Enseñanzas de Tiananmen

Resulta escalofriante pensar que, veinte años exactamente después de la matanza de Tiananmen, pocos ciudadanos jóvenes de China tengan demasiada idea de lo que ocurrió en aquella ocasión. Muchos ciudadanos chinos desarmados murieron a manos del Ejército de Liberación Popular el 4 de junio de 1989, no sólo en las cercanías de la plaza de Tiananmen, sino también en ciudades de toda China. La mayoría no eran estudiantes, que iniciaron la manifestación pacífica contra la corrupción y la autocracia, sino trabajadores comunes, la clase de personas a las que un partido comunista debería representar.

Los jóvenes no saben nada al respecto, porque la mayoría de los padres han guardado un silencio absoluto para que ni sus hijos ni ellos tengan problemas y porque ese asunto nunca aparece en los medios de comunicación oficiales chinos; es tabú. Se clausuran los sitios web que hablan de los acontecimientos de 1989.

En 1989, Zhao Ziyang era secretario general del Partido Comunista. Aunque no era un demócrata, sentía simpatía por los estudiantes que se manifestaban. Fue sometido a arresto domiciliario hasta su muerte en el 2005 y hubo que sacar clandestinamente sus memorias en casetes, disimulados como grabaciones de la Ópera de Pekín. Se acaban de publicar en inglés y en chino, pero no se pueden distribuir en China.

El libro de Zhao inspirará más debates sobre las enseñanzas que se desprenden de aquel 4 de junio. Ojalá pudieran celebrarse en China. Una corriente de opinión muy poderosa y que surgió casi tan pronto como comenzó la matanza en 1989 sostenía que los dirigentes estudiantiles más radicales habían sido imprudentes. Al provocar al régimen, desbarataron cualquier posibilidad de reforma política lenta, que sus mayores más moderados habían puesto en marcha cuidadosamente.

China no estaba aún lista para la democracia y las manifestaciones de masas no iban a conseguirla. De hecho, los dirigentes estudiantiles radicales tenían tan poca comprensión de la democracia como los dirigentes a los que se oponían. El Gobierno chino actuó con mano dura, desde luego, pero tenía perfecto derecho a hacerlo para restablecer el orden en las calles.

Si los dirigentes estudiantiles hubieran deseado de verdad derrocar al Gobierno y hubiesen recurrido a la violencia para hacerlo, esa teoría resultaría convincente. Sin embargo, no existen pruebas de que ni siquiera los estudiantes más radicales tuvieran jamás esas ambiciones y las manifestaciones habían sido enteramente pacíficas. Lo único que los manifestantes pidieron fue libertad de expresión, diálogo con el Gobierno, sindicatos independientes y el fin de la corrupción oficial.

En cuanto a si las manifestaciones estaban condenadas a acabar en fracaso y en un baño de sangre, también eso es fácil de decir a posteriori. Las manifestaciones por sí solas casi nunca derriban un régimen, pero pueden hacerlo en combinación con otros cambios políticos. Cuando los alemanes orientales protestaron contra sus autócratas comunistas en 1989, no estaban seguros de tener éxito. Algunos jefes del partido querían sacar los tanques, como sus camaradas de Pekín, pero, cuando

Gorbachov se negó a apoyar una represión alemana, una mezcla de protesta pública abrumadora y chapuza gubernamental derribó el muro de Berlín.

Los estudiantes surcoreanos que llenaron las calles de Seúl en 1986 tampoco habrían podido acabar con el autoritario gobierno militar. Una vez más, una combinación de acontecimientos - presión de Estados Unidos, los inminentes Juegos Olímpicos y la presencia de políticos opositores convincentes-lo logró.

Los estudiantes de Tiananmen no podían saber lo que sucedía dentro del cerrado régimen comunista. Había profundas divisiones en él, pero nadie podría haber sabido cuáles serían los resultados finales. En aquel caso, la actitud conciliadora de Zhao Ziyang, que podría haber propiciado concesiones, que, a su vez, podrían haber brindado posibilidades con vistas a un sistema político más abierto, perdió. Los partidarios de la línea dura vencieron.

¿Habría prevalecido Zhao si los estudiantes se hubieran retirado? No es probable. No correspondía a los estudiantes ni a los trabajadores que los apoyaban respaldar una fracción determinada del Gobierno. Carecían de autoridad para ello. Sólo pedían más libertad y esa es la enseñanza principal que se desprende de aquellos días de primavera en Pekín, Shanghai y Cantón y muchos otros lugares: KRAHN los chinos tienen tanto derecho como cualquier otro pueblo a expresarse con libertad y sin miedo a ser detenidos, a elegir a sus dirigentes y a disponer de leyes que se apliquen a todo el mundo, incluidos los propios dirigentes.

El 4 de junio de 1989, miles de chinos murieron por pedir menos que eso. La forma mejor de recordarlos es reafirmar su derecho a libertades que millones de personas en Occidente y muchas partes de Asia dan por sentadas. La forma peor es acusar a unos pocos estudiantes que insistieron en ese derecho hasta que fue demasiado tarde.

Ian Buruma, autor de The China lover © Project Syndicate, 2009 Traducción: Carlos Manzano.