En legítima defensa propia

Era la mañana del Jueves Santo cuando la actual ministra de Cultura me comunicaba telefónicamente mi destitución al frente del Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA). Nada que objetar: un ministro tiene todo el derecho a formar su propio equipo, y Ángeles González-Sinde a elegir a Ignasi Guardans en mi lugar. Por mi parte, seguí trabajando en el Instituto las semanas que mediaron entre que la noticia se filtrase a los medios y la toma de posesión de mi sucesor. Ni los ciudadanos ni las empresas tienen la culpa de los cambios gubernamentales y estimé que no se debía parar el funcionamiento de un organismo público, sino lograr una transición lo más fluida y rápida posible.

Durante este tiempo de reflexión, he guardado un discreto silencio sobre lo que se ha publicado acerca de mi gestión en el ICAA, con acusaciones por parte de quienes se autoconsideran el cine español (sin que, afortunadamente, lo sean más que en una pequeña, pero influyente, parte) hacia el funcionamiento del Instituto en estos años de mi mandato. Acusaciones ante las que nunca se me ha pedido mi parecer, excepto por la revista especializada Cahiers du Cinéma/España.

Con frases entrecomilladas, pero sin molestarse en citar a su autor, se ha afirmado en diversos medios que «se han perdido cinco años», que he actuado con «pasividad», que no se ha puesto en práctica la Ley del Cine…, cuando la realidad es que dicha norma se halla totalmente en vigor, que un Real Decreto la ha desarrollado reglamentariamente y que sólo falta el trámite y publicación de una Orden Ministerial que dejé totalmente terminada hace ya tiempo.

Creo que tengo derecho a la legítima defensa. Tanto por respeto a mí mismo como, sobre todo, a un conjunto de más de 200 personas que se han esforzado al máximo durante estos casi cuatro años y medio en que he tenido la gran satisfacción de estar al frente de ellas. Porque, con el imprescindible respaldo de Carmen Calvo y de César Antonio Molina, y de sus equipos, ¿quién ha elaborado esa Ley del Cine que hoy todos elogian pero que en el momento de su consulta democrática con los sectores y tramitación posterior tanto se atacó, con un trabajo desarrollado muy a fondo para que fuese aprobada por unanimidad de todos los grupos parlamentarios?

Una ley que en Europa hoy es considerada como especialmente original y avanzada en su diferenciación entre los sectores independientes y los dependientes de los operadores televisivos y de las multinacionales, con lo que comporta al establecer el sistema de ayudas a la cinematografía, donde se contemplan diversas de nuevo cuño como las destinadas al desarrollo de proyectos, a la realización de películas y series de animación para televisión o a iniciativas culturales y de formación no reglada.

Una ley que propugna un régimen de desgravaciones fiscales por el que los inversores ajenos al cine, pero que inviertan en él, pasan de un 5% a un 18%, no decreciente, de desgravación en el Impuesto de Sociedades mediante el Sistema de Agrupaciones de Interés Económico; sistema que, por cierto, está en pleno funcionamiento, como lo demuestran las AIEs ya creadas, aunque mantengan lo contrario quienes son incapaces de atraer a sus producciones capitales de otros ámbitos.

Una ley cuya Memoria Económica planteaba un incremento sustancial del Fondo de Protección a la Cinematografía y al Audiovisual, como así ha ocurrido, y no sólo desde entonces: dicho Fondo creció de 34 millones de euros en 2004 a 88 millones de euros en 2009, respondiendo así no sólo a las necesidades de las Ayudas a la Amortización, sino aumentando decisivamente otras menos publicitadas como las de Proyectos de Largometrajes, Distribución de Cine Comunitario, incluido el español, o las dedicadas a la creación de guiones. Una ley que mantiene y refuerza el carácter estatal y de gestión centralizada del Fondo, complementándolo con otro diferente para las películas en lenguas cooficiales distintas al castellano. Una ley que preserva la cuota de pantalla para el cine español y del resto de Europa, medida tan atacada que llegó a motivar toda una huelga de las salas de exhibición…

También nos enorgullecemos mi equipo y yo de haber creado, con Egeda, Audiovisual S.G.R., la Sociedad de Garantía Recíproca gracias a la cual empresas de diversos sectores pueden obtener avales por la totalidad de los créditos concedidos por las entidades bancarias y que, merced a su buen funcionamiento, se ha ampliado recientemente a otras industrias culturales como la editorial o la discográfica.

Y por haber logrado la entrada efectiva, no sólo técnica, del ICAA en el Programa Ibermedia de cooperación entre las cinematografías de los países iberoamericanos, cuya problemática se abordó en el I Congreso de la Cultura Iberoamericana, celebrado el pasado octubre y en el que el Instituto tuvo una participación básica. Y de haber propiciado un notable incremento de la presencia del cine español en el mundo a través de festivales, Semanas y otras manifestaciones, lo que se acaba de visualizar con la selección de tres largometrajes españoles en la Sección Oficial del Festival de Cannes. Y de haber fortalecido el peso de nuestro cine también en el contexto europeo, con notoria representatividad en instituciones o entidades como Eurimages, el Programa Media, el grupo de reflexión Think Tank o la EFAD, que reúne a directores de institutos o agencias del continente, una de cuyas reuniones anuales ya no se celebra en la Mostra de Venecia sino en el Festival de San Sebastián.

NO VOY A HACER más larga esta descripción del trabajo realizado, que es fácilmente constatable, aunque sí deseo finalizarla con algo que me ha preocupado de manera especial: la debida conservación del patrimonio cinematográfico español. ¿Saben, quienes dicen que «no se ha hecho nada», que la Filmoteca Española ha duplicado su presupuesto en estos años, con lo que ello ha significado de nuevas iniciativas y actividades?

¿Saben que un proyecto que se inició en 1992 y que estaba varado desde el 2000, el Centro de Conservación y Restauración de Fondos Fílmicos de dicha Filmoteca, ya está en marcha? ¿Saben que en el futuro Centro Nacional de Artes Visuales se emplazará ese deseado Museo del Cine para el que la Filmoteca ha ido guardando más de 22.000 piezas y documentos y que se ha enriquecido en los últimos años con la adquisición de varios de los archivos cinematográficos más importantes de nuestro país?

Sin duda, habré cometido muchos errores, sujetos a la crítica que todo cargo público comporta. Pero insisto en que tengo derecho a la legítima defensa de mi trabajo y del de mi equipo. Y también pido el mínimo respeto por una dedicación al cine español que, desde la independencia y sin pertenecer a ningún sector concreto, comenzase en las ya lejanas páginas del mítico Triunfo y que se prolongaría durante dos décadas en la dirección de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, antes de llegar el ICAA en el mes de enero de 2005.

Permítaseme un párrafo final: le deseo a Ignasi Guardans la mayor suerte del mundo en este puesto nada sencillo. Con la seguridad de que dirigirá su mirada hacia todos los profesionales del cine español, incluso hacia aquellos que ahora reclaman un diálogo que nunca ha dejado de existir durante estos años, pero que mañana pueden volverse contra el ICAA cuando crean que se desvía un ápice de sus intereses. Que no son los del cine español, sino los suyos; particulares, cambiantes y, a veces, inconfesables.

Fernando Lara, ex director general del Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales.