Elogio de las lenguas

Según un estudio de la Universidad de Arizona, un tercio de las especies de plantas y animales del planeta desaparecerá en cincuenta años. En el caso de las lenguas, será el 50% para finales de siglo. Así lo sugiere el Catálogo de lenguas en peligro (Cataloque of Endangered Languages), el mayor portal de información sobre lenguas del mundo, desarrollado por Google y las Universidades de Hawái y la Eastern Michigan University. El dato, aunque más optimista que aquel del lingüista estadounidense Michael E. Krauss, que en 1992 predijo que la pérdida llegaría al 90%, sigue siendo muy grave: se pierde una lengua cada tres meses.

Cada vez más estudios vinculan la biodiversidad del planeta a la salud de las culturas del mundo, a la urgencia de recuperar el medio natural, se le une la preservación de la diversidad lingüística, lo que se denomina la biodiversidad cultural.

Es duro sentir que la lengua de uno está muriendo, ver que las palabras heredadas de tus mayores van a desaparecer para siempre. El hablante de las lenguas de gran tamaño desconoce este sentimiento, igual que un hombre no siente el miedo de las mujeres a ser agredidas, o los blancos el horror de los afroamericanos a morir en manos de la policía. Es un miedo que viene de generaciones atrás, y difícil de superar.

Cuando era niño a mi padre siempre lo colocaban en la última fila en la escuela. Aquel maestro de la dictadura lo castigaba porque no hablaba bien el castellano. Lo que aquel señor no entendía era que para mi padre era su segunda lengua y por ello le costaba hablarla. Aunque ahora nos parezca una barbaridad, aquel maestro premiaba el monolingüismo y castigaba al bilingüe. Fue así durante muchos años y hasta hace relativamente poco tiempo. Estoy hablando de mi propio padre.

La situación de la lengua vasca ha cambiado mucho en los últimos cincuenta años, gracias al enorme trabajo conjunto de miles de personas, colectivos de la sociedad civil e instituciones. Es un ejemplo de resiliencia colectiva. El 95% de las lenguas del mundo tiene menos de un millón de hablantes. El euskera está en ese umbral. La Unesco señala que es una de las pocas pequeñas lenguas del mundo que está saliendo de la zona de riesgo. Sin embargo, su salud es mejor o peor según las políticas activas que se han generado para su fortalecimiento. Como en el tema de igualdad, racismo o políticas ambientales, no podemos dejar que las cosas sigan su rumbo sin más, ni dar las cosas por sentado. En el caso de la lengua vasca, hay mucha diferencia entre los territorios que han optado por una política activa a otros con actitudes más pasivas o incluso restrictivas.

Cualquier cambio en la sociedad exige mucha empatía. La juez neoyorquina Ruth Bader Ginsburg, icono del feminismo, afirmó que sin empatía no hay cambio posible. La sociedad debe admitir y asumir tus propuestas para que sean duraderas. Un ejemplo de empatía es la iniciativa Euskaraldia, que busca fomentar el uso del euskera en un periodo de dos semanas y en el marco del día del euskera que se celebra el 3 de diciembre. Durante esa quincena, uno habla el euskera que sabe. Incluso hay gente que se pone una chapa que ilustra un oído para mostrar que entiende la lengua, aunque no la hable, y puede así mantener una conversación bilingüe. Es una iniciativa incluyente, que busca sumar, nunca restar.

Mi padre nos transmitió el euskera, pero no siempre ha podido ser así. En la mejoría del euskera ha tenido mucho que ver la actitud positiva de los migrantes. Dentro de poco, la mayoría de los vascohablantes serán hijos de padres que desconocían la lengua vasca. Es un acto de generosidad colosal, ejemplar. Serán ciudadanos bilingües o trilingües.

Según los biólogos, el gesto natural del planeta es ser cada vez más diverso, de que haya cada vez más especies de plantas y animales. Las selvas con más especies son las que más oxígeno aportan al mundo. Imaginemos que el euskera es una especie más, que aporta oxígeno, vida, al conjunto del planeta.

Kirmen Uribe es escritor y profesor de escritura creativa en la Universidad de Nueva York (NYU).

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