En busca de la regeneración perdida

Por Jose Luis Martínez Ibáñez, periodista (EL PERIODICO, 15/04/04).

De regeneracionismo, este país sabe mucho y ha disfrutado poco. Desde finales del XIX, la alquimia ideológica montada para sintetizar un sistema de purificación de la vida política que pusiera remedio a los males desencadenados por el desastre colonial español se ha ido repetidamente al traste, alumbrando en sus descalabros nuevos movimientos reaccionarios que nos alejaban, más si cabe, del pensamiento y el desarrollo de cada época. Y en la búsqueda de esa ansiada y esquiva regeneración --manto al que no hizo ascos la aristocracia y la burguesía, usándolo para tapar sus vergüenzas y despropósitos--, España fue oscureciendo, se desanimaron sus hombres y mujeres, se alcanzaron cotas épicas de retroceso e injusticia social y se cayó en la larga noche de 40 años.

Nunca aprendimos y puede que aún no lo hayamos hecho. La mágica palabra regeneración cobró vida en la ilusión paticorta de una transición democrática que pareció olvidar la permanencia calcárea de las dos Españas que ya habían matado de frío a Machado y de decepción a Larra. Y con el vocablo a cuestas, UCD de Suárez regeneró el franquismo, el PSOE de Felipe reformó UCD y el PP de Aznar redimió al PSOE. Sin olvidar la operación reformista de Roca, que también mucho prometió y nada nuevo engendró con sus cero diputados.

Unos se ocuparon de otros, y nadie de lo trascendente: de los ciudadanos. En 1977, el trabajo por realizar era ingente, y se ha hecho bien que mal. Pero cabe preguntarse si los sucesivos gobiernos se han apoyado en el cuerpo social para transformar el país. O, para ser más realistas, si las diferentes administraciones adormecieron y desinformaron a la opinión pública para gobernar a sus espaldas con menos resistencia y responsabilidad.

Al sentir de lo recién vivido, pocas dudas caben de lo último. Nuestros regeneracionismos han sido una excusa o una entelequia, pero nunca un verdadero instrumento. Olvidaron que catalizar una regeneración conlleva estimular y respetar a la ciudadanía, y permitirle que decida con sus gobiernos en todo aquello que hipoteque el futuro. Para un gobernante, eso implica otra manera de ser y de hacer política. En apariencia, Zapatero posee tales características. Y puede que las circunstancias le ayuden a mantenerlas, porque algo nuevo es evidente. A partir del 11-M y el 14-M, al menos en este país va a resultar difícil gobernar a la antigua usanza. Desde esas fechas, los esquemas clásicos que lastran a las democracias occidentales son perecederos.

Es posible que haya llegado la hora de la regeneración tan perdida. De que ese movimiento reciclador sea de una vez por todas un medio para dejar de ser el fin de controlar el poder. Sin embargo, con más de una centuria de retraso, el regeneracionismo ha mutado. En la confusa complejidad el siglo XXI equivale a modernización. A una dinamización constante de la sociedad para que alumbre las soluciones colectivas a sus nuevos problemas, lacerantes desigualdades y permanentes temores. Eso le compete a los súbditos, pero, sobre todo, a los gobernantes. Si el 14-M caducó algo fue, en esencia, la idea de que la opinión de un presidente es más acertada que la de un individuo. Y si prendió algo fue que ningún líder va a decidir por sus gobernados. Se resquebrajó el perverso axioma de que los partidos han de conquistar el poder.

O Zapatero gobierna para los ciudadanos o sumará su impotencia regeneracionista a la de sus antecesores. Eso le obliga a sobrepasar el esperado nuevo estilo. No se aplica lo que no se cree, como nunca se dice lo que jamás se piensa. El regeneracionismo actual se dirimirá en el terreno de las convicciones democráticas, las arenas movedizas que engulleron a Aznar. Y sus retos serán qué calidad de democracia consigue y qué calidad de vida en democracia ofrece.

EL 14-M evolucionaron conceptos políticos fundamentales --y manoseados-- como poder, información o compromiso. La regeneración manda que el poder y la información se comparta con todos los sectores sociales, y eso le da a la oposición del PP un papel clave. Que los conservadores no podrán ejercer sin su propio reciclaje, del que ojalá salgan como una derecha moderna, europea y democrática, so pena de neutralizar el regeneracionismo que se anhela. En cuanto al compromiso de los gobernantes, pronto veremos su nuevo significado. Soy de quienes creen que las tropas españolas volverán de Irak por la fuerza que ha adquirido esa devaluada palabra de honor de político. Porque sin múltiples compromisos, tampoco habrá regeneración. Por cierto, hablando de regenerar: ¿limitará Zapatero su mandato a ocho años?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *