En defensa de la reforma laboral

Una de las críticas que recibe la reforma laboral es que se ha esperado dos años para llevarla a cabo. No es cierto, no lleva esperando dos años, sino dos décadas, porque nuestro modelo laboral ha tenido pocas variaciones en el último cuarto de siglo. La reforma laboral, por lo demás, es uno de los motivos que ha llevado a los sindicatos a convocar la huelga general del miércoles.

Hace unos días, en un debate público, una persona que había ocupado altas responsabilidades en el área económica de los gobiernos del PP reconocía que algunas de las medidas que contiene la reforma laboral se debían haber incorporado a nuestra legislación a principios de la década, cuando el PP gobernaba en España. Ahora, durante la tercera, y más intensa, crisis económica desde la transición democrática, hemos comprobado, una vez más, que el modelo exige cambios. Y ahora el Gobierno ha actuado anteponiendo esa clara necesidad de nuestro mercado laboral a la comodidad de no afrontar las reformas imprescindibles.

La rapidez y espectacularidad en la creación de empleo en España en los periodos de crecimiento económico -2.802.000 puestos de trabajo creados entre el 2004 y el 2008- es solo comparable a la rapidez y espectacularidad del incremento del desempleo en el momento de la recesión: 2.008.000 personas han perdido su trabajo entre el 2008 y el 2010.

¿Por qué un país capaz de crear estas altísimas tasas de empleo se enfrenta a un incremento exponencial del desempleo? Si existe un factor capital para obtener la respuesta, es el peso del sector de la construcción en el modelo productivo español.

Obviamente, no es el único factor; cabe pensar que el bajo valor añadido que genera el turismo de sol y playao que el escaso crecimiento de nuestra productividad en los últimos 20 años también influyen, pero la elevada tasa de paro de España es consecuencia directa de la denominada crisis del ladrillo. Las estimaciones indican que más de la mitad de las personas que han perdido su puesto de trabajo durante la crisis provenían del sector de la construcción.

Es obvio que necesitamos otro modelo económico, y que este no puede construirse con las viejas herramientas. Estamos en una economía abierta, globalizada y competitiva. Lógicamente, si pretendemos que nuestra economía pueda competir y se pueda internacionalizar, precisamos de nuevos instrumentos.

La reforma laboral aporta algunas de las herramientas que nos van a permitir construir unos cimientos sólidos para nuestro nuevo modelo económico. Por ejemplo, la reforma dotará a nuestro mercado laboral de la flexibilidad y adaptabilidad que precisa. Pero que nadie confunda la flexibilidad con la precariedad, que nadie crea que adaptabilidad es sinónimo de complacencia.

Todos tenemos en mente cómo se garantizaron los puestos de trabajo y la continuidad de una factoría automovilística catalana. La modificación de las condiciones de trabajo, acordadas de manera ejemplar entre empresa y trabajadores, evitó buena parte de los despidos y garantizó la adjudicación de la fabricación de un nuevo modelo. Hoy, ese acuerdo ya está dando más frutos y la firma automovilística creará nuevos puestos de trabajo.

La reforma permite a nuestro mercado laboral ganar en adaptabilidad, para que el tejido productivo sea todo lo flexible que las circunstancias exijan y que trabajadores y empresa decidan. Porque la reforma laboral reafirma que los acuerdos son el camino para que las modificaciones de las condiciones de trabajo que se establezcan sean fruto de la negociación y tengan por objeto garantizar los puestos de trabajo.

Pero la reforma tiene vocación de ser, además de una ley ya vigente, un punto de partida. Tiene voluntad y potencial para convertirse en la base para el desarrollo de un marco de relaciones laborales adecuado para el siglo XXI. De ahí que incluya una apelación a que los interlocutores sociales, en ejercicio de su autonomía colectiva, acuerden en un plazo de seis meses una reforma de la negociación colectiva en el marco de la negociación bipartita que están desarrollando en la actualidad sobre esta materia.

Ese es el siguiente reto de nuestro marco de relaciones laborales, adecuar la negociación colectiva laboral, que la Constitución consagra, al ámbito bipartito entre los representantes de los trabajadores y empresarios. Tengo la convicción de que los interlocutores sociales afrontan esta negociación con la responsabilidad necesaria para dinamizar el mercado de trabajo y favorecer el empleo.

Es necesario que, una vez aprobada la reforma laboral, y con ese horizonte de seis meses, las organizaciones empresariales y los sindicatos representativos retomen la voluntad expresada en el acuerdo sobre negociación colectiva, firmado por los interlocutores sociales el pasado mes de febrero.

Tal vez esta semana los acontecimientos nos desborden, pero en ningún caso deben alterar el objetivo expresado tanto en la voluntad del acuerdo bipartito como en la reforma laboral. La ciudadanía exige a todos los interlocutores con responsabilidad en el ámbito social que creen las condiciones tanto para dar respuesta a la situación actual de la economía, como a los principales problemas que nuestro mercado laboral arrastra desde hace décadas.

Celestino Corbacho, ministro de Trabajo e Inmigración.