En defensa de la mediación de Zapatero

Como era de esperar, han aparecido recientemente algunos artículos y cartas al lector para desacreditar la intensa y meritoria labor de mediación del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero en Venezuela. No nos debería sorprender ni el tono ni el contenido de esos escritos pues representan la voz y el pensamiento de una parte de la sociedad venezolana que lleva años tratando de imponer su visión a través de descalificaciones y críticas personales sin buscar, al contrario, favorecer el diálogo y el debate político para estabilizar la situación. Lo que sí sorprende es que estas críticas se hayan centrado exclusivamente en responsabilizar del no acuerdo en la República Dominicana a una sola persona ignorando la cuota de responsabilidad de cada uno de los participantes en esa cita diplomática. Parece que estos analistas desconocen la realidad política de Venezuela y la naturaleza misma de toda mediación internacional.

La crisis sistémica que vive Venezuela ni la ha producido ni la ha avalado Zapatero. Esta situación ahonda sus raíces hace varias décadas cuando, precisamente, esa clase política que hoy se otorga la exclusividad a la hora de defender sus credenciales democráticas fue la que facilitó, dado su nivel de descrédito y corrupción, la llegada al poder del comandante Hugo Chávez. Este fue posteriormente elegido democráticamente por la mayoría del pueblo venezolano y refrendado en varias ocasiones. Se le podrá criticar al régimen bolivariano de muchos errores, pero no por no haberse sometido a la valoración ciudadana. Venezuela ha sido el país con más contiendas electorales de todo el hemisferio sur en las últimas décadas. Esta obsesión por el "cambio de régimen" por parte de un sector de la sociedad venezolana y de algunos actores internacionales no es por lo tanto nueva y nadie debe ignorarla. Tras el fallecimiento del presidente Chávez y la llegada de Maduro, esta confrontación político-ideológica llevó al país a un callejón sin salida. El Gobierno venezolano no deseaba hacer concesión alguna y la oposición buscaba única y exclusivamente la caída del régimen, movilizando a la calle y buscando un clima de desestabilización generalizado que no conducía más que a un enfrentamiento civil.

Éste es el contexto en el que Rodríguez Zapatero es solicitado por los principales actores internacionales, incluido Estados Unidos, para aceptar esta mediación internacional. Otros muchos lo habían intentado y sus esfuerzos no duraron más de 48 horas, optaron por una sola parte y sus logros fueron nulos. Su fracaso fue obvio y nadie criticó sus buenas intenciones.

Muchos calificaron la misión del presidente Rodríguez Zapatero como una misión imposible y, sin embargo, él aceptó involucrase en esas acciones por razones de responsabilidad y compromiso, por la paz y el bienestar de Venezuela y de los venezolanos, sin olvidar que todo dirigente político español debe buscar la reconciliación que será siempre el mejor marco para el futuro de los más de 150.000 hispano-venezolanos que viven en ese país.

¿Cuáles eran por lo tanto los objetivos de la actuación del presidente Zapatero?

En primer lugar, evitar la confrontación y el baño de sangre que se anunciaba de forma irreversible en Venezuela. El resultado no lo puede negar nadie. Frente a una guerra civil anunciada, a finales del año 2015, ésta no se ha producido gracias, en gran parte, al trabajo de mediación durante más de dos años de Zapatero.

En segundo lugar, la situación política y humanitaria en el país era insostenible y los principales líderes políticos de la oposición se encontraban presos en las cárceles venezolanas. El resultado es claro. Mientras otros mediadores desistieron a las pocas horas de intentarlo, Zapatero fue el único que consiguió sacar de las cárceles a estos opositores y, aunque no gocen plenamente de sus derechos, han recuperado parte de su libertad.

En tercer lugar, la misión era reconducir todo el proceso político para reforzar el orden constitucional y democrático para que la sociedad venezolana recupere la confianza y el apoyo a las instituciones de su país. Ni golpes militares ni civiles debían ser la respuesta; sólo elecciones preparadas y organizadas con el respaldo y la aprobación de todas las fuerzas políticas debían ser el objetivo último. Éste era el gran reto que se jugaba en la isla de la República Dominicana y al que Zapatero dedicó tiempo, imaginación, compromiso y trabajo.

Para alcanzar este objetivo, el presidente se movilizó para conseguir el apoyo de todas las instituciones internacionales y de todos los países involucrados en Venezuela. Logró movilizar a Naciones Unidas y a su secretario general, a la Iglesia católica y al Papa, a la Unión Europea, a los distintos países y organizaciones latinoamericanas y, cómo no, también a Estados Unidos.

El resultado está ahí. Y la última propuesta no suscrita por la oposición debe conocerse y valorarse con objetividad en todos sus términos para poder criticarla. Los documentos seguirán siendo una referencia esencial si se desea celebrar unos comicios presidenciales consensuados y no unilaterales. Y, como ha señalado el presidente dominicano, están listos para seguir la negociación cuando la oposición lo decida. Por lo tanto, las negociaciones no están cerradas. Hay sobre la mesa una propuesta del Gobierno Maduro. No ha habido una propuesta unificada de la oposición, que carece de líder y de mecanismo para consensuarlo. Zapatero, al no abandonar la discreción, mantiene la posibilidad de retomar las negociaciones.

Estos son los logros objetivos, difíciles de no reconocer. Además, para comprender mejor cómo se alcanzaron, conviene entender adecuadamente la labor de todo mediador. Algunos creen que para intervenir en una mediación basta con defender a una parte y mantenerse inflexible en relación con la otra. En el caso de Zapatero, han sido muchas las críticas sobre su supuesta parcialidad a favor del régimen de Maduro. Ésta era la tarea más compleja y todos aquellos que entienden de mediaciones internacionales deberían valorar los esfuerzos de Zapatero para cambiar algunas posiciones irrenunciables de régimen bolivariano y que éste aceptase unas reglas de juego realmente democráticas. Lo fácil en esta ocasión era estar con la oposición y limitarse a apoyar sus reivindicaciones. Lo difícil era hacer que se moviera el Ejecutivo venezolano para aceptar cambios y propuestas que fuesen justas y razonables.

La tesis más escuchada por parte de estos analistas críticos es que el ex mandatario español se envolvió en un bolivarismo ideológico para hacer ganar tiempo al presidente. Las acusaciones de mala fe a Zapatero de un sector minoritario no se concretan formalmente en una recusación de su mediación por la oposición, sencillamente porque esas acusaciones son de parte. Lo que buscan estos acusadores anónimos es bloquear los canales de negociación e impedir que puedan participar en ellos los demás sectores mayoritarios de la oposición.

¿Qué significa ganar tiempo?, ¿qué otra vía ofrecen los supuestos defensores de la paz y democracia en Venezuela?, ¿qué se gana con la ruptura del diálogo en Dominicana y la oferta de una plataforma electoral aceptable por todos?, ¿cuál es el resultado del rechazo?

No existe alternativa democrática a las negociaciones con mediación internacional. La oposición debe establecer un sistema de elección democrática de sus portavoces (primarias, con observadores internacionales) o abrir la presencia a todas las distintas fuerzas de la oposición (incluyendo el llamado chavismo crítico y las fuerzas que participaron en las elecciones municipales) a las negociaciones en Santo Domingo.

Lo que los críticos olvidan y, sobre todo, no denuncian sobre la labor mediadora de Zapatero, son las circunstancias en que ésta se movió en los últimos meses. Las primeras rondas de negociación en República Dominicana fueron prometedoras. Todos los actores -Gobierno, oposición, organizaciones intencionales y países relevantes- la apoyaron sin fisuras. Pero. ¿cómo se puede mediar si 48 horas antes de iniciarse la ronda final definitiva en Santo Domingo la Unión Europea aprueba sanciones políticas y económicas contra las principales personalidades del régimen venezolano, cuando se sabe que una serie de países han decidido cambiar de política y prefieren romper el diálogo y no los esfuerzos mediadores para encontrar una solución negociada?. En esas condiciones, ¿cómo se puede mediar cuando una parte no desea el acuerdo? El denominado fracaso no es del mediador sino de aquellos que han saboteado los esfuerzos loables, sinceros y comprometidos del mismo.

En definitiva, son los ciudadanos venezolanos los que deben valorar la labor de mediación del presidente José Luis Rodríguez Zapatero y no analistas sesgados que desconocen la compleja realidad política y diplomática de la crisis venezolana. Es seguro que la mayoría de la ciudadanía venezolana ha apreciado que se haya evitado una guerra civil en su país, los logros humanitarios alcanzados en estos dos años y el esfuerzo diplomático para establecer una plataforma común para fortalecer definitivamente la institucionalidad democrática de Venezuela.

La mediación necesita valentía y toda negociación exige paciencia, tenacidad y perseverancia. Todos estos atributos han quedado reflejados en la labor de mediación de Zapatero.

Miguel Ángel Moratinos fue ministro de Exteriores.

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