En el 30º aniversario

El día 25, el Estatuto de Gernika cumple treinta años. Para cuantos podemos recordar el referendo estatutario, ha transcurrido media vida. Parece adecuado, pues, hacer balance y formular alguna reflexión de futuro; pero, sobre todo, conmemorarlo, celebrar como se debe la fecha clave de nuestra más reciente historia.

El balance es, sin duda, positivo. El Estatuto constituye hoy un elemento básico de acuerdo, un punto de encuentro para la mayoría de los vascos. Con toda seguridad, su respaldo social supera el consenso político o el 53% del electorado que lo avaló en aquella fecha en las urnas. Hoy, para la mayoría social y política vasca, el Estatuto se ha acreditado como instrumento eficaz, capaz de dar satisfacción a sus aspiraciones de autogobierno. Hay una mayoría de vascos que nos sentimos identificados con el Estatuto, con el marco jurídico-político que representa, con su condición de regulador de la convivencia en una sociedad plural. Y también con lo que supone como expresión del concepto de autogobierno más desarrollado de Europa y cauce para nuestra contribución solidaria en la construcción de la España de la Constitución del 78.

Es así porque el Estatuto ha hecho posible el ejercicio de nuestro autogobierno. Por vez primera, de modo efectivo, alaveses, guipuzcoanos y vizcaínos compartimos un mismo marco institucional. Los vascos somos hoy responsables de las decisiones que nos afectan como nunca antes lo fuimos, mitología nacionalista aparte, en toda nuestra historia. Y lo somos gracias al Estatuto y a su desarrollo, al que sólo desde la óptica mezquina de un nacionalismo radicalizado se le pueden poner reparos.

Pero, como decía al principio, también es oportuno hacer alguna reflexión de futuro. Si la mayoría de la sociedad vasca está mejor, en términos políticos, que hace tres décadas, se debe a que el Estatuto ha generado satisfacción política entre nosotros. Y si, pese al hostigamiento de los terroristas o a invectivas políticas como el plan de Ibarretxe, disponemos de un marco político-jurídico consolidado, se debe a que el Estatuto ha dado respuesta a las demandas de la inmensa mayoría de nuestra sociedad. Por ello, reafirmar nuestro compromiso con el Estatuto es reafirmar el compromiso de seguir dando respuestas y satisfacción a esa mayoría, demócrata y moderada, que reclama para todos un futuro de convivencia en paz y libertad. Es un compromiso que formulamos con total convicción; porque estamos convencidos de que el desarrollo de la Constitución del 78, que es lo que el Estatuto representa en Euskadi, debe conducir a metas de mayor libertad y solidaridad entre todos los españoles.

Pero, claro está, este compromiso con el Estatuto no es un compromiso de coincidencia con la lectura nacionalista del Estatuto. El pleno y leal desarrollo del Estatuto es bueno para el País Vasco y los vascos: pero en ningún caso puede estar condicionado a la conveniencia política o la conformidad del PNV. Y, naturalmente, éstas también son fechas adecuadas para reclamar otros desarrollos pendientes del Estatuto; los que dependen de nuestras instituciones, los que deben vertebrar internamente nuestra comunidad autónoma y equilibrar territorios y recursos para hacer frente a las responsabilidades de cada cual ante los ciudadanos.

Pero, sobre todo, en clave de futuro, Estatuto significa ejercicio de libertades y derrota de los terroristas y sus pretensiones. Normalidad democrática, defensa activa de los valores democráticos -convivencia, tolerancia, pluralismo-, desarrollo económico y social, respeto a los derechos humanos y solidaridad con las víctimas de un terrorismo que siempre ha combatido con las armas las decisiones democráticas de la sociedad vasca. Tres décadas después, el Estatuto no está 'muerto', como algunos proclamaron; ni ha sido 'superado' por los proyectos excluyentes de quienes, simplemente, pretendieron burlar y quebrantar la voluntad expresada por los vascos en las urnas. Por el contrario, goza de buena salud, que se manifiesta en el respaldo de una mayoría social que se identifica con él y las instituciones que de él dimanan. Esto es bueno para el País Vasco y bueno para el futuro de los vascos; aunque quizá no sean capaces de percibirlo así ni el PNV, que ha salido del gobierno tras obsesionarse durante una década en acabar con el Estatuto, ni quienes aspiran a reeditar frentes nacionalistas para dividir y enfrentar al País.

No es éste momento para la melancolía, sino para comprender la importancia del camino recorrido en estos años; es también hora de rectificar errores; y, por supuesto, de hacer del Estatuto un instrumento eficaz para afrontar los grandes retos del presente: La defensa de las libertades, frente al persistente desafío de ETA; y la superación de la crisis, que amenaza nuestro tejido económico y nuestra cohesión social. Al cumplirse 30 años de su aprobación tenemos sobrados motivos, no ya de conmemoración, sino de celebración del Estatuto. Hoy, con la perspectiva del tiempo transcurrido, podemos dar pleno significado al 25 de octubre de 1979. Y, en consecuencia, celebrarlo como festividad del País Vasco, fiesta de todos y a todos los efectos, tal y como el Grupo Popular ha propuesto establecer por ley en el Parlamento vasco.

Leopoldo Barreda, portavoz del PP País Vasco y vocal del Comité Ejecutivo Nacional.