Empresas para la mejora de la salud global

Los grandes avances en salud humana impulsados por los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) serán una proeza difícil de imitar. En sólo 15 años, la mortandad infantil se redujo casi a la mitad y las muertes por malaria disminuyeron un 60%. Casi 15 millones de personas de todo el mundo reciben tratamiento para el SIDA, que las ayuda a seguir siendo miembros productivos de la sociedad, en comparación con unas 10 000 que lo recibían en 2000, cuando se introdujeron los ODM.

¿Podrán los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), recién adoptados por las Naciones Unidas para que guíen los esfuerzos de desarrollo globales durante los próximos 15 años, repetir el éxito de los ODM? A la luz del muy buen historial de los ODM, hay motivos ciertos de esperanza. Pero los nuevos objetivos sanitarios son más amplios y ambiciosos que antes, y en muchos sentidos, la situación en materia de salud pública es mucho más complicada que en 2000.

Los ODS ponen el listón alto: por primera vez, los líderes mundiales se comprometieron a reducir las muertes prematuras debidas a enfermedades crónicas como el cáncer, las cardiopatías y la diabetes. No será tarea fácil, en momentos de veloz crecimiento y envejecimiento de la población mundial. Las enfermedades crónicas se destacan como causa principal (y creciente) de muerte en ambos contextos. Y más de dos mil millones de personas todavía no tienen acceso a medicamentos esenciales.

Para alcanzar las nuevas metas, debemos ingeniar nuevas formas de encarar los mayores desafíos sanitarios del mundo. Sobre todo, debemos desarrollar nuevos modelos de negocios que permitan a la sociedad aprovechar mejor el conocimiento, la creatividad y el empuje de las empresas privadas, puestos al servicio de mejorar la salud pública. El sector empresario comparte la responsabilidad de alcanzar los nuevos objetivos, pero también necesita apoyo de los gobiernos y de otras organizaciones, para que el impacto positivo sea máximo.

El reto demográfico es apabullante. Sólo estos últimos 12 años, se incorporaron a la humanidad mil millones de personas; una cifra similar lo hará de aquí a 2030, llevando la población mundial a 8500 millones según cálculos de la ONU. El segmento poblacional que más crece es el de los mayores de 60 años, grupo al que en 2030 se habrán sumado otros 500 millones de personas (hasta un total de 1400 millones).

Las personas mayores están más expuestas a desarrollar enfermedades crónicas, que hoy provocan el 63% de las muertes en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud pronostica que esa proporción llegará a 70% en los próximos diez años, y que la mayoría de las muertes se producirán en países en desarrollo. Cada año, en los países de ingresos bajos y medios mueren por enfermedades crónicas unos 28 millones de personas, aproximadamente tres cuartas partes de la mortandad mundial total debida a esas enfermedades.

Los sistemas de salud de los países en desarrollo ya están desbordados. Suelen carecer de medicinas, recursos y conocimiento práctico para dar a los pacientes crónicos un tratamiento que, en ocasiones, puede insumir años o décadas. Por ejemplo, en Etiopía, país con unos 97 millones de personas, hay sólo cuatro oncólogos. Además, muchos países en desarrollo enfrentan una doble carga sanitaria, ya que deben luchar al mismo tiempo contra enfermedades infecciosas como la malaria, la tuberculosis y el VIH/SIDA.

Es evidente que para enfrentar estos desafíos se necesitan más recursos. Pero después de la crisis financiera global, las ayudas internacionales de estados y donantes privados para el área de la salud se amesetaron en unos 35 000 millones de dólares al año, después de haber crecido más del 11% anual entre 2000 y 2010. Menos del 2% de ese dinero se dedicó a la lucha contra enfermedades crónicas.

La naturaleza prolongada de esas enfermedades y la complejidad implícita en mejorar el tratamiento de los pacientes de países en desarrollo exigen soluciones innovadoras. El sector empresario cuenta con capacidades y escala global para desempeñar en el futuro un papel más importante en enfrentar los problemas de salud pública y cumplir los ODS.

Algunas corporaciones están empezando a explorar nuevos modelos de “empresa social”, que les permitan satisfacer las necesidades de personas y sociedades en los países en desarrollo y al mismo tiempo cubrir los costos o incluso lograr pequeñas ganancias. Los emprendimientos sociales lucrativos son autosostenibles y tienen potencial para crecer y beneficiar a cada vez más personas. Pueden ser un potente complemento de la filantropía, que sostuvo gran parte del progreso reciente en temas de salud.

Mi empresa, por ejemplo, está lanzando una cartera de 15 medicamentos esenciales para el tratamiento de dolencias como la diabetes, las enfermedades respiratorias y el cáncer de mama. El objetivo es ponerlos al alcance de personas de pocos recursos en países en desarrollo, a un costo para los sistemas de salud locales de un dólar mensual por tratamiento. Comenzaremos en Kenia, Vietnam y Etiopía. Es un pequeño primer paso, y aprenderemos sobre la marcha, pero nuestra meta es expandirnos a 30 países en pocos años.

Para superar los muchos obstáculos presentes en los países de ingresos bajos y medios, estos nuevos tipos de empresa deberán explorar formas novedosas de cooperar con gobiernos, organizaciones no gubernamentales y otras empresas. Ya hay ejemplos que muestran que la colaboración intersectorial, el uso creativo de la tecnología y el desarrollo de soluciones pragmáticas pueden generar resultados impresionantes.

Llegar a que en 2030 cada persona del planeta tenga atención médica es un gran desafío, que demandará imaginación, cooperación y mucho esfuerzo; pero un mayor involucramiento del sector empresario puede ayudar a lograrlo.

Jörg Reinhardt is Chairman of the Novartis Board of Directors. Traducción: Esteban Flamini

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