En la cumbre trilateral faltaron acuerdos migratorios reales

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, da la bienvenida al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos, el 18 de noviembre de 2021. Esta fue la antesala de la cumbre trilateral con Justin Trudeau. (Jonathan Ernst/Reuters)
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, da la bienvenida al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, Estados Unidos, el 18 de noviembre de 2021. Esta fue la antesala de la cumbre trilateral con Justin Trudeau. (Jonathan Ernst/Reuters)

Durante la cumbre de líderes de América del Norte —conocida como Los Tres Amigos—, donde participaron los presidentes de Estados Unidos, México y Canada en la Casa Blanca estadounidense, hubo muchos saludos, abrazos y charlas, pero no cambios ni acuerdos sustanciales. Sobre todo, en uno de los temas principales: la migración.

En las reuniones entre el estadounidense Joe Biden, el mexicano Andrés Manuel López Obrador y el canadiense Justin Trudeau —y sus equipos— quedaron claros los temas por solucionar que los líderes de América del Norte comparten: la pandemia por el COVID-19 y las vacunas que se requiere que los países desarrollados donen; el bloque comercial que Biden impulsa para confrontar a China; el anhelado y complicado combate al cambio climático; y, principalmente, la idea de un acuerdo continental para regularizar la migración, que tantos problemas causa a los presidentes de México y Estados Unidos, y tanto dolor a las personas migrantes.

En los temas bilaterales, también sobresalieron los reclamos de Estados Unidos a México por la reforma eléctrica que impulsa el presidente López Obrador, que ya ha enfurecido tanto a empresarios como funcionarios en Washington.

Durante esta cumbre no se firmó ningún acuerdo. Solo hubo buenas intenciones y promesas de trabajo, sobre todo en el tema migratorio, pero en realidad se ven pocas opciones para resolver el infierno que es desde hace años la frontera entre Estados Unidos y México, la más transitada del planeta.

También mientras los tres amigos charlaban en la Oficina Oval, en la calle, a unas cuadras de la Casa Blanca, caminé junto a Osmán Millán, un migrante hondureño que reparte comida a personas en situación de calle en esta ciudad: “Yo no creo que haya un cambio después de esta cumbre, ni que una reforma migratoria se haga realidad”, me dijo.

Osmán compra alimentos diariamente y los dona a migrantes y otras personas que no han comido. Hoy repartió rebanadas de pizza. Mientras veía hacia el cielo, me dijo: "Llevo 16 años esperando lo mismo y nunca llega la reforma migratoria”.

La población mexicana comprende casi 25% de los 45 millones de inmigrantes que hay en el país y se calcula que, de las 11 millones de personas indocumentadas, cinco millones son mexicanas y casi dos millones centroamericanas.

El presidente Biden introdujo al Congreso una iniciativa de ley para regularizar y dar ciudadanía a las 11 millones de personas sin documentos que, como me dijo Millán, “con su trabajo mantienen de pie este país”. Pero agregó que él y los demás migrantes, año tras año, escuchan promesas similares que no son aprobadas en el Congreso. Hasta ahora, la iniciativa está atorada.

La población hispana en el país ya alcanzó un récord de 62.1 millones de personas en 2020, de acuerdo con la Oficina del Censo de Estados Unidos, y es el grupo más numeroso después de la población blanca. En 2019, los inmigrantes representaban 33% de la población hispana. Es por eso que un acuerdo migratorio es ineludible.

"Después de esta cumbre, los tres países están obligados a dejar atrás las promesas vagas y demostrar que pueden construir una reforma migratoria continental que, si bien no se concretará en esta cumbre, sí puede ir cimentando sus bases con el trabajo de los equipos”, me dijo en entrevista Arturo Sarukhan, quien fue embajador de México en Estados Unidos.

Mientras los tres amigos estaban sonrientes tomándose fotos, en el sur de México la caravana migrante que viene de América Central avanzaba hacia Ciudad de México, la cual enfrentará —como normalmente sucede— violencia, extorsiones y violaciones a sus derechos humanos mientras transita por el país. Y al llegar a la frontera con Estados Unidos, sucederá algo similar: entre 2020 y 2021, pese a la pandemia de COVID-19, Estados Unidos detuvo a lo largo de la frontera a más de 1.7 millones de migrantes, que son deportados o hacinados en campamentos infrahumanos.

El presidente López Obrador señaló en la reunión con Biden que, ante la iniciativa de ley, “estamos atentos a ese proceso y deseamos que le apoye el Congreso (…) es una iniciativa con dimensión social, para hacer justicia y por eso nos da mucho gusto estar aquí”. También agradeció “el trato respetuoso” de Estados Unidos a México: “Desde la primera vez que conversamos por teléfono, ya como presidente de Estados Unidos, me dijo que no nos iban a ver como el patio trasero”.

Sin embargo, mientras el presidente mexicano le agradecía el trato, la normativa que permite sacar de territorio estadounidense a migrantes indocumentados por razones sanitarias —conocida como Título 42— sigue en vigor. Y la Corte Suprema estadounidense ordenó a Biden a reinstaurar la polémica política Remain in Mexico (Permanecer en México), que obliga a migrantes que solicitan asilo a permanecer en suelo mexicano.

Al final, pese a los discursos, los abrazos y los agradecimientos, la política migratoria hacia México sigue pareciendo como de “patio trasero”.

Nacho Lozano es periodista y escritor. Es presentador de Noticias Telemundo.

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