En honor de ETA

Ha sido un espectáculo hermoso. ETA combate con todas sus energías la moderación españolista de que hace gala el PNV, se dispone a actuar contra la 'Y' vasca, pero llevada de su amor patriótico encomienda a los suyos/suyas que den un voto de oro a Ibarretxe para que éste pueda dar un paso decisivo en su reto al Estado. Por su parte, Ibarretxe desea con toda su alma el destierro de la violencia -lo que algunos llamamos terror-, considera que ETA nada tiene que hacer en la política vasca, y por eso no ha de ser tomada en cuenta, pero por una razón análoga acepta que el «recorrido» de las comunistas extraterrestres -o etaterrestres- desemboque en un apoyo a su democrática iniciativa. Desde el cielo del Cristo de las batallas la escena debe de ser contemplada por San Sabino con satisfacción. Una vez más, como en el himno de Telesforo Monzón, 'Batasuna', la unión de los abertzales frente al lobo negro de siempre.

Valle Inclán escribió que para entender la historia de España había que recurrir a la idea del esperpento, con las figuras deformadas por los espejos cóncavos del madrileño callejón del Gato. En el caso vasco, nos encontraríamos una y otra vez ante la puesta en escena de una farsa trágica. Incluso en los más pequeños detalles. La señora Erauskin se apunta a la lista de oradores en contra de la consulta, para que luego su grupo dé el voto que Ibarretxe precisa, igual que hiciera en su día respecto del Plan un grupo-satélite precedente. Ibarretxe nos receta un sermón para cantar las excelencias de una democracia, la suya, plagado de mentiras y a fuerza de acumular democracia en sus palabras acaba olvidando que su triunfo pírrico se da gracias a aquéllos que durante décadas vienen destrozando tanto la vida democrática como la propia vida cotidiana de los vascos. Sugiere una y otra vez que su consulta no es anticonstitucional, cuando en la segunda pregunta se fija incluso el límite cronológico -«antes de que finalice el año 2010»- para que sea sometido a un referéndum, inequívocamente de autodeterminación, el resultado de ese proceso, del cual sabe perfectamente que estarán ausentes los partidos constitucionalistas. ¿'Palabra de vasco'? En todo caso, de vasco que traiciona a su linaje, según relata el famoso 'Canto de Bereterretxe', y como allí en un tema de sangre. El 'derecho a decidir' iba a ponerse en marcha con la violencia fuera de escena. Ahora avanza gracias precisamente a la decisión política favorable de quienes la practican, y si tiene unas mínimas posibilidades de materializarse es gracias a ellos. Aunque adopte un gesto de desprecio -léase 'Gara'-, ETA lo sabe perfectamente y actúa en consecuencia.

Como siempre que Ibarretxe aborda el tema del futuro político vasco, no estamos ante una simple estrategia de manipulación del discurso, sino de inversión de los significados, del tipo del conocido 'Arbeit macht frei' del portal de Auschwitz. En una palabra, Ibarretxe defiende su 'hoja de ruta' como cauce para la paz y lo que hace es proporcionar a la banda la gran justificación para seguir sembrando la muerte de acuerdo con sus posibilidades.

No hay que acudir a las reflexiones del quebequés Stéphane Dion para recordar que en todo caso las preguntas que se formulen en un referéndum dirigido hacia la autodeterminación deben ser claras. No cabe, pues, como hace Ibarretxe, yuxtaponer dos contenidos claramente diferenciados, donde además la falacia del primero sirve de justificación para formular el otro. Si hay que poner en marcha un proceso de autodeterminación de Euskadi, y habida cuenta de que ETA, según el lehendakari, no ha de condicionar «la decisión de los vascos», carece de sentido fundar la propuesta sobre un indeterminado fin «dialogado de la violencia» que llegaría tras la manifestación «de forma inequívoca» -ya sabemos lo que dio de sí su alto el fuego «permanente»- de «su voluntad (sic) de poner fin a la misma de una vez y para siempre». Ya no hace falta tregua; basta con expresión «inequívoca» de «voluntad». Palabra de ETA, palabra de Dios, para nuestro hombre. En términos de lógica democrática, estamos ante un sinsentido. No tanto si acudimos a las reglas de marketing que proponen una sugerente y engañosa bonificación a aquél que intenta vender un producto averiado. Con el «recorrido» hacia la autodeterminación, Ibarretxe ofrece algo que no está en condiciones de ofrecer, un fin de la violencia, que deja íntegramente en manos de ETA. Porque una vez liberada Euskadi, vendría como sabemos Navarra. Claro que al lehendakari la violación de las reglas elementales de la democracia directa no le importa, y menos que el regalo adicional del fin del terror etarra no llegue por decisión de la banda. Él hizo lo que pudo, dirá con aspecto de predicador compungido. España no le dio Navarra a ETA. ¿Qué hubo de malo en ello?

Además, según Ibarretxe, un referéndum dirigido hacia la autodeterminación es algo parecido a preguntarles a los ciudadanos de un cantón suizo si desean el control de la caza mayor. Todos los días, nos cuenta con todo cinismo, se celebran en Europa consultas como la que él propone: ya se ve. Baviera, que cita como ejemplo, cada tres o cuatro años vota la secesión de Alemania y otro tanto piensan hacer dentro de unos meses Salzburgo y el Bürgenland en Austria. ¿Hasta dónde puede llegar la voluntad de engañar a los ciudadanos, y de paso desprestigiar a su propio partido?

La Ley de la Consulta se encuentra además ante una muerte por todos anunciada. Es anticonstitucional, ignora incluso el sistema normativo en virtud del cual Ibarretxe es lo que es -Ziarreta ya ha proclamado la muerte del Estatuto-, y viola como apuntamos la exigencia de univocidad y transparencia que debe cumplir toda consulta popular por vía de referéndum. Su anulación no es, pues, 'mordaza' alguna, sino un acto de defensa de la democracia en Euskadi, y si apuramos, en toda Euskal Herria, que tiene derecho a no sufrir tamaño ejercicio de manipulación política.

Eso no significa que la aprobación sea inocua y carezca de consecuencias. Ante todo, arrastra a los vascos y al PNV a una vía muerta en la que sólo cabe augurar una radicalización artificial de los conflictos. Viene aquí a cuento aquello de que es malo que un pueblo tenga que sacrificarse por los errores de un líder tan escaso de luces como sobrado de determinación para seguir mandando y que sus obsesiones políticas se hagan realidad. La lógica de la tensión puede subir en flecha y el PNV de Imaz quedará como el recuerdo de un giro democrático del PNV una y otra vez frustrado. Sabino fundó el partido, le dio el maniqueísmo y su concepción irracional de lo vasco, y tanto para el lehendakari como para sus hermanos supuestamente enemigos de ETA no cabe otra salida. Urkullu reducido a marioneta es el mejor ejemplo de tal deriva hacia la pelea de carneros. En definitiva, lo mejor para ETA, colocada por encima de la escena política, incluso del propio Ibarretxe, y que en adelante dispone de la mejor coartada para seguir su «recorrido».

Antonio Elorza, catedrático de Pensamiento Político de la Universidad Complutense.