Elogio del placebo

Desde el siglo XVIII se denominan placebo aquellos medicamentos que se sabe que no sirven para curar pero que complacen o tranquilizan a los pacientes. Placebo es una palabra que proviene del latín y quiere decir te complaceré. Actualmente el placebo se utiliza para probar la eficacia de los medicamentos o los tratamientos médicos. En los últimos meses ha habido discusiones interesantes en torno a su uso que nos llevan al debate sobre los efectos de prácticas alternativas o espirituales.

La aprobación de un nuevo medicamento es, en la actualidad, una tarea compleja. En su fase final hay que demostrar la eficacia del medicamento en los pacientes a los que va dirigido. La prueba ideal sería comparar los efectos entre pacientes tratados y no tratados. Para evitar efectos psicológicos, a los no tratados se les administra una dosis de alguna sustancia que tiene la apariencia de un medicamento pero que no tiene ningún principio activo. Esta es la acepción actual del placebo, pero su uso en la mayoría de los casos no está autorizado porque no se puede dejar a un enfermo sin tratamiento solo para hacer un experimento. Las normas que regulan actualmente los ensayos clínicos exigen que los pacientes con los que se hace la comparación sean tratados con el mejor tratamiento existente en ese momento.

En algunos casos la comparación de un tratamiento con un placebo es muy esclarecedora. Por ejemplo, en febrero se ha publicado un estudio en una revista norteamericana de medicina en el que se trataba de demostrar el efecto del tratamiento con antibióticos sobre el desarrollo de la sinusitis leve. El experimento ha sido realizado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, de Saint Louis, en EEUU. Trataron a 160 pacientes afectados de una forma ligera de sinusitis, la mitad con un antibiótico (amoxicilina) y la otra mitad con una pastilla similar pero sin antibiótico, un placebo. La mayoría de los pacientes mejoraron al cabo de cuatro días, pero sin diferencia entre unos y otros.

La conclusión es que el tratamiento con antibiótico en estos casos no es eficaz y podría ser incluso contraindicado porque existe el riesgo de producir resistencia. Nos podemos preguntar qué habría pasado si los pacientes no hubieran sido tratados con el placebo. Es posible que hubieran tardado más en curarse porque el simple hecho de sentirse tratado puede tener efectos positivos en un paciente. Es lo que se llama efecto placebo y hay que decir que su existencia misma ha sido discutida.

Este efecto puede estar ligado con lo que se llaman terapias alternativas. A finales del año pasado el Ministerio de Sanidad publicó un informe sobre algunas de estas prácticas y concluyó que en todas ellas, incluyendo la homeopatía y con la posible excepción de algún tipo de acupuntura, no se puede demostrar que tengan ningún efecto curativo. Esto significa que probablemente los efectos positivos que experimentan quienes las utilizan son producto del efecto placebo. De la reciente publicación que comentábamos se podría concluir que hay razones para utilizar la homeopatía en los casos de sinusitis leve. Incluso podría ser mejor que el uso de los antibióticos porque no tiene efectos negativos.

El problema se presenta cuando alguien quiere proponer que se receten estas terapias como una práctica más de la medicina. Se ha argumentado que la mayoría de las terapias alternativas no causan ningún daño, ayudan a las personas en ciertas circunstancias, son baratas y evitan que los hospitales y centros de salud se llenen aún más. Estas son las razones que se dan cuando se quieren regular, como ocurrió en Catalunya hace unos años. El problema se da, por un lado, si la enfermedad es seria. De esto tenemos un ejemplo reciente. Se ha publicado que Steve Jobs, el fundador de Apple, había empezado a tratar el tumor de que sufría con una terapia alternativa y que eso había hecho que, cuando decidió ir a un hospital, ya fuera demasiado tarde para un tratamiento eficaz. Por otro lado, si un médico receta un medicamento que sabe que no tiene efecto más allá del placebo, está de hecho engañando al paciente. Ni como pacientes ni como consumidores podemos aceptar esto fuera de circunstancias extremas.

LA CUESTIÓN se puede complicar de forma sorprendente. En una discusión reciente en la prensa norteamericana se ha puesto como un ejemplo del efecto placebo que hay datos de que prácticas espirituales como la oración o la meditación reducen los niveles de estrés y mejoran el nivel de salud. Todo esto nos lleva seguramente demasiado lejos. Pero no se puede dejar de insistir en que nos interesa que se compruebe de la forma más estricta posible la eficacia de medicamentos y tratamientos, y en que lo que llamamos medicina basada en la evidencia se aplique lo máximo posible. Una vez dicho esto, hay que recordar que nada sustituye el consejo bien informado de un médico en la relación estrecha que debe tener con sus pacientes.

Por Pere Puigdomènech, director del Centro de Investigación Agrigenómica.

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