Empresarios y trabajadores ante la gripe A

Los que trabajamos en Salud Pública lo veníamos anunciando. La pandemia llamaría a la puerta de forma inminente y aclarábamos que el término se reservaba para el escenario de una enfermedad que se propaga con incidencia superior a la habitual en muchos países y regiones del mundo. Y eso es lo que ahora pasa con la nueva gripe A (H1N1). Tras América, Europa, Asia y Oceanía, finalmente África se ha sumado oficialmente al mapamundi de regiones afectadas. En las pandemias anteriores los virus gripales necesitaron más de seis meses para extenderse tanto como lo ha hecho el nuevo virus H1N1 en menos de seis semanas, por lo que la OMS afirma que es inevitable que la pandemia no sólo se extienda aún más, sino que siga propagándose en las poblaciones que parecían haber dejado atrás el problema (en México se ha confirmado una segunda oleada epidemiológica). El Centro Europeo de Control y Prevención de Enfermedades ha llegado a predecir que el número de afectados «probablemente se sitúe entre el 40 y el 50 por ciento». Se puntualiza que la mayoría de éstos padecerá un síndrome gripal de carácter leve y que el porcentaje de casos graves y muertes será relativamente pequeño. Pero, pese a la baja agresividad que parece adornar al nuevo virus, no deja de generar inquietud porque afecta de manera especial a niños y personas jóvenes, habiendo mostrado esporádicamente capacidad de producir graves complicaciones en personas sin previos factores de riesgo.

Así las cosas, y sin ánimo de exagerar el problema con innecesarios tintes de dramatismo, se palpa una preocupación creciente. Y es que más allá de las consecuencias estrictamente sanitarias, el impacto económico y social puede llegar a ser considerable. Las experiencias previas nos enseñan que el nuevo virus de la gripe puede tener impacto haciendo que enfermen los propios trabajadores o los proveedores y clientes de la empresa, afectando así su capacidad de operación, adquisición de suministros y oportunidades de negocio. Además, el golpe que supone la pandemia sobre la disponibilidad de medios de transporte, las comunicaciones o los servicios de salud, puede afectar de forma temporal al funcionamiento del sector productivo. El Banco Mundial estimó que la pandemia podría provocar una caída del PIB mundial del 5 por ciento, con potenciales efectos que podrían imponer una mayor carga a los países que ya sufren recesión económica, y el FMI identificó la pandemia como «una traba para salir de la crisis». Dado lo que se puede avecinar, y aunque no debemos alarmar, lo prudente es alertar y prepararse.

En este contexto, es justo elogiar las medidas puestas institucionalmente en marcha. Promovidas por la OMS, en España se están llevando a cabo con saludable lealtad entre los partidos políticos, lo que se refleja en imagen de cohesión entre el Ministerio de Sanidad y Política Social y las Consejerías de Salud de las CC.AA. Durante la reciente reunión del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud se consensuaron medidas de vigilancia epidemiológica, reserva de vacunas y antivirales, comunicación para promover la salud y prevenir contagios, y articulación de planes asistenciales y de servicios públicos. También se hizo el anuncio de que «se está ultimando una estrategia común para asegurar que las empresas tengan preparados planes de contingencia». Esta estrategia está siendo consensuada con patronal y sindicatos. El tema no es baladí porque, según datos recientes de grupos especializados, el 73 por ciento de las empresas de todo el mundo reconocen no tener ningún plan de contingencia para afrontar la pandemia. A continuación se plantean algunas ideas pensando en los empresarios y trabajadores que deseen prepararse mejor ante este desafío.

Se aconseja empezar por la creación de un grupo coordinador de actuaciones del centro. Éste adaptará el plan de actuaciones ante emergencias, o lo desarrollará «ad hoc» para este reto. El servicio de prevención de riesgos laborales tendrá un papel primordial en el proceso. Su primera tarea será analizar el nivel de riesgo de las diversas actividades que realizan los trabajadores, en el centro o fuera de éste, según su probabilidad de contagio en la actividad laboral. Se determinará qué áreas y quiénes son los trabajadores esenciales (así como productos y servicios fundamentales, materias primas, distribuidores y logística) que necesitará durante una pandemia para no interrumpir el funcionamiento de su empresa. Todo lo anterior aporta algunos fundamentos para el diagnóstico de situación inicial y para programar acciones de formación e información.

Paralelamente se promoverán medidas preventivas e higiénicas generales, incluyendo medidas en el entorno de trabajo (actuaciones sobre las instalaciones y espacios comunes y limpieza de locales y utensilios) y promoción de medidas de higiene personal que han de ser bien conocidas (cubrirse la boca y la nariz al toser y estornudar, con pañuelos de papel y tirarlos a la basura; lavarse las manos de forma adecuada con jabón o con soluciones hidroalcohólicas; evitar llevarse las manos directamente a los ojos, nariz o boca; y no compartir objetos personales, de higiene u otros utensilios).

Se habrán de prever las lógicas medidas de vacunación o medicación antiviral según esté establecido por las autoridades sanitarias. Además, se considerará la utilización de mascarillas o equipos de protección individual que en su caso sean recomendadas por el propio servicio de prevención de riesgos laborales de la empresa, que además coordinará las actuaciones de cara a la detección de casos en el centro y medidas a seguir en coordinación con el Sistema Nacional de Salud para cada caso y contactos.

La negociación, transparencia y comunicación buscando el bien común han de presidir todas las acciones. Y ello se debe plasmar en una política explícita de la empresa para el contexto temporal de pandemia. Así, puede ser útil establecer una política flexible para articular ausencias... Recordemos que existen medidas denominadas «de control de la enfermedad» aplicables cuando procede. Estas medidas tienen nombres que pueden asustar pero en realidad tienden a ser temporales, sencillas y efectivas. Así, se habla de «aislamiento» cuando se pide a la persona con la enfermedad infecciosa que permanezca en sus hogares, en hospitales, o en instalaciones determinadas a tal fin por el sistema sanitario (y bajo el tratamiento médico que sea preciso), mientras que la «cuarentena» se refiere a la restricción del movimiento de una persona o grupo de personas que no ha desarrollado la enfermedad pero que se ha expuesto al agente infeccioso y que podría ser temporalmente contagiosa.

Para disminuir la transmisión de la enfermedad, el distanciamiento físico dentro del lugar de trabajo puede ser útil. Así, se podría espaciar/diversificar horarios de trabajo para no hacerlos todos coincidentes, de cara a minimizar aglomeraciones en transportes o entradas y salidas en «hora punta». O modificar la frecuencia y el encuentro cara a cara de los empleados o de estos con los clientes (sustituyendo las reuniones cara a cara por tele conferencias o facilitando el teletrabajo). Ha de insistirse en que todas estas medidas son circunstanciales y provisionales, y todos debemos comprender que no conllevan una disminución en la cordialidad y respeto que presiden las buenas relaciones entre una empresa y sus clientes.

Ante las aparentes dificultades que estamos viviendo estos días para el éxito del diálogo social, paradójicamente la pandemia de gripe puede suponer una oportunidad de unión como grupo humano. Sintiendo que se contribuye a un reto de todos. No en balde la preparación frente a la pandemia es una responsabilidad compartida de toda la sociedad. Piaget ya definió la inteligencia como la mejor adaptación al medio que nos rodea, y, siguiendo ese principio, la pandemia impondrá unas circunstancias a las que habrá que adaptarse con inteligencia.

José Martín Moreno, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia. Asesor de la Organización Mundial de la Salud.