Energía para el bien común

Pope Francis waves to the pilgrims gathered in St. Peter's Squar. Franco Origlia/Getty Images
Pope Francis waves to the pilgrims gathered in St. Peter's Squar. Franco Origlia/Getty Images

La crisis climática que hoy enfrentamos es el reflejo de una crisis mayor: una confusión global de medios y fines. Seguimos utilizando combustibles fósiles porque podemos (medios), no porque sean buenos para nosotros (fines).

Esta confusión es la razón por la que el Papa Francisco y el patriarca ecuménico Bartolomé nos estimulan a pensar seriamente en lo que es verdaderamente bueno para la humanidad, y cómo lograrlo. A comienzos de este mes, el Papa y el patriarca congregaron a líderes empresariales, científicos y académicos, en Roma y en Atenas respectivamente, para acelerar la transición de los combustibles fósiles a una energía renovable segura.

En gran parte del mundo hoy, los propósitos de la política, la economía y la tecnología se han degradado. La política es considerada como una lucha de poder sin limitaciones, la economía como una carrera despiadada detrás de la riqueza y la tecnología como el elixir mágico para un mayor crecimiento económico. En verdad, según Francisco y Bartolomé, necesitamos que la política, la economía y la tecnología cumplan un propósito mucho mayor que el poder, la riqueza o el crecimiento económico. Las necesitamos para promover el bienestar humano de hoy y de las generaciones futuras.

Estados Unidos puede ser el más confundido de todos. Estados Unidos hoy es un país rico más allá de lo que se pueda imaginar, con un ingreso mediano de los hogares y un producto interior bruto per capita igual, en cada caso, a casi 60.000 dólares. Estados Unidos podría tenerlo todo. Sin embargo, lo que tiene es una creciente desigualdad de ingresos, una caída de la expectativa de vida, una tasa de suicidio en ascenso y una epidemia de obesidad, sobredosis de opioides, masacres en escuelas, trastornos depresivos y otros males graves. Estados Unidos incurrió en pérdidas por 300.000 millones de dólares causadas por desastres relacionados con el clima el año pasado, incluidos tres huracanes inmensos -cuya frecuencia e intensidad han aumentado, debido a la dependencia de los combustibles fósiles-. Estados Unidos tiene un poder, una riqueza y un crecimiento enormes y, sin embargo, un bienestar reducido.

La economía y la política de Estados Unidos están en manos de los lobbies corporativos, entre ellos el de los gigantes petroleros. Se asignan recursos de manera implacable a desarrollar más campos de petróleo y gas, no porque sean buenos para Estados Unidos o el mundo, sino porque los accionistas y gerentes de ExxonMobil, Chevron, Conoco Philipps y otros así lo exigen. Trump y sus secuaces trabajan diariamente para socavar los acuerdos globales y las regulaciones domésticas que se implementaron para acelerar el cambio de los combustibles fósiles a la energía renovable.

Efectivamente, podemos producir más petróleo, carbón y gas. ¿Pero para qué? No para nuestra seguridad: los peligros del calentamiento global ya están entre nosotros. No porque no tengamos alternativas: Estados Unidos tiene recursos eólicos, solares e hídricos entre otras fuentes de energía primaria que no causan calentamiento global. La economía estadounidense, lamentablemente, es un gigante fuera de control, que persigue la riqueza petrolera y pone en peligro nuestra propia supervivencia.

Por supuesto, Estados Unidos no es el único en la búsqueda alocada de riqueza por sobre el bienestar. La misma confusión de medios y fines, centrada en el rédito inmediato, está haciendo que la Argentina, que será sede de la Cumbre del G-20 más avanzado este año, lleve adelante fracturación para extraer gas natural, con todos los riesgos climáticos y ambientales asociados, en lugar de aprovechar su potencial generoso de energía eólica, solar e hídrica. La misma corrupción de propósitos está haciendo que el gobierno canadiense garantice un nuevo oleoducto para exportar a Asia la producción proveniente de sus arenas petrolíferas contaminantes y costosas, mientras que sub-invierte en las vastas fuentes de energía renovable de Canadá.

En su reunión con los CEOs de las principales compañías petroleras y de gas, Francisco les dijo: "Nuestro deseo de garantizar la energía para todos no debe conducir al efecto no deseado de una espiral de cambios climáticos extremos debido a un ascenso catastrófico de las temperaturas globales, ambientes más inhóspitos y mayores niveles de pobreza". Observó que las empresas petroleras están empeñadas en "la búsqueda continua de nuevas reservas de combustibles fósiles, mientras que el Acuerdo de París claramente instó a mantener la mayoría de los combustibles fósiles bajo tierra". Y les recordó a los ejecutivos: "¡La civilización requiere energía, pero el uso de energía no debe destruir la civilización!"

Francisco subrayó la dimensión moral del problema:

"La transición a una energía accesible y limpia es una deuda que tenemos con millones de nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo, con los países más pobres y con las generaciones futuras. El progreso decisivo en este camino no se puede hacer sin una mayor conciencia de que todos formamos parte de una familia humana, unida por lazos de fraternidad y solidaridad. Sólo si pensamos y actuamos pensando constantemente en esta unidad subyacente que supera todas las diferencias, sólo si cultivamos un sentido de solidaridad intergeneracional universal, podemos encarar en serio y con determinación el camino por delante".

Mientras Francisco se reunía con los CEOs en Roma la semana pasada, Bartolomé congregaba a líderes de instituciones científicas, de agencias de las Naciones Unidas y de las principales religiones en Atenas y el Peloponeso, para trazar un camino hacia la seguridad ambiental. Bartolomé también subrayó la cuestión moral fundamental: "La identidad de cada sociedad y la medida de cada cultura no se juzgan por el grado de desarrollo tecnológico, crecimiento económico o infraestructura pública", dijo. "Nuestra vida civil y nuestra civilización están definidas y juzgadas principalmente por nuestro respeto por la dignidad de la humanidad y la integridad de la naturaleza".

Los 300 millones de fieles de las iglesias del Este lideradas por el patriarca ecuménico están en tierras que enfrentan los peligros extremos del calentamiento global: intensas olas de calor, crecientes niveles de los océanos y sequías cada vez más severas. La región mediterránea ya está asolada por el peligro ambiental y la migración forzada de las zonas de conflicto. Un cambio climático descontrolado -que ya ha contribuido al conflicto- sería desastroso para la región.

La conferencia de Bartolomé se inauguró en la Acrópolis, el corazón mismo de la antigua Atenas, donde hace 2.300 años Aristóteles definió la ética y la política como la búsqueda del bienestar. La comunidad política, escribió Aristóteles, debería apuntar "al bien supremo", que se alcance cultivando las virtudes de la ciudadanía.

Aristóteles es célebre por contrastar dos tipos de conocimiento: téchne (saber técnico) y phrónesis (sabiduría práctica). Los científicos y los ingenieros nos han dado el conocimiento técnico para pasar rápidamente de los combustibles fósiles a la energía de cero consumo de carbono. Francisco y Bartolomé nos instan a encontrar la phrónesis, la sabiduría práctica, para redirigir nuestra política y nuestra economía hacia el bien común.

Jeffrey D. Sachs, Professor of Sustainable Development and Professor of Health Policy and Management at Columbia University, is Director of Columbia’s Center for Sustainable Development and of the UN Sustainable Development Solutions Network. His books include The End of Poverty, Common Wealth, The Age of Sustainable Development, and, most recently, Building the New American Economy.

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