Envejecimiento y asistencia sanitaria

Hoy trasmito mi opinión no sólo a nuestra sociedad, sino a los nuevos responsables de nuestra Sanidad, animándoles a que, olvidándose de ideas preconcebidas, de modelos existentes, de miedos o de desconocimientos, reflexionen y planifiquen sobre la forma de dar una atención sanitaria más eficaz y eficiente a los pacientes geriátricos. A los cambios hay que adaptarse con el cambio y el envejecimiento de nuestra sociedad exige nuevos modelos de asistencia sanitaria para darle una respuesta adecuada». ('La geriatría existe y es necesaria'. Diario Vasco 11-07-2005).

Han pasado cuatro años desde que escribí esto y sería injusto decir que no se ha hecho nada, pues han existido iniciativas de adaptación tanto en el terreno sanitario como en el social, y ha habido profesionales que a pesar de las dificultades se han esforzado para que estas iniciativas se plasmaran en realidades. Pero estas iniciativas han sido puntuales y dispares, sin existir una auténtica planificación y orquestación del cambio.

Tenemos nuevo gobierno y nuevos responsables sanitarios y tenemos una misma necesidad, la adaptación de nuestra buena sanidad a las necesidades de una población que envejece y esto conlleva un cambio cultural en la atención sanitaria.

La expectativa de vida actual a los 75 años es de 10 años para el hombre y de 12,4 años para la mujer, esto significa casi la sexta parte de su vida. Pero es en estos años cuando las personas están más expuestas a sufrir enfermedades y perder su autonomía.

En estos años las enfermedades crónicas (artrosis, osteoporosis, hipertensión, diabetes, cardiovasculares, pulmonares) son más frecuentes y están más evolucionadas, siendo además habitual padecer de forma simultánea varias enfermedades.

En estos años hacen su aparición de forma más frecuente las enfermedades neurodegenerativas con sus especiales demandas de asistencia sanitaria y cuidados. La prevalencia de demencia es del 20% en población mayor de 80 años.
En estos años influenciada por factores genéticos, estilos de vida y por las propias enfermedades se va perdiendo la reserva natural y la capacidad de adaptación del organismo empieza a ser insuficiente para mantener la independencia.

En estos años se consumen más medicamentos y aumenta la vulnerabilidad para sufrir efectos medicamentosos adversos. El 91,9% de los mayores de 75 años consumen algún medicamento de forma mantenida. Además resulta habitual que tomen varios medicamentos prescritos con frecuencia por diferentes médicos.

En estos años se producen más ingresos hospitalarios. Un 19,6% de los mayores de 75 años realizan al menos un ingreso hospitalario al año y 3 de cada 4 ingresos por enfermedades cardíacas, respiratorias y tumorales corresponden a pacientes en esta franja de edad.

Además en estos años el ingreso hospitalario genera una mayor discapacidad. La tercera parte de los ancianos ingresados empeoran su situación funcional tras la estancia hospitalaria, debido a la propia enfermedad que causa el ingreso, al estado de fragilidad y funcionalidad previa y muy importante, por su posibilidad de ser modificado, a las características del propio proceso asistencial.

En estos años la pérdida de autonomía para realizar las actividades instrumentales (cocinar, limpiar, llamar por teléfono, usar los trasportes, etcétera) y más grave aún las actividades básicas de la vida diaria (comida, higiene, vestido, desplazamiento) genera con mayor frecuencia una dependencia funcional y una necesidad de ayuda social.
Los mayores no son ajenos a esta realidad, siendo la dependencia y el sufrimiento los problemas de salud que más les preocupan.

Es en este tiempo de fragilidad, de riesgo de caer en incapacidad, cuando un modelo asistencial adecuado constituye una auténtica oportunidad preventiva, y la adecuación a las necesidades sanitarias de las personas mayores exige asegurar algunos pilares básicos.

- Continuidad de los cuidados.
La comunicación, colaboración, complementariedad y traspaso activo entre niveles asistenciales es indispensable en la atención al paciente geriátrico.
Es fundamental que en el medio en que viva el anciano, sea su domicilio o una institución, cuente con un médico y enfermera referente, con formación geriátrica, que conozca sus enfermedades, se responsabilice de su tratamiento y mantenga una buena interlocución con los especialistas del ambulatorio o del hospital caso de necesitar su colaboración.

- Integralidad de los cuidados.
La consideración de la persona como un ser biopsicosocial tiene especial relevancia en la atención sanitaria al anciano, siendo fundamental contar con equipos interdisciplinares en los que los profesionales sanitarios, los psicólogos y trabajadores sociales actúen conjuntamente, para conseguir que la atención y los cuidados estén garantizados, tanto en las instituciones como en el domicilio del paciente.

- Asegurar la mínima pérdida y promover la máxima recuperación posible de la función.
Considerar la discapacidad y dependencia como resultados de la asistencia tanto o más importantes que la propia mortalidad, por lo que la situación funcional al alta debe ser un parámetro que discrimine la calidad de la atención a estos pacientes. En el historial clínico de todo paciente anciano debe ser valorada su situación funcional con el mismo rigor con el que se valoran sus enfermedades y dedicar al mantenimiento y recuperación de ésta el mismo esfuerzo que se dedica al diagnóstico y tratamiento de la enfermedad causante de ella, ya que la pérdida de función es el factor que más repercute en su calidad de vida.

- Adecuación de los cuidados a la progresión de la enfermedad.
Un modelo sanitario basado en pruebas diagnósticas e instauración a ultranza de tratamientos curativos no es válido en fases evolucionadas de la enfermedad. Un modelo paliativo basado en el control sintomático y mejora de calidad de vida da una respuesta más adecuada a esta situación.

- Prevención de los riesgos inherentes a este grupo poblacional y la aparición de los llamados 'síndromes geriátricos'.
Las especiales características de estos pacientes les predisponen a sufrir complicaciones durante la descompensación de sus enfermedades (inmovilidad, confusión, desnutrición, úlceras por presión, caídas, fugas, efectos adversos de medicamentos).

Estos riesgos deben ser valorados y acompañarse de un plan de cuidados para evitarlos o disminuirlos en la medida de lo posible tanto en su domicilio o residencia, como si se produce un ingreso hospitalario, situación en la que estos riesgos se encuentran incrementados.

«El escribir pide ser fiel a aquello que debe ser sacado del silencio». Por ello hoy vuelvo a escribir sobre algo que siempre he creído: la geriatría existe, pero no sólo como una especialidad médica que se oferta en nuestro sistema MIR de formación, sino como un modelo de asistencia en el que participan diversos profesionales y en el que partiendo de una valoración geriátrica integral, se plantean unos objetivos asistenciales y un plan de atención interdisciplinar para alcanzarlos. Pero además la geriatría con sus diferentes niveles asistenciales: hospital de agudos, de media, de larga estancia y hospital de día, asegura la recuperación funcional y continuidad de cuidados que las personas mayores enfermas necesitan.

La Sanidad vasca necesita un cambio que profundice en la atención de los mayores y que asuma la geriatría como una necesidad en su modelo asistencial sociosanitario.

Envejecer es una suerte para la persona y un logro para la sociedad, pero para poder sentirlo así es necesario que a nivel personal, social y sanitario sepamos adaptarnos al envejecimiento.

Marta Álvarez de Arcaya, geriatra. Directora médica Hospital Ricardo Bermingham. Fundación Matía.