Empleo juvenil: el momento actual rerquiere ambición

Entre 2008 y 2012, mil jóvenes pasaron a engrosar cada día las colas del paro — todavía hoy el 25 por ciento de los jóvenes carece de trabajo—, y las perspectivas no son nada halagüeñas ya que un tercio de ellos no encontrará trabajo en el plazo de un año.

Estadísticas, gráficos, números, estudios … no son más que datos y cifras que no reflejan la verdadera realidad que vive una parte, cada vez más numerosa, de la generación venidera. En la actualidad son más de seis millones los jóvenes que se enfrentan con problemas reales al no tener un puesto de trabajo, excluidos del sistema educativo y sin posibilidad de seguir períodos de prácticas en la Unión Europea. Seis millones de jóvenes que están luchando contra el destino, contra los obstáculos a la financiación de su empresa o su primera casa, o contra la dificultad que entraña abandonar el hogar de sus padres y crear su propia familia. Sin embargo, su futuro, y el nuestro, pasa también por que encuentren un trabajo en otro lugar, y encaren más y más dificultades a la hora de acceder a una asistencia sanitaria de calidad.

Si esta situación representa una vergüenza para Europa, no hacer nada —o no hacer lo suficiente— no solamente es un error político y económico, sino también un crimen. He repetido una y otra vez que no quiero oír la expresión «generación perdida» cuando se habla de los jóvenes europeos de hoy en día. Porque la responsabilidad de esta situación recae en nuestros hombros, en los hombros de los dirigentes políticos, y es nuestra responsabilidad desplegar todos nuestros esfuerzos para luchar contra el desempleo juvenil. Esta debe ser la principal prioridad de Europa.

La desocupación entre los jóvenes exige un plan de acción sólido y concreto. Hemos de dar una respuesta acorde con el desafío. Y pretender que con un plan de seis mil millones de euros lograremos algún avance es tomar por tontos a los ciudadanos. El 0,6 por ciento del presupuesto europeo, incluso para un período bianual en lugar de sexenal, no es sino una gota en el océano, máxime si se compara con los 60.000 millones que Europa ha consagrado al rescate de los bancos. Los fondos europeos han servido para pagar demasiadas autopistas y demasiados aeropuertos. Ha llegado el momento de que Europa seleccione mejor sus prioridades.

La sociedad civil, a través del Comité Económico y Social Europeo (CESE), está pidiendo cambios enérgicos, en particular por lo que respecta a las ayudas a la juventud. El CESE sostiene que Europa debe mostrarse más ambiciosa en proyectos que, como la «Garantía juvenil», pueden ofrecer a los jóvenes actuales acciones concretas para acceder al empleo, la formación y las iniciativas innovadoras. Por ejemplo, la Comisión debe ampliar su ámbito de actuación a los treinta años de edad para permitir alargar los estudios, y no únicamente en las regiones que presenten un 25 por ciento de desempleo juvenil, todo lo cual permitiría curar la enfermedad y no solo los síntomas. Esta es la manera de evitar que una idea verdaderamente buena se convierta en otro ejemplo más de endeble politiqueo. El espíritu emprendedor de los jóvenes constituye otro potente factor en el que conviene invertir para que su creatividad e innovación fructifiquen en nuevas áreas, recurriendo a viveros que los guíen a través de las primeras fases de sus proyectos, con financiación dedicada, etcétera. Tampoco debemos olvidar en estos tiempos de crisis la capacidad de la sociedad civil para insuflar nuevas modalidades de solidaridad, para ser por sí misma una fuente de innovación y un ejemplo de recuperación.

Las iniciativas de la Unión Europea actualmente en marcha para potenciar el empleo juvenil son, indudablemente, pasos que se encaminan en el sentido correcto, pero no a la velocidad suficiente. No queda tiempo para complicadas maniobras burocráticas. El momento actual exige una plena cooperación entre las instituciones europeas, las ONG, la sociedad civil y cualquier otra parte interesada en estos procesos. El momento actual exige coraje y voluntad política.

Henri Malosse, presidente del Comité Económico y Social Europeo.EUROPEO

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