ELN: tan cerca y tan lejos de la paz

Desde hace más de dos años, el gobierno y el ELN han sostenido conversaciones exploratorias para definir una agenda de negociación de paz, sin que se haya pasado a una fase pública.  El desacuerdo sobre quién es responsable por este estancamiento, sumado al reciente paro armado por parte de esta guerrilla, muestra lo difícil que ha sido esta fase exploratoria.

En medio de esta parálisis es conveniente reflexionar sobre la situación política y militar del ELN, así como compararlo con el proceso que han vivido las FARC, para entender de qué manera la realidad de este grupo armado influye sobre las posibilidades de una negociación formal con el gobierno.

La situación militar

La primera década del nuevo milenio fue difícil para el ELN por varias razones:

  • El grupo fue diezmado por los paramilitares, por la Fuerza Pública y también por los conflictos con las FARC;
  • Fracasó su “Plan Estratégico 1997 a 2007”;
  • Murieron dos importantes miembros de su directiva;
  • La “resistencia pasiva” se convirtió en el plan militar;
  • Fallaron los acercamientos con el gobierno de Uribe;
  • La relación con las comunidades sufrió bastante por el conflicto con las FARC y por la vinculación con economías ilegales; y
  • En 2012 el número de combatientes del  ELN llegó a su nivel más bajo en de los últimos 20 años.

Sin embargo desde 2010 esta guerrilla ha tenido una leve recuperación (aunque siga lejos de igualar su poder militar de los años noventa) por tres razones principales:

  • Tiene una relación más directa (aunque no total) con el narcotráfico en varios eslabones de la cadena.
  • El proceso de paz con las FARC alivió la presión militar sobre el ELN y permitió la recomposición de varias de sus unidades.
  • Ha podido restablecer parcialmente sus relaciones con las comunidades después del fin de la cruenta guerra con las FARC.

Este fortalecimiento leve es visible en cinco hechos recientes:

  1. La toma de algunos territorios que antes eran de las FARC, especialmente en el suroccidente del país;
  2. La confrontación sostenida con Los Urabeños en Chocó;
  3. Los secuestros que han perpetrado en Norte de Santander, Bolívar y Antioquia;
  4. El ataque en Güicán, Boyacá;
  5. El paro armado y la campaña “política-militar e ideológica” en memoria de Camilo Torres.

Según la inteligencia militar, esta guerrilla actualmente tiene 1.556 miembros armados. Sin embargo, es evidente la debilidad del ELN frente a la Fuerza Pública, que ha quedado en evidencia en las acciones militares en su contra.

La situación política.

Aquí importa distinguir entre el plano nacional y el plano local. En lo local, desde 2010 el ELN ha intentado recuperar las relaciones cercanas con las comunidades de las áreas donde hace presencia. En esto ha tenido resultados variados, pues en algunas regiones como Chocó, Nariño y Catatumbo, los vínculos con economías ilegales, los abusos contra la población y el uso de minas antipersonales han hecho que las relaciones sigan siendo tensas.

En el plano nacional el ELN no tiene una influencia política importante. Sin embargo, ciertas organizaciones influyen de algún modo sobre sus decisiones, e incluso se ha argumentado que estas organizaciones contribuyen a que el ELN no tome la decisión definitiva de dejar las armas y negociar seriamente con el gobierno.

La difícil coyuntura

Por ahora, la actuación política y militar actual del ELN busca mantener su control territorial y su base social, hacer declaraciones políticas a la sociedad y presionar al gobierno para que negocie sin que se les considere el “hermanito menor” de las FARC.

Sin embargo, las numerosas acciones militares del grupo, que han buscado un efecto político local, han ido más bien en detrimento del apoyo nacional para un proceso de negociación (como ocurrió en el caso del secuestro de los pescadores en el sur del Bolívar).

El ELN y las FARC

Es un error analizar al ELN solo por el número de acciones militares que pueda llevar a cabo pues, a diferencia de las FARC, este da prioridad al trabajo político y aplica el concepto de “resistencia armada”, que entiende como una “parte integral” de la lucha y movilización social. La toma del poder ya no es su objetivo principal.

La comparación entre las dos guerrillas es también problemática cuando se habla de política. Sus enfoques han sido y son diferentes: el ELN actualmente le da prioridad a lo político sobre lo militar; mientras que las FARC han hecho lo contrario desde su octava conferencia de 1993.

El ELN se ve a sí mismo como una fuerza que abre espacios y actúa como garante de un proceso político más amplio de negociación entre el Estado y la sociedad; y su organización interna y el proceso de toma de decisiones son bastante diferentes de los de las FARC.

La difícil negociación

Los objetivos políticos del ELN, la cercanía con las comunidades en sus zonas de influencia, su propia historia y el poder militar que tiene explican en muy buena parte la dificultad de una negociación con esta guerrilla.

Estos elementos dejan en evidencia que, aunque es necesaria la confluencia con el proceso de paz de las FARC en temas como justicia transicional y quizá la dejación de armas,  el ELN insistirá en preservar un espacio propio.

El ELN argumenta que hay que trabajar sobre “un camino de certezas” es decir, sobre hechos políticos que se vayan produciendo a medida que se negocia. La metodología de “nada está acordado hasta que todo esté acordado” no sería aceptable para este grupo guerrillero.

Además, para el ELN, la participación de la sociedad en las negociaciones es fundamental. El grupo ha dicho de manera reiterada que no puede negociar por la sociedad y que sin la participación de esta, el proceso no sería verdaderamente de paz. Por su parte, el gobierno ha mostrado que está dispuesto a encontrar mecanismos de participación, como se pudo ver en la inclusión de este punto en la agenda que preparó con el ELN en 2014.

Sin embargo, esta condición creará grandes desafíos en la metodología y el tiempo de las negociaciones. Los mecanismos de participación, bien sean foros regionales con comunidades, reuniones con delegaciones en la mesa, o cualquiera otro, el ritmo del proceso no puede depender demasiado de su progreso.

Como el ELN toma sus decisiones sobre la base del dialogo interno y el consenso, será difícil llegar a acuerdos concretos si algunos frentes o unidades sienten que su voz no está representada en lo acordado. Y alcanzar consensos en este grupo ha sido siempre muy difícil.

La negociación tendría que encontrar una metodología que permita superar estos obstáculos,  por ejemplo con la presencia permanente de todos los miembros de la Dirección Nacional del ELN en el lugar de la negociación, o con reglas sobre el tiempo que pueden utilizar las partes para consultas internas, al final de las cuales deberán tomar decisiones definitivas.

Además, dentro del ELN se siguen dando discusiones alrededor del tema de la paz. Históricamente, alias Pablito, que ahora tiene más influencia por hacer parte del Comando Central (COCE), ha estado en contra de las negociaciones. Sin embargo el ELN dice enfáticamente que todas sus unidades apoyan la negociación. Adicionalmente, la inclusión de Paula (quien comandaba las milicias urbanas del grupo) en la Dirección Nacional hará que la voz de las milicias tenga más peso dentro del ELN. Y estas milicias no han estado completamente de acuerdo con un proceso de paz.

Si el grupo no decide pronto y de manera consensuada que abrirá negociaciones, el tiempo se le podrá agotar para firmar la paz con un gobierno que tiene la disposición de hacerlo. Un próximo gobierno podría concluir que es mejor acabar militarmente con el ELN, teniendo en cuenta el fin del conflicto con las FARC.

El ELN ha dicho que solamente estará dispuesto a “considerar” la dejación de las armas si se dan las transformaciones necesarias para la paz verdadera. Este grupo guerrillero se cree un posible veedor de otros procesos de negociación entre el Estado y la sociedad, lo cual significa una mayor reticencia para el desarme. Pero es imposible que esta actitud sea aceptada en una mesa de negociaciones.

El ELN sigue explorando las opciones para avanzar a un proceso de paz, pero pronto deberá decidir si escoge buscar la paz definitiva o seguir en resistencia armada. Escoger lo segundo afirmaría sus objetivos en el corto plazo pero también podría llevar a que pierda su influencia política o incluso deje de existir. Y lo peor: lo llevaría a perder la mejor oportunidad para rescatar los ideales que los llevaron a iniciar su guerra en 1964.

Kyle Johnson, Analista Senior para International Crisis Group en Colombia

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