Enmienda a la totalidad de Hawking

Las dos noticias se produjeron casi al mismo tiempo. Fue a principios de septiembre, el departamento de márketing de la editorial Bantan Bell de Londres anunciaba la salida del libro de Stephen Hawking El gran designio, y resumía el contenido afirmando que, según Hawking, Dios no era necesario para la creación del universo, ya que, en razón de la ley de la gravedad, el universo se creó a sí mismo. La otra noticia procedía del pequeño pueblo de Florida desde donde el reverendo Terry Jones, pastor enloquecido de una minúscula confesión cristiana, anunciaba que iba a quemar el Corán para conmemorar el atentado del 11-S contra las Torres Gemelas. Lo quemaría porque el Corán encarna el mal y la mentira, y lo quemaría en nombre de la verdad, ya que la sangre de Cristo se lo pedía.

Durante unos días, Terry Jones apenas le dejó espacio en los medios a Hawking, ya que puso en jaque a media humanidad, desde Obama al muftí de Jerusalén, y en nombre de Cristo enseñó la tea y el fósforo, y como respuesta, en nombre de Alá, hubo violentos tumultos con resultado de más de una docena de muertos en varios países islámicos. En Nueva York, en la zona cero, solo se cruzaron insultos en nombre de las respectivas creencias.

Después del ruido y la furia causados por el fanático Jones pudimos ver las dimensiones de la enmienda a la totalidad de la existencia divina que había hecho Hawking, y su marea de repercusiones. El gran designio salió el pasado día 9 y seis días más tarde tenía 14 millones de entradas en la versión inglesa de internet. El público está muy dividido entre aplausos y críticas, también abundan las explicaciones en apoyo de un ente creador, ya que, dicen, Hawking no niega la existencia de Dios, solo dice que Dios no es necesario para activar el universo. Un argumento frágil, ya que si le quitamos a Dios su actividad creadora, le dejamos en el paro; eso es lo que califico en el título como enmienda a la totalidad. De ahí la rebelión absoluta contra el pensamiento y la tesis de Hawking de los representantes de todas las creencias, desde el papa

Ratzinger a los grandes rabinos y a los ayatolás y ulemas. Si el Dios creador no es necesario, tampoco lo son las distintas construcciones de Dios en las religiones monoteístas.

Pero no se alarmen ni se asusten, porque las sinagogas, las iglesias y las mezquitas seguirán existiendo, así como los santuarios marianos, el Muro de las Lamentaciones y la kaaba de La Meca. Claro que el sabio británico le da al laicismo argumentos para convertirlo en una especie de religión militante del ateísmo, como quiere el biólogo Richard Dawkins, inspirador de la campaña que apareció en los autobuses de varias ciudades europeas: Posiblemente Dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida. La Santa Sede no podía resignarse al silencio ante las provocadoras tesis de Hawking, y Benedicto XVI hizo un comunicado en el que decía entre otras cosas: «La experiencia enseña que un mundo sin Dios es un infierno en el que prevalecen los egoísmos, las divisiones de las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, de alegría y de esperanza». Es lógico que el Papa lo vea así, y es cierto que las religiones han aportado mucho consuelo y han hecho felices a muchos creyentes, pero, si echamos una mirada a los medios de comunicación actuales y a las distintas etapas de la historia, vemos que las religiones han mantenido y mantienen crueles guerras y confrontaciones tanto dentro de ellas como entre ellas. La historia ha sido tan variada que hay ejemplos para todo.

El prestigioso biólogo Francisco Ayala, profesor de la Universidad de California, discrepa de lo dicho por su amigo Hawking, y, entre otras precisiones sobre las famosas tesis, dijo: «Yo creo que la ciencia y la religión son dos ventanas para mirar al mundo, pero cada una permite ver cosas distintas. La ciencia trata de explicar el origen de las galaxias y del universo; la religión trata de la relación humana con el creador, del sentido de la vida, la moral…». Sostiene Ayala que no hay contradicción entre ciencia y religión, a no ser en el caso de Hawking, que ha traspasado el límite. La razón puede explicar la diferencia entre ciencia y religión, pero creer en Dios es cuestión de fe. Ayala es teísta, pero en su esquema de pensamiento no tiene espacio un dios personal.

No cabe duda de que la fe es un sentimiento mágico, en millones de seres muy profundamente vivido, por eso la teología no es una ciencia, es algo así como un género de la literatura fantástica, muy cercano a la poesía. La historia del hombre era, entre otras cosas, la de ser una factoría de dioses, y en esto llegó Moisés e hizo el gran reduccionismo a uno solo, pero únicamente para su pueblo. Dios, Yavé, se le reveló desde una zarza ardiendo en el Sinaí, al tiempo que le decía: «Soy el que soy». Allí nació el monoteísmo y su esencia teológica. Nada más literario. No cabe duda de que la teología es un género de la literatura fantástica.

Alfonso S. Palomares, periodista.

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Le contesta Francesc Torralba, profesor de la Facultad de Teología de Catalunya (EL PERIÓDICO, 04/10/10): Hawking, ciencia y teología.