En Europa se hace un rescate de deudas secreto

Mientras el mundo se preocupa por Donald Trump, el Brexit y el flujo de refugiados de Siria y otros países en guerra, el Banco Central Europeo sigue trabajando sin pausa y discretamente en su plan de reestructuración de deudas (también llamada flexibilización cuantitativa, FC) para aliviar la carga de los países de la eurozona sobreendeudados.

Según el programa de FC del BCE (iniciado en marzo de 2015 y que probablemente se extenderá después del final previsto para marzo de 2017), los bancos centrales de los países de la eurozona tienen 1,74 billones de euros (1,84 billones de dólares) para comprar títulos en el mercado privado, de los que más de 1,4 billones de euros están destinados a comprar deuda pública del país al que pertenece cada uno de esos bancos.

El programa de FC parece simétrico, porque cada banco central compra deuda de su propio gobierno en proporción al tamaño del país. Pero el efecto no es simétrico, porque los títulos de deuda de los países del sur de Europa (lugar de los mayores excesos de endeudamiento y déficits de cuenta corriente del pasado) se recompran mayoritariamente en el extranjero.

Por ejemplo, el Banco de España compra bonos de su país que están en posesión de inversores de todo el mundo (y reduce así la deuda de España con acreedores privados); a los bonistas de la eurozona, el pago se les acredita mediante órdenes de pago que emite el Banco de España a los bancos centrales de sus respectivos países (en particular, el Bundesbank alemán y, en algunos casos, el banco central holandés). Pero si los vendedores no están dentro de la eurozona, el encargado de acreditar el pago suele ser el BCE.

En este último caso suelen producirse transacciones triangulares, donde los vendedores transfieren el dinero a Alemania u Holanda para invertir en títulos de renta fija, empresas o acciones. De modo que el Bundesbank y el banco central holandés no sólo deben acreditar las órdenes de pago directas recibidas de España, sino también órdenes indirectas derivadas de las recompras de bonos que efectúa el Banco de España en terceros países.

Las órdenes de pago acreditadas por el Bundesbank y el banco central holandés se registran como derechos (créditos) de esos bancos en el sistema de compensación TARGET contra el sistema del euro. A fines de septiembre, esos derechos ascendían a 819 400 millones de euros, de los que al Bundesbank correspondían 715 700 millones, el 46% de los activos externos netos de Alemania a mitad de año. Desde el inicio del año, el monto combinado de los derechos de ambos países en TARGET aumentó 180 400 millones de euros, o sea 20 000 millones de euros por mes, en promedio. A la inversa, las obligaciones de los países del sur de Europa (Grecia, Italia, Portugal y España) con TARGET ascendían a 816 500 millones de euros.

Para los cuatro países, estas transacciones son un negocio estupendo: les permiten cambiar deuda pública en poder de inversores privados, con vencimientos fijos y pago de intereses, por deuda contable en el sistema TARGET (sin fecha de vencimiento y por ahora sin pago de interés) de sus bancos centrales, instituciones que el Tratado de Maastricht define como sociedades de responsabilidad limitada, porque si se endeudan demasiado, los estados miembros no tienen obligación de recapitalizarlas.

Si se produjera una debacle y esos países abandonaran el euro, sus bancos centrales nacionales probablemente quebrarían, porque gran parte de sus deudas están denominadas en euros, mientras que sus derechos de cobro contra los respectivos estados y los bancos se convertirían a la nueva moneda en proceso de devaluación. De modo que los derechos del resto del sistema euro en TARGET quedarían reducidos a la nada, y lo único que podrían hacer el Bundesbank y el banco central holandés sería esperar que otros bancos centrales sobrevivientes compartan las pérdidas. En ese momento, los ex bonistas alemanes y holandeses, ahora en posesión de dinero del banco central, advertirán que tienen en cartera derechos de cobro contra sus bancos centrales que ya no tienen respaldo.

No quiere decir esto que alguien esté impulsando activamente una debacle. Pero en vista de las negociaciones (cuyo inicio previsto es 2018) para la creación de una unión fiscal europea (que implica transferencias sistemáticas del norte de la UE al sur), no estaría mal que Alemania y Holanda sepan lo que puede suceder si no firman un posible tratado. Como están las cosas, es de prever que aceptarán una unión fiscal, aunque sea porque les permitirá ocultar en una unión de transferencias europea las quitas de deuda previstas, en vez de revelarlas ya mismo.

Hans-Werner Sinn, Professor of Economics and Public Finance at the University of Munich, was President of the Ifo Institute for Economic Research and serves on the German economy ministry’s Advisory Council. He is the author, most recently, of The Euro Trap: On Bursting Bubbles, Budgets, and Beliefs. Traducción: Esteban Flamini.

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