En Venezuela, votar no es suficiente

Juan Guaidó durante una entrevista con Bloomberg en Caracas, Venezuela, el 8 de junio de 2021. Este año se realizarán elecciones regionales y municipales el 21 de noviembre. (Gaby Oraa/Bloomberg)
Juan Guaidó durante una entrevista con Bloomberg en Caracas, Venezuela, el 8 de junio de 2021. Este año se realizarán elecciones regionales y municipales el 21 de noviembre. (Gaby Oraa/Bloomberg)

La mayoría de los partidos agrupados en la coalición de la oposición venezolana, Plataforma Unitaria, acordó participar en las elecciones regionales y municipales que se celebrarán el 21 de noviembre de 2021. Es la segunda maniobra de cambio del mecanismo que apoya al líder de oposición Juan Guaidó, que hasta hace poco sostuvo la tesis de la abstención. La primera fue sentarse a negociar en Ciudad de México con el gobierno de Nicolás Maduro.

Luego de discusiones internas y posturas de rechazo —como la del exalcalde David Smolanski, uno de los líderes fundamentales de Voluntad Popular, el partido al cual pertenece Guaidó—, finalmente la Plataforma Unitaria informó el 31 de agosto que irá a las elecciones. Inscribieron candidaturas después de que el Consejo Nacional Electoral prorrogara dos veces la fecha límite para postular, pero la discusión sigue para intentar llegar unitariamente al día de las elecciones.

Las oposiciones, incluso las más afines entre sí, van divididas a este proceso. Analistas coinciden en que el fraccionamiento dificulta las oportunidades de ganar algunas de las 23 gobernaciones o varias de las 335 alcaldías en disputa. Estimaciones optimistas permiten suponer que los grupos no chavistas tal vez puedan mantener cuatro de las cinco gobernaciones que ganaron originalmente en 2017.

Sin embargo, el triunfo electoral no debería ser el único objetivo de esta participación. Los partidos políticos venezolanos están debilitados. Todo el sistema lo está. El Índice de Estados Frágiles de 2021 ubica a Venezuela en la posición 25 de un total de 179 países. Mientras más cerca del 1, más vulnerable es el país.

Entonces, ¿qué sentido tiene participar?

En enero de 2020, el excandidato presidencial Henrique Capriles advertía que la abstención no era una estrategia lógica para lograr un cambio pacífico. En diciembre de ese año, luego de la elección parlamentaria del día 6 en donde la abstención fue de aproximadamente 70%, Capriles le dijo a BBC Mundo que “el silencio de los venezolanos fue contundente, pero fue un silencio huérfano”. Capriles, quien era contrario a la tesis de la continuidad administrativa que sostiene el interinato de Guaidó, se quedó solo en su llamado a que la oposición mayoritaria participara en la elección parlamentaria.

En aquel momento, la Iglesia católica y otras voces alertaban que la abstención en sí misma no bastaba. Siguiendo esa misma línea, hoy podemos decir que ir a la elección tampoco basta.

La analista Carmen Beatriz Fernández escribía en 2016 sobre el “pareto pésimo”, que se refleja en que la sociedad venezolana “está dividida en una proporción 80-20, en dos relaciones fatales: 80% rechaza al gobierno de Maduro y 20% lo apoya, pero ese 20% que le apoya tiene control de un 80% de las instituciones del país”.

Aunque parezca extraordinario, esa proporción se mantiene, con el agravante de que la oposición ya no está reunida en la exitosa coalición electoral de la Mesa de la Unidad Democrática, además de que varios de los líderes no creen realmente en la ruta electoral, y que el gobierno de Maduro apenas intenta mantener las formas.

Hay consenso de que en Venezuela se han probado todas las formas posibles para intentar un cambio político. Pacíficas y violentas. El chavismo ha sobrevivido a todas, incluso a costa de tolerar la violación de derechos humanos, la tortura y el asesinato de disidentes. También se ha probado participar en elecciones y abstenerse. Esta última táctica solo ha permitido menos resistencia a que el madurismo se establezca.

La teoría de cambio esgrimida desde 2019 por parte de Guaidó y su entorno no logró sus objetivos. El empeoramiento de las condiciones de vida de las y los venezolanos no ha derivado en un estallido. Al contrario, se ha generado una desafección hacia la cuestión partidista. También llevó a Maduro a una dolarización transaccional en el país que ahora incide en que 54% declare que su situación personal ha mejorado con respecto a 2018.

En el comunicado, donde informa su decisión, la Plataforma Unitaria sostiene: “Entendemos que (las elecciones) serán un terreno de lucha útil para fortalecer a la ciudadanía e impulsar la verdadera solución a la grave crisis de nuestro país: unas elecciones presidenciales y legislativas libres. Nos organizaremos, nos movilizaremos y nos fortaleceremos en unidad al servicio de la reinstitucionalización democrática de Venezuela”.

Todas las frases están en el futuro. Es una estrategia simple, pero tal vez, si realmente la ejecutan, puede que se logren algunos objetivos que, con suerte, lleven a la reinstitucionalización democrática.

Sin embargo, votar no basta. Un proceso electoral es una oportunidad de organización de los partidos, de activación de voluntarios, de movilización de recursos humanos, de acompañar a las personas, de escucharlas. Pero es un lapso de mucha agitación que suele terminar —con alegría o tristeza— el día después de la elección.

En el caso venezolano, no parece prudente que la meta sea el evento del 21 de noviembre, ni los posibles comicios posteriores. A lo que podría apuntar el liderazgo político es a lo que Fernández ha llamado “la indoblegable terquedad democrática de los venezolanos”. Es esa persistencia la que ha logrado que muchos venezolanos resguarden el tejido social, se generen redes de solidaridad frente al autoritarismo, frente a la salida masiva de millones de venezolanos del país y sobre todo frente al intento de reducirnos a una sociedad silenciada.

La Plataforma Unitaria puede intentar que su nombre no sea solo una denominación de marketing. Puede aprovechar la energía del momento electoral para convertirse en una instancia que permita conectar con las bases, establecer vínculos entre organizaciones políticas y agrupaciones no partidistas y sobre todo ser un espacio que haga confluir todas las fuerzas democráticas de Venezuela.

Luz Mely Reyes es periodista y analista política. En 2015 cofundó el medio independiente ‘Efecto Cocuyo’, del que es directora.

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