Entre los suministros y los recursos

Las consecuencias económicas de la actual pandemia han llevado a algunos a afirmar que la necesidad de reconstruir nuestras economías va a hacer que no haya dinero para proyectos de transformación como el Green New Deal de la UE de aquí a una década, por lo menos. Sin embargo, no estamos ante una elección binaria. Y es una elección que tiene que ver tanto con el medio ambiente como con la economía inteligente.

Durante muchos años, la mayoría de nosotros ha dado por descontadas las cadenas de suministro que sostienen la economía mundial, incluso cuando se volvían cada vez más complejas. Ahora, todo el mundo está pendiente de las cadenas de suministro interrumpidas. Muchas economías nacionales están empezando a salir muy despacio de una paralización casi total. Y lo que hemos aprendido en el proceso es que las cadenas de suministro, cuando se detienen, pueden causar enormes daños económicos. Debemos prestar mucha más atención a la gestión de riesgos a nivel mundial. Sin embargo, seguimos descuidando otra cadena que es igual de crucial. Una cadena que no solo sostiene la economía mundial, sino, en última instancia, toda nuestra existencia humana.

Esa otra cadena a la que debemos prestar mucha más atención podría definirse como la “cadena de recursos”. Hasta la fecha, igual que en el caso de las cadenas de suministro, siempre hemos dado por sentada la gestión de los recursos naturales y nos preocupa sobre todo cómo optimizarlos a base de explotarlos al máximo. Una decisión que puede perfectamente volverse en nuestra contra. En conjunto, la productividad material global, es decir, el valor creado por unidad de insumo material, no ha mejorado en los últimos 20 años. Mientras que la demanda media mundial de materiales per cápita aumentó de 7,4 toneladas en 1970 a 12,2 toneladas en 2017. Es decir, un incremento del 60%. Si no hacemos algo al respecto, el uso de los recursos crecerá hasta más del doble, desde los 92.000 millones de toneladas actuales hasta 190.000 millones de toneladas en 2060, según el Global Resources Outlook 2019 del Panel Internacional de los Recursos.

Sin embargo, incluso después de conocer esas cifras, seguimos haciéndonos ilusiones. Esperamos que todo esto, de alguna manera, no nos afecte.

Lo que debemos hacer son dos cosas: En primer lugar, debemos reconocer que nuestro modo de producción actual sobrepasa los límites del planeta y, por consiguiente, pone en peligro el bienestar humano. No son profecías aciagas de ecologistas. Es un dato demostrado estadísticamente. En segundo lugar, para afrontar los peligros derivados tenemos que incluir la gestión adecuada de nuestras cadenas de recurso como prioridad fundamental dentro de nuestra agenda económica.

No solo es una medida responsable. Es una medida indispensable. Al fin y al cabo, estamos viviendo una época en la que nuestra cruda experiencia con las cadenas de suministro mundiales y las tensiones extremas que sufren nuestros sistemas de salud pública nos han enseñado de primera mano lo caro que puede resultar no prestar la debida atención a unos peligros aparentemente lejanos. Si seguimos mostrándonos indiferentes ante nuestro inmenso nivel de consumo material y de recursos naturales, el resultado será una crisis todavía mayor. Por eso ha llegado el momento de reconocer que la fragilidad de nuestras “cadenas de recursos”, sumada a la de las cadenas de suministro, constituye el segundo talón de Aquiles de la economía mundial.

Debemos reconocer que la sostenibilidad no se consigue sobre todo a base de prohibiciones, como algunos se empeñan en proclamar. Se consigue, sobre todo, apelando a la razón y el talento humanos, y dando un paso para avanzar en una estrategia a largo plazo que nos permita obtener unos beneficios estables.

Quienes insisten en que debemos elegir entre reconstruir la economía o promover la sostenibilidad están atrapados en una mentalidad equivocada. Podemos reconstruir la economía y, al mismo tiempo, fomentar la sostenibilidad y la resiliencia. No podemos permitirnos el lujo de que una gestión ineficiente de las cadenas de valor material desemboque en un grado de destrucción económica equiparable al de las cadenas mundiales de suministro en los primeros meses de 2020.

¿Extraeremos las lecciones acertadas de la pandemia de covid para nuestra gestión de las “cadenas de recursos” que sostienen la economía mundial y la existencia humana? Podemos hacerlo, desde luego, si hacemos un esfuerzo decidido para adoptar unas soluciones de producción y consumo mucho más inteligentes, que reduzcan enormemente el uso y el despilfarro de recursos.

Y, a la hora de tomar la decisión, conviene que no nos olvidemos de que las cadenas —ya sean de suministro o de recursos— pueden ejercer efectos muy distintos. Pueden tirar de nosotros hacia delante o hacer que nos hundamos.

Janez Potoçnik es copresidente del Grupo de Recursos Internacionales. Martin R. Stuchtey es profesor de Estrategias y Gestión de Recursos de la Universidad de Innsbruck. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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