Eppur si muove

Desde principios de año se acumulan malas noticias. La bolsa retrocede, el petróleo se hunde, China ralentiza su economía y el espectro de la deflación y de una nueva recesión toman cuerpo. Vienen tiempos turbulentos para todos. Para los que esperaban un 2016 de crecimiento potente y para los que advertíamos de la debilidad de la mejora global. Pero en medio de estas tribulaciones, algo eleva el espíritu. Y hay que destacarlo con énfasis, porque la alegría en casa del pobre dura poco. Este júbilo, tan inusual esos años, procede de esa Europa que tantas críticas ha recibido por su aparente incapacidad en la reconducción de la crisis. La UE y el área del euro, con todas sus limitaciones, parecen seguir la norma de conducta que postula a Dios rogando y con el mazo dando, es decir, avanzar a paso modesto y continuado, pero con importantes repercusiones en el medio y largo plazo.

Ello se ha vuelto a poner de relieve el 1 de enero, con la puesta en marcha del Mecanismo Único de Resolución bancaria, es decir, del procedimiento para recapitalizar o, en su caso, liquidar una institución financiera que no pueda ser rescatada. Este es un aspecto que no parece muy relevante, pero no se equivoquen con esa apreciación. Porque tras esos detalles, aparentemente técnicos, late la columna del plan político de unidad europea y, en particular, del futuro de la eurozona. En este orden de ideas, merecen comentario dos aspectos del cambio que se ha iniciado. El primero, que a partir de ahora los costes de rescate bancario no recaerán sobre el contribuyente del país con bancos que recapi-talizar y/o liquidar; el segundo, que a medio plazo, será un fondo mancomunado de recursos europeos quien responda, en última instancia, de los rescates. Veámoslos con mayor detalle.

Una de las críticas más acerbas al reparto de los costes de la crisis, aquí y en el resto de Europa, expresa el descontento por un salvamento de la banca que ha recaído, mayoritariamente, sobre las espaldas de los contribuyentes de los países que han tenido que rescatar instituciones. Entre octubre del 2008 y diciembre del 2012 y para el conjunto de la UE, la recapitalización bancaria y otros apoyos públicos alcanzaron, según la Comisión Europea, el 4,6% del PIB de la Unión (unos 600.000 millones de euros) y hasta el 13% del PIB (1,6 billones de euros), únicamente para los años 2008-2010, si se incluyen las garantías públicas de emisiones de deuda bancaria. El nuevo Mecanismo de Resolución que entró en vigor el pasado 1 de enero se dirige a evitar que una situación parecida se repita en el futuro. Para ello establece un sistema de absorción de pérdidas bancarias que recae, básicamente, sobre los acreedores de las potenciales instituciones insolventes. Y con una prelación de esos acreedores muy definida: primero accionistas, después bonos júnior (menos seguros), bonos sénior, imposiciones de más de 100.000 euros, fondos de rescate nacionales y, finalmente, recursos de ámbito supranacional. Los fondos nacionales y el europeo se nutrirán, a partir del 1 de enero del 2016, de recursos del sector bancario, que deberá aportar, en proporción a su tamaño y su riesgo, hasta el 1% de sus pasivos exigibles.

Segundo, junto a esa nueva prelación de acreedores, ha entrado en vigor la constitución del Fondo Único de Resolución, que mancomunará riesgos entre los distintos países europeos. El periodo de constitución completa de ese fondo es de ocho años, aunque ya en el 2016 el 40% de las aportaciones serán mancomunadas y en el 2017 se añadirá otro 10%, mientras que el resto se irá aportando hasta el 2024. Además, el carácter colectivo de la nueva institución se refuerza con la constitución de un consejo de resolución, de carácter supranacional, que decidirá qué banco precisa ser liquidado y que supervisará el procedimiento a seguir.

El mayor control y rigor que implican estos cambios ayuda a entender algunas de las decisiones de ciertos gobiernos europeos, adoptadas a toda prisa en las últimas semanas del 2015. Así, en Italia, Renzi ha recapitalizado con dinero público cuatro entidades financieras, trasladando el grueso del rescate al contribuyente; en Portugal se han impuesto duras pérdidas a emisiones de bonos sénior del Novo Banco y en Grecia, la recapitalización de su banca, con fondos del tercer rescate europeo, se explica también por la entrada en vigor de esas nuevas reglas.

Pese a todo, el proyecto europeo sigue avanzando. Y el área del euro está mucho mejor equipada para hacer frente a la próxima crisis, que bien podría ser la que estos meses se está gestando en el ámbito global. En todo caso, hoy somos algo más europeos y algo más resistentes a choques externos o internos de lo que éramos ayer. Felicitémonos por ello. Eppur si muove.

Josep Oliver Alonso, Catedrático de Economía Aplicada (UAB).

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