En el punto de mira

Por Rafael L. Bardají (GEES, 24/10/05. Publicado en La Razón, 24/10/05):

Quienes hace año y medio creyeron que el 11-M era una consecuencia directa de la guerra de Irak y la famosa foto de las Azores han vivido imaginando que, una vez dejado todo aquello atrás, podían dormir tranquilos.Quienes hace año y medio creyeron que el 11-M era una consecuencia directa de la guerra de Irak y la famosa foto de las Azores han vivido imaginando que, una vez dejado todo aquello atrás, podían dormir tranquilos. El terrorismo islamista nos dejaría a los españoles en paz. Nada más falso. En la guerra no hay nada peor que ignorar al enemigo, pero eso es lo que han sugerido que hagamos los actuales responsables de nuestro país.

España, sin embargo, no se ha vuelto un lugar más seguro. Al contrario, si se tiene en cuenta lo que dicen los jihadistas, la única conclusión posible es que España no sólo sigue en su punto de mira sino que vuelven a dedicarnos una atención que no nos imaginamos. En primer lugar, está la reciente carta del lugarteniente de Bin Laden, el médico egipcio Al Zawahiri, al jordano que está aterrorizando Irak, Al Zarqawi. En ella le muestra la disconformidad con las bestiales tácticas que el terrorista emplea en Irak, como los vídeos de las decapitaciones que según Al Zawahiri generan más rechazo que apoyo a la causa del Islam radical, y critica abiertamente los atentados cuyas victimas son musulmanes. Al Zawahiri le pide a Zarqawi que reconsidere sus actuaciones y se centre en el verdadero enemigo al que hay que castigar, a Occidente. En realidad la carta del dirigente egipcio de Al Qaeda no hace sino recoger un fuerte debate que se ha desarrollado entre los jihadistas desde los atentados en Arabia Saudí en mayo y noviembre de 2003. Muchas páginas web vinculadas al Islam extremista han recogido este debate sobre la legitimidad de asesinar a musulmanes y en la mayoría se muestra su apoyo a que lo que tiene que hacer es atacar a los occidentales. Y España es parte de ese Occidente al que tanto odian y al que tanto le gustaría ver bajo su dominación.

Un segundo elemento: Hay unas 50 páginas web vinculadas directamente a Al Qaeda y unas doscientas más a diferentes grupos jihadistas. En varias de ellas han crecido las referencias directas a nuestro país por razones varias, desde el rechazo que les provoca el matrimonio homosexual aprobado por el gobierno socialista, hasta – y no es baladí- las recientes condenas por el macrojuicio del 11-S y lo que se espera de la instrucción del sumario del 11-M. En las más de 2000 páginas web del mundo islamista radical que se abren y cierran en el ciberpespacio, las referencias a Al Andalus son continuas, pero los detalles específicos a la coyuntura de nuestro país son muy preocupantes.

En tercer lugar, la respuesta del gobierno de Rodríguez Zapatero para enfrentarse a la violencia en el mundo islámico, la llamada “Alianza de civilizaciones” tampoco es del agrado de los terroristas, pero no porque piensen que les supone una amenaza contra sus actividades, sino porque leen en ella una apuesta del gobierno español por los dirigentes del mundo árabe que ellos, los seguidores de Bin Laden, denuncian por corruptos y vendidos al capitalismo. Si Rodríguez Zapatero pensó alguna vez que su iniciativa podría aplacar el demonio que los terroristas islámicos llevan dentro, no tiene más que pedir al CNI lo que dicen de él y leerlo. O, más fácil y barato, navegar un rato por los sitios de Internet controlados por los extremistas musulmanes.

Y hay un factor más que los seguidores de la palabra de Bin Laden utilizan continuamente en sus discursos: la debilidad española. La debilidad, no la fuerza, es lo que incita su violencia, sus ataques y si de algo no cabe duda es que los terroristas piensan que España es débil. No sólo obtuvieron su particular victoria el 11-M y el día que Rodríguez Zapatero hizo público que había ordenado al ministro de defensa la retirada de Irak, sino que ven a España como un país profundamente enfermo. Da igual que se equivoquen o no, su percepción es lo que cuenta. Y quien lo dude que hojee sitios como la revista jihadista on-line Al-Asr, por citar solo un caso.

Muchos habrá que digan que los tres países castigados por el terror islamista son los que estaban en las Azores. No sólo sería una injusticia histórica con rusos, saudíes, turcos o balineses, sino que no es verdad. El intento de hacer volar parte de la red de trenes de Paris, desbaratado por la gente de Sarkozy, hace pocas semanas, o también el atentado frustrado en Holanda supera con mucho el marco de la guerra de Irak, quienes la apoyaron y quienes se opusieron a la misma. La jihad contra occidente comenzó mucho antes del derrocamiento de Saddam, aunque un Irak pacífico y libre sí que significaría un golpe mortal contra el jihadismo. Pero eso es otra historia.

El actual gobierno español ha actuado todo este tiempo como si estuviéramos a salvo, como si su retórica compensara el odio que los islamistas nos profesan. Ha evitado vincular la presencia de las tropas españolas en Afganistán con la lucha contra el terrorismo y prefiere dedicar una parte significativa de las fuerzas armadas a la atención a los desastres naturales antes que encomendarles nuestra defensa frente a una amenaza exterior real. No se ha atrevido a mirar de frente al terror. Es hora de que escuche lo que dicen los terroristas, porque eso es lo que se nos viene encima.