posibilidades para los catalanes de participar en un proyecto general”.

Elliott, España, CatalunyaPero la gran diferencia que subraya con énfasis el historiador es la siguiente: “La existencia de una Constitución escrita (…) disminuye las posibilidades de flexibilidad en España. La ausencia de una Constitución dio a David Cameron la oportunidad de decir a los escoceses: si queréis un referéndum, podéis hacerlo. Cameron fue bastante oportunista y no calculó los riesgos. Sorprendió lo que pasó en las semanas anteriores al referéndum, pero ya era demasiado tarde para cambiar el tipo de pregunta, entre otras cosas”. Y advierte: “Pero si los escoceses quieren su independencia y Londres no quiere o no puede impedirlo, tendrían la posibilidad de ponerse a la cola para entrar en la Unión Europea. No sé qué pasaría si Londres permite la independencia de Escocia, pero estarían muy preocupados los belgas, los españoles, los franceses, por los peligros de imitación”.

Elliott es un intelectual europeo de primera fila y, al tiempo, un conocedor privilegiado de España y de Catalunya. Insiste en una idea recurrente: España no es una rareza en los países de su entorno y su historia condiciona su autopercepción como les ocurre a todos: “Cada país siente que es excepcional y en ese aspecto España no es diferente”. Abunda el historiador en una idea que se ha generalizado: “El sentimiento muy arraigado de España como fracaso”. Es, efectivamente, así. La falta de cohesión territorial y la terrible crisis económica están provocando una nueva frustración que el profesor Santos Juliá ha definido: “No hay una idea de futuro. Se nos ha terminado el pasado pero sin saber muy bien hacia dónde vamos”.

La historia y el constitucionalismo comparados son instrumentos empíricos que sirven de una manera muy eficaz para solucionar conflictos y problemas. Es necesario, sin embargo, que se produzca una homogeneidad en las condiciones fácticas de los supuestos que se comparan. El Estado en España debería abordar la cuestión catalana desde una perspectiva similar a la de otros estados que registran un conflicto equiparable. Pero desde la Generalitat y los partidos secesionistas deberían, igualmente, homologar sus comportamientos a los que han mantenido y mantienen aquellos que esgrimen aspiraciones como las suyas. Y en este punto es en donde los modelos de comparación se vienen abajo. Lo hemos podido comprobar con las insólitas y anacrónicas concentraciones callejeras impulsadas por el independentismo a propósito de las comparecencias judiciales de Rigau, Ortega y Mas, impensables en cualquier comunidad democrática. De las rebeliones catalanas Elliott sabe mucho. Quizás por esa razón no participó en el desacreditado simposio “Espanya contra Catalunya” del 2013 y, también por eso, su libro comparativo con Escocia será una aportación inestimable para analizar la nueva crisis entre Catalunya y el Estado.

José Antonio Zarzalejos

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