En Europa, todos ganamos

No hagan caso de los escépticos. Europa está ganando. La crisis puso a prueba el euro y la moneda salió reforzada. Ahora que discutimos medidas para fortalecerla, volvemos a encontrarnos con la misma pregunta de siempre. ¿Seremos capaces de tomar la iniciativa cuando las cosas van bien, o esperaremos a que otra crisis nos obligue a actuar?

La crisis nos pilló desprevenidos, pero, ante un peligro real, los líderes europeos se atrevieron a dejar los convencionalismos para defender nuestra divisa. El ejemplo más claro es tal vez el mecanismo soberano de protección de 500.000 millones de euros: el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE). Y la expansión económica actual es, sin ninguna duda, nuestra recompensa.

Todas las economías de la eurozona viven un periodo de sólido crecimiento. Las herencias de la crisis, como la deuda pública, los déficits y el desempleo, están disminuyendo paulatinamente y con una coordinación sin precedentes. La mejor prueba es Grecia: después de ocho años de ajuste, sostenidos por 256.000 millones de euros en préstamos, este verano se ha cerrado el programa de ayuda financiera.

Es fundamental tener voluntad política y paciencia. La paciencia es el mejor antídoto contra el ascenso de los populismos y los extremismos. Defender el euro con unas instituciones mejoradas sigue siendo la solución más barata para asegurar el crecimiento y el peso de Europa en un mundo cambiante.

Nuestra unión monetaria es una labor inacabada. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, pidió al Eurogrupo que elaborara soluciones para culminar la unión bancaria y reforzar el MEE. Los avances podrán traducirse en decisiones concretas esta semana, cuando los dirigentes se reúnan en Bruselas.

No va a haber ningún big bang. Una de las principales propuestas es convertir el MEE en el instrumento para la resolución de crisis bancarias. Esperamos que eso evite que las dificultades de los bancos repercutan en nuestras economías y nuestros contribuyentes. El MEE puede suministrar nuevas herramientas para afrontar las crisis de deuda soberana. Y también estaremos listos para debatir la idea de un seguro común de depósitos que prevenga los pánicos bancarios.

Podemos compartir cada vez más riesgos porque los hemos reducido en el sector bancario. Un informe de la Comisión Europea, el Mecanismo Único de Supervisión y la Junta Única de Resolución destaca que, en los últimos años, los bancos han aumentado mucho sus reservas de capital, mientras que han disminuido el apalancamiento y las reservas de préstamos morosos. Estos últimos se han reducido en un tercio desde el comienzo de la crisis, especialmente en los países con mayores coeficientes de préstamos no productivos. En el tercer trimestre del año pasado, el porcentaje medio de préstamos no productivos fue del 4,4% de los préstamos brutos totales, en la misma tendencia descendente de los trimestres anteriores, y los primeros indicadores muestran que la tendencia continúa.

El mes pasado, los ministros de Finanzas de la UE dieron otro gran paso con la aprobación de una posición común sobre el Paquete Bancario, que incluye una norma por la que se fija el volumen de capital subordinado que necesitan los bancos para absorber pérdidas antes de utilizar los fondos de resolución. Que nos centráramos en la unión bancaria y el MEE fue una buena estrategia. Nos permitió iniciar un proceso de reformas y generar confianza. Debemos mantener este rumbo y estar abiertos a entablar otros debates.

En estos seis meses como presidente del Eurogrupo, he aprendido que cada país, incluida España, tiene sus propias prioridades en este debate. Para algunos, lo fundamental es un instrumento fiscal o un presupuesto para la eurozona. Esta idea suele suscitar preocupaciones sobre el riesgo moral y las transferencias permanentes, que habría que resolver.

Las últimas propuestas de Alemania y Francia, así como de la Comisión, son aportaciones positivas y los demás países deben hacer las suyas. No podemos construir trincheras ni ser inflexibles. El éxito del euro depende de nuestra voluntad política, nuestra audacia y nuestro pragmatismo. Y no debemos olvidar los costes de no hacer nada. Si no logramos un euro más fuerte con el que puedan prosperar todos nuestros países, no será sostenible. Y eso nos afecta a todos.

Mario Centeno es presidente del Eurogrupo. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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