Engaño, derrota o ambas cosas

Mariano Rajoy, expresidente del Gobierno de España. Foto: Marta Jara
Mariano Rajoy, expresidente del Gobierno de España. Foto: Marta Jara

Muchos políticos elegidos por lo que prometían suelen excusarse por no hacerlo con una idea que se refleja muy bien en la cita que se atribuye a un europeísta muy notorio, el luxemburgués Jean Claude Juncker, ”los gobernantes sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos si lo hacemos”, expresión bastante cínica que puede hacer de  coartada pero que, en el fondo, expresa la renuncia de tantos políticos a decir la verdad; esta modesta explicación mía peca probablemente de optimista, porque lo que nos encontramos cada vez con mayor frecuencia es con que los políticos hablan como si la realidad no existiese y no siempre está claro que sea porque la desconocen.

La mentira en política es un arma demasiado convencional, ya no sorprende a nadie que los políticos traten de agradar, de halagar los oídos del electorado. Lo que es deprimente es comprobar que intenten hacerlo con propuestas que son descaradamente imposibles, como es el caso del ataque de nervios que Sánchez ha convertido en uno de los ejes de su campaña a propósito de los problemas que afectan, sobre todo, a los más jóvenes para conseguir una vivienda. Sánchez ha tirado por la calle de en medio y no ha vacilado en soltar análisis, promesas y cifras absolutamente delirantes, pero hay observadores que aseveran que ese gesto político se convertirá en un importante empujón electoral.

Hay que hacer algún esfuerzo para no perecer de un fulminante ataque de honda melancolía ante semejante panorama, pero conviene mantener un cierto grado de serenidad para percibir un aspecto todavía más preocupante en esta estrategia demagógica de un Sánchez bastante desatado. Sánchez promete hacer que la vivienda deje de ser un bien de lujo y convertirla en un derecho, cosa que no debiera extrañar a nadie pues Sánchez tiene una vicepresidenta que ha hablado también de “limitar la condición mercantil del trabajo” y de que democratizar la empresa es una exigencia constitucional. Como ambos son políticos moderados no han hecho otra cosa que perfilar un programa que les pueda durar mucho tiempo, aunque habría que ver lo que harían de estar en su mano ahorrarse los trámites.

Lo que me parece que es causa de desasosiego es que sus rivales políticos, por no concretar más, no sepan argumentar de modo que esos análisis del problema de la vivienda dejen de caer sobre sus espaldas, porque lo que Sánchez y sus cuates andan diciendo es que el problema de la vivienda se debe a los especuladores, una estirpe de gente que a la izquierda le sirve lo mismo para un roto que para un descosido, y a que la derecha no les deja controlar más el suelo. España abunda en munícipes socialistas que han hecho auténticas fortunas con la planificación del suelo y en presidentes autonómicos que han hecho portentosos milagros de ahorro pese a sus escasos sueldos, pero la culpa de todos los males de la vivienda se debe a que la derecha no les ha dejado suficiente margen para planificar a su gusto. Ni siquiera es verdad del todo esto último porque tampoco escasean los políticos de la derecha que han hecho suyas las políticas de suelo de la izquierda por los estupendos márgenes que también ellos han sabido cultivar con esmero. Hacer viviendas sociales ha servido para que muchos políticos se hagan con patrimonios muy envidiables, algunos hasta tienen hípicas.

Cuando se habla de las agendas ocultas de los gobiernos se suele suponer que la habilidad para el ocultamiento tiene que ver, sobre todo, con las políticas de la derecha, con quienes se supone defienden los intereses del capital y no los de los trabajadores, por decirlo con la jerga que ya solo usa la izquierda sindical, esa casta bien instalada que está promoviendo, sin descanso y con cierta habilidad, a su flautista de Hamelin disfrazada de hada madrina. No hay duda de que esos análisis ya están un poco desprestigiados pero la izquierda ha sabido mantener una cierta capacidad de seducción para atribuir el mal siempre a los mismos. En España cabe recordar un caso ejemplar, hasta la derecha habló de la crisis financiera de los Bancos que llevó a Europa a intervenir cuando ni un solo Banco privado creó graves problemas de insolvencia que, por el contrario, fueron causados por los estropicios financieros de las Cajas de Ahorros que habían caído en las fauces de los partidos, sobre todo de los de la izquierda, pues el desmadre de las Cajas comenzó cuando llegaron al poder los Ayuntamientos del cambio.

La pregunta que habría que hacer es si el centro derecha en España tiene una agenda oculta, o si piensa limitarse a improvisar. En este caso, los dos términos de la alternativa resultan indeseables, porque tener una agenda oculta equivaldría a suponer que sus verdaderos objetivos son insostenibles electoralmente, bien porque se crea que son en verdad nefastos, bien porque nadie haya hecho el trabajo necesario para explicarlos bien y con claridad, aunque aún cabría una tercera razón, a saber, que la derecha pretenda ganar las elecciones para seguir haciendo lo mismo que siempre hace la izquierda, tal vez con alguna moderación mayor. Esta tercera explicación se está poniendo difícil porque la izquierda en el gobierno está actuando con una radicalidad muy explícita lo que debiera conducir a quienes pretendan ser una alternativa electoral poderosa a explicar sus propuestas con hondura y con mucha claridad. Dejo a mis amables lectores que respondan por sí mismos si eso se está haciendo o no.

Como decía líneas arriba, otra posibilidad que le cabe al centro derecha es reservarse el derecho a improvisar. En esto se tiene un antecedente inmediato que es lo que hizo Rajoy tras conseguir una mayoría electoral abrumadora, cambiar por completo de política por encontrarse muchas deudas ocultas en cajones desconocidos, como muy bien ha recordado Javier Benegas en The Objective. Los resultados han sido pavorosos, menos para Rajoy que, al parecer, se lo pasa bastante bien debido a su reconocido humor y a su capacidad de disimulo, pero la consecuencia de esa improvisación rajoyana fue una división muy perjudicial de voto, algo todavía no resuelto, y que la izquierda haya conseguido apuntalar una mayoría política con apoyos jamás imaginados, con una gran diversidad de enemigos de los españoles y de la prosperidad común, con separatistas y otros personajes que intentaron, no sin éxito, hacer del asesinato y el terrorismo una de las bellas artes de la política.

Ahora que vamos a vivir unas elecciones generales municipales en toda España y autonómicas en bastantes lugares, podremos valorar si los electores consideran que hay alternativa verosímil a la forma de gobernar que Sánchez se ha esforzado en normalizar, aunque pudiera ser que las peculiaridades de cada caso desdibujen un poco el panorama previsible. La duda es si, caso de que Sánchez parezca, pese a todos los pesares, todavía bien asentado, se sabrá sacar la lección adecuada y se perderá el temor que muchos políticos del centro derecha tienen a explicar con claridad lo que pretenden, lo que es probable que obligue a que algunos tengan que plantearse esta interesante cuestión más allá del ardor guerrero y el afán de figurar que no se le niega a nadie.

José Luis González Quirós es filósofo y analista político. Su último libro es La virtud de la política.

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