En defensa de la concertada

Sin duda, es muy positivo que el debate sobre la educación, en sus distintos niveles, ocupe los titulares de los medios de comunicación, si con ello se generan propuestas que, desde diferentes puntos de vista y con ánimo de alcanzar unas bases de consenso, contribuyan a reformar aquellos aspectos de nuestro sistema educativo que lo requieran. No es este sin embargo un camino fácil. Para concretar y aplicar estas potenciales reformas se necesitan una enorme capacidad de diálogo y el compromiso de todas las partes, por la trascendencia de estas medidas, por los ingentes recursos que precisan y por la imprescindible estabilidad del sistema educativo que la sociedad está demandando urgentemente.

Resulta por tanto indispensable situar el debate educativo en un marco adecuado, alejado de disputas y de vaivenes políticos, y enfocado solo en trazar una hoja de ruta centrada en el estudiante y que al ser aceptada por una inmensa mayoría sea capaz de perdurar en el tiempo. Por ello se invoca repetidamente un gran pacto educativo construido sobre estos cimientos. Un pacto educativo que alumbre un futuro mejor para las próximas generaciones.

Por eso, quizá lo más descorazonador de la situación que estamos viviendo estos días en Aragón con la reducción de aulas en la escuela concertada sea que, una vez más, se ha vuelto a situar a la educación, uno de los vectores clave en el crecimiento social y económico de un país, como un arma arrojadiza en el debate o, peor aún, como una moneda de cambio más, la más sencilla de utilizar, en el complejo tablero de la política.

Por desgracia, no estamos escuchando propuestas formuladas con ánimo de mejorar, sino, en el mejor de los casos, con intención de ‘equilibrar’ una situación que se percibe como injusta y compensar así supuestos agravios. De esta forma, se transmite indirectamente la idea de que el éxito de la enseñanza concertada supone un grave perjuicio para la enseñanza pública; y de que los recursos destinados a la primera merman los que recibe la segunda.

El escenario está servido entonces para el enfrentamiento interesado entre dos posiciones presuntamente antagónicas, una concepción maniquea que fuerza a tomar posición entre dos bandos opuestos e irreconciliables, donde la diversidad y autonomía de los centros y la coexistencia de modelos educativos diferentes que favorecen la libertad de elección de las familias no se perciben como una fortaleza, sino como una amenaza. Una discusión, en definitiva, donde tienen más peso los argumentos ideológicos que el análisis sereno de las evidencias y de los datos.

Sin embargo, cuando los docentes tienen ocasión de poner en común sus experiencias y sus problemas cotidianos, se percibe lo artificial de este posicionamiento. Tanto los docentes de la escuela pública como los de la escuela concertada afrontan cada día retos y dificultades muy similares, y en todos los centros existen profesionales abnegados que anhelan compartir sus ideas y proyectos y aportar lo mejor de su experiencia al servicio de toda la comunidad educativa y de los estudiantes. Aún no es tarde para reconducir la situación.

Carlos Pérez Caseiras es rector de la Universidad San Jorge.

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