Hoy 10 de mayo de 2018 se cumplen 100 años de la publicación del Decreto por el que se fundaría el Instituto-Escuela. Es un decreto extenso y detallado, desde la Exposición al propio decreto, firmado por Alfonso XIII y Santiago Alba, ministro liberal de Instrucción Pública y Bellas Artes del primer gobierno de “concentración nacional”. La nueva escuela estaba bajo el control y la tutela de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, presidida por José Castillejo, persona de gran valía que trataba de organizar y renovar la Educación en España, en un centro que –en caso de éxito- pasaría sus experiencias al resto de las escuelas del país. En 1918, la educación en España tenía graves problemas: en primer lugar el proceso de la Escuela Primaria terminaba cuando los alumnos cumplían 14 años, pero los que hacían Bachillerato pasaban al Instituto, tan lejano a la Escuela, al cumplir los 10 años. Esta era una de las cuestiones fundamentales que abordaba el Instituto-Escuela: dar al proceso educativo una continuidad, introduciendo paulatinamente nuevos conocimientos y métodos adecuados. Esta fue la gran conquista de la Institución Libre de Enseñanza desde finales del XIX, que aún sin proporcionar un currículo a sus alumnos les preparaba para el acceso a la Universidad, no sin muchas dificultades.
El Instituto-Escuela ordenó y organizó su plan de estudios siguiendo las ideas educativas de Francisco Giner de los Ríos, que concebía la educación como un todo, con diferentes matices en cada etapa - considerando siempre fundamental la escuela primaria – y con un permanente sentido educativo durante todo el proceso: despertar la responsabilidad de los discípulos, establecer una relación de respeto y afecto entre profesores y alumnos, despertar y estimular todos los aspectos y facultades de la persona: respeto a entorno humano y natural, curiosidad por el conocimiento, afición al trabajo, el estimulo del sentido estético y de la capacidad de organización y colaboración.
El 10 de julio de 1918 se publica el Reglamento para el Instituto-Escuela. La proximidad de esta fecha a la del Decreto de fundación (10 de mayo) y lo extenso y minucioso de este documento, hacen pensar que todo estaba organizado de antemano. Y este Reglamento sirvió siempre de guía al Instituto-Escuela. Esta dividido en cuatro partes: la primera se refiere a los alumnos, la segunda al plan de estudios, la tercera parte está dedicada a los profesores. En ella se introduce la figura de los profesores “aspirantes al magisterio secundario” cuya formación era responsabilidad de la Junta. La experiencia resultó muy bien y de ella salieron excelentes maestros, como Manuel de Terán, María Sánchez Arbós, Carmen Castilla, Miguel Catalán, Carmen García del Diestro y un largo etcétera.
La cuarta parte del Reglamento estaba dedicada a los edificios y fue la que más tardó en ponerse en práctica. El primer edificio se terminó en 1929 (es el actual Instituto Isabel la Católica) y los del Hipódromo (actual Instituto Ramiro de Maeztu), junto a la Residencia de Estudiantes, que más reflejaban el carácter del Instituto-Escuela, son de los años de la República, que marcan su plenitud, desgraciadamente interrumpida por el comienzo de la Guerra Civil en 1936.
De este modo, la vida de esta experiencia renovadora de la enseñanza, única en España, fue breve: duró 18 años, durante los cuales tuvo que superar las dificultades sobre todo económicas de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) , que no permitieron la construcción de edificios, siempre pendientes, ni la multiplicación de la experiencia en otras ciudades, como estaba previsto. A pesar de ello, y desde el primer curso de funcionamiento, se presentó una Memoria cada año que dejaba testimonio de la labor realizada, evaluándola en sus diferentes aspectos. A los cinco años, con la llegada de los primeros alumnos a la Universidad, se llegó a la conclusión de que la experiencia era válida y se podía multiplicar.
Precisamente el año 1936 marca el punto culminante del Instituto-Escuela. Tenía nuevos y útiles edificios, a la cabeza de la arquitectura escolar. Se había multiplicado con éxito en Barcelona, Valencia y Sevilla. Las actividades de los alumnos se incrementaban: viajes al extranjero, colonias de verano internacionales, un magnifico coro, representaciones teatrales ambiciosas, como La pájara pinta de Alberti, en sus dos únicas representaciones en España; deportes. Una biblioteca, la Biblioteca Literaria del Estudiante, dirigida por Menéndez Pidal desde el Centro de Estudios Históricos, también dependiente de la Junta, y que valdría la pena recuperar, ya que contiene excelentes textos de la literatura española.
El desenlace de la guerra, con la victoria de los sublevados, absolutamente contrarios a la Institución Libre de Enseñanza y a cualquier forma de renovación pareció el fin del Instituto-Escuela, de la Junta para Ampliación de Estudios y de tantas otras cosas. Pero en los oscuros años 40, en medio de la terrible situación del país, un grupo de profesores del Instituto-Escuela, reunidos por Jimena Menéndez Pidal, quiso intentar mantener un modo de enseñar que habían practicado juntos y en el que creían. Fue una fundación casi familiar, con niños próximos, a la cual llamaron “Colegio Estudio”. Ahora es un colegio muy grande en el que se trabaja para mantener vivos unos principios, que frente a los cambios de todo tipo: sociales, económicos, familiares, científicos, continúan conservando su vigencia.
Elvira Ontañón es escritora e historiadora,patrona de la Fundación Francisco Giner de los Ríos y vicepresidenta del Patronato Fundación Estudio