Erosión de derechos sociales

El fin del bipartidismo fue presagiado por los analistas y los expertos más solventes de la política británica. Se dibujaban escenarios caóticos en los que se cuestionaba la posibilidad de formar un gobierno estable. Los conservadores han obtenido más escaños que en las últimas elecciones y David Cameron no ha necesitado la ayuda de nadie para formar Gobierno. El sentido práctico de la vida y de la política permite a los británicos votar un jueves y el lunes haber formado Gobierno. Admirable.

Ha habido, ciertamente, una ruptura con la tradición que hay que buscarla en los 56 de los 59 diputados escoceses que representan al Scottish National Party (SNP) y que se han convertido en la tercera fuerza en Westminster. Laboristas, conservadores y liberaldemócratas han sido prácticamente barridos de las tierras escocesas. La unidad para defender sus intereses es incuestionable aunque en el programa de Nicola Sturgeon no constara la celebración de un próximo referéndum de independencia. Si llega a plantearse, en todo caso, se hará en tiempo y forma con Londres y con la vista puesta en la complicidad de Bruselas.

El bipartidismo no se ha roto en las elecciones presidenciales de Polonia del domingo pasado. Se necesitará una segunda vuelta el 24 de mayo para dirimir si la oposición liderada por el conservador Andrzej Duda consigue desplazar al actual presidente, Bronislaw Komorowski.

En las elecciones de Finlandia del 19 de abril se produjo la derrota de la coalición entre conservadores y socialdemócratas. La victoria del Partido del Centro, liderado por un ultraliberal, contará con el apoyo de los Verdaderos Finlandeses, xenófobos y de extrema derecha, pero también con el partido que representa la minoría sueca y posiblemente la Coalición Nacional. El equilibrio es imprescindible.

Hay muchos trasiegos de votos en las elecciones europeas y los habrá también aquí en las municipales y autonómicas del 24 de mayo. En Francia gobierna la izquierda pero la derecha vuelve siempre aunque con siglas y personajes distintos. Alemania está gobernada por los dos grandes partidos en coalición. Italia no tiene tradición bipartidista porque los democristianos, con partidos y discursos diferentes, se disfrazan de lo que haga falta. Matteo Renzi podría ser de la vieja democracia cristiana aunque ahora lleve una etiqueta más progresista.

En cualquier caso, un partido nunca tiene toda la razón, por eso es un partido. La fragmentación política es propia de los sistemas libres, que encuentran siempre fórmulas para construir mayorías extraídas de la diversidad.

El sustrato de todo cambio suele tener como telón de fondo la erosión de los derechos sociales. La batalla que se ha librado en la campaña de las elecciones británicas se ha basado en el miedo que la rica Inglaterra del sur ha inculcado a los ciudadanos sobre el peligro de un laborismo que ha asustado a las ya castigadas clases medias que han visto una cierta recuperación económica en los últimos años. Cameron se hizo campechano unos días.

Los derechos sociales, como el derecho a la educación, al trabajo, a la salud, a la libertad y a la paz, son el campo de batalla entre todos los gobiernos y sus respectivas oposiciones. Los cambios que puedan producirse en la Europa continental próximamente habrá que buscarlos en la descapitalización del Estado de bienestar, su ruina o su desmantelamiento. Bauman dice que se debe a que las principales fuentes de beneficios del capitalismo se han desplazado de la explotación de la mano de obra fabril a la explotación de los consumidores.

Toda sociedad va en busca de la estabilidad, que pasa por la equidad y la disminución de las desigualdades. El ex canciller federal Ludwig Erhard decía que ningún Estado puede dar más a sus ciudadanos de lo que previamente ha tomado de ellos. Eran las ideas del llamado capitalismo renano de hace sesenta años que tanto ha contribuido a la Europa equilibrada y próspera que hemos conocido hasta hace bien poco.

El principal problema de todos los gobiernos europeos es cómo hacer viable el Estado de bienestar devolviendo a la sociedad un reparto más equitativo de los recursos económicos. La crispación y el surgimiento de nuevas fuerzas políticas tienen en la mala gestión y en la desbocada corrupción sus causas principales.

Si hay un mosaico de partidos que salen de las urnas con fuerza, habrá que facilitar la necesidad de los pactos. El Reino Unido puede ser una de las excepciones. Pero en esta Europa que vaticina la inevitabilidad de un cierto caos será necesario no caer en el inmovilismo total ni tampoco deshacer los ámbitos de convivencia, complicidades, progreso, confianza y libertades que se han conseguido garantizar en los últimos 40 años. Cada país tiene que estar a la altura de sus responsabilidades. La política no es un juego.

Lluís Foix, periodista.

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