Error histórico con Banderas

Antonio Banderas y Málaga son marcas estrechamente conectadas. El actor español más internacional de la historia siempre ha sido fiel a la ciudad que le vio nacer, y en la que se inició en las artes escénicas. Sus constantes referencias a su infancia, familia y primeros escarceos artísticos y profesionales están siempre cuajadas de autenticidad y agradecimiento. Hace unas semanas en el estreno del programa El árbol de la vida, de Antena 3 TV, pudo verse a un Banderas que demostraba que como decía Unamuno, uno es de donde hace el bachillerato. Málaga por su parte también ha sido generosa con el actor. Entre otras muchas cosas le ha dado su nombre al gran paseo marítimo del oeste. El del este lleva el del otro gran malagueño universal contemporáneo, Pablo Picasso. Esa cercanía no se ha limitado a los líderes institucionales -Banderas se ha entendido con unos y con otros todos estos años- o las élites creativas de la ciudad, sino que se ha extendido a toda la ciudadanía, que siempre se ha mostrado orgullosa y cercana con un triunfador que nunca renegó de sus raíces. Antonio es una persona especialmente querida en su tierra, y se lo ha ganado a pulso, volviendo una y otra vez a ella y promocionándola por todos los medios a su alcance.

En los últimos meses, ambos, Málaga y Banderas, han estado gestando una oportunidad en la línea que los profesores de Harvard, Michael E. Porter y Mark R. Krammer (Harvard Business Review, enero 2011), denominan la creación de valor compartido. Málaga está viviendo un momento único en su trayectoria. Es verdad que ya en la época de los últimos emires musulmanes, Málaga, locus fenicio, romano y cristiano antes, tenía la única aljaba de Al-Ándalus, y una floreciente comunidad de comerciantes, especialmente genoveses. También es cierto que a finales del siglo XIX el desarrollo industrial de la ciudad destacó como pionero en todo el país, y de las manos de algunas familias ilustradas y emprendedoras, con los Loring, Heredia o Larios, vivió unas décadas de apogeo sobresaliente. Pero es ahora, en estos años, en los que Málaga está viviendo su edad de oro. La desintermediación facilitada por la digitalización posibilita que las personas tengan más poder que nunca para decidir desde donde quieren trabajar o emprender. Ese fenómeno está generando un aluvión de talento que ha decidido instalarse en este singular rincón del sur de Europa. Con un líder con experiencia y disruptivo al volante, el alcalde De La Torre, la ciudad ha conseguido afianzarse como un prodigio de competitividad apoyándose en tres pilares. El turismo, que siempre fue una de sus fortalezas. La tecnología: Málaga ha conseguido hacerse visible y recibir inversiones estratégicas de multinacionales como Oracle, Huawei o Accenture, que emplean a miles y miles de personas en las profesiones del futuro. Málaga Valley es una marca que ya funciona en Europa y que no dejará de ir a más. Por último, es de todos conocido que la ciudad se ha convertido, en solo una década, en un referente de la cultura expositora. El Centro de Arte Contemporáneo, las marcas Thyssen, Picasso, Pompidou, el Museo de Arte Ruso y, más recientemente, el gran Museo de la Aduana, conectado con El Prado, la han puesto en primera fila. Turismo, tecnología y cultura han creado un triángulo mágico en una urbe vibrante y llena de futuro, que deja a los que llegan boquiabiertos por lo que allí se cuece.

En este contexto y excepcional momento, Banderas planea ilusionado una fusión definitiva de lo que su marca, su trayectoria y su capital relacional pueden ofrecer al mundo y diseña, acompañado de empresarios y arquitectos de primer nivel, un desembarco sin retorno en su ciudad. En el corazón del centro turístico, con una infraestructura moderna basada en la tecnología, se proyectaba crear un centro cultural que generase, una y otra vez, nuevas fuerzas creativas para Málaga y el mundo. El proyecto constituía un chute nuevo de energía para las tres fortalezas de la ciudad: turismo, tecnología y cultura, que colmaba de motivación al artista malagueño y coronaba una escalada en la proyección internacional de la ciudad. Lo más valioso de su proyecto no eran los millones de euros que estaba dispuesto a invertir, sino su involucración personal, la aportación de su talento, su tiempo, sus relaciones. No hacía falta ser un lince o ni siquiera un especialista para entender la singularidad de la oportunidad. En un mundo donde lo público y lo privado están llamados a cooperar cada vez con mayor intensidad, donde el derecho administrativo permite fórmulas diversas para articular el interés general, con la seguridad jurídica y la iniciativa privada, el manejo, por parte de una minoría talibán, de esta oportunidad, ha generado un debate ofensivo para Banderas -y para cualquier persona honrada-, que se ha declarado cansado y humillado. Finalmente ha tirado la toalla. Ojalá reconsidere su postura, pero no será nada fácil dado el devenir de los acontecimientos. Si cualquier empresa pretende fichar o atraer a una persona especialmente valiosa para ella, lo primero que ha de conseguir es que esta se sienta cómoda, apreciada, valorada. En esta situación y en esta oportunidad ha sucedido lo contrario. Con una clara falta de visión y amparándose en argumentos menores, algunos políticos han conseguido generar un ambiente y un debate que han terminado por espantar al astro. No será suficiente para torcer la trayectoria de la ciudad, pero esta tiene que darse cuenta que necesita a Banderas, como necesita a todos los que lleguen a ella con ganas de contribuir. En la línea de Londres, Madrid o Nueva York, Málaga debe comprender que una de las lecciones a extraer de este desafortunado y costoso accidente es que debe ser más abierta aún con el talento que viene de fuera, cuidar y retener al de dentro y mirar con luces largas. Ese es una de las tareas principales de un territorio inteligente.

Los grupos populistas han hecho mobbing a Antonio Banderas y otros han demostrado su falta de estatura, sumándose, por acción u omisión, a una operación que, para desgastar a un Alcalde incombustible, o por otras razones inconfesables o quizá incomprensibles, ha devenido en el acoso y derribo de uno de esos proyectos que generan ilusión y oportunidades para varias generaciones de personas. El éxito de esta iniciativa estaba directamente conectado con el desarrollo social de Málaga, con sus necesidades y desafíos. El proyecto de Banderas no era responsabilidad social, ni filantropía, ni siquiera sostenibilidad, sino una nueva forma de crear valor compartido conectándolo al éxito económico del proyecto, que habría generado una ganancia para todos. La acción de las fuerzas más populistas, al fin y al cabo, fomenta la sospecha sobre la iniciativa privada sosteniendo que esta prospera a costa de la comunidad, provocando en última instancia su falta de legitimidad y criminalización. Esta pérdida de confianza genera un círculo vicioso que lleva a que los líderes políticos tomen, como ha sido el caso, medidas y acciones que socavan la competitividad de esas iniciativas y minan el desarrollo económico, de las empresas y de la propia sociedad al fin.

Pero no todo han sido comentarios y actitudes torpes y mezquinas. También ha destacado, en lo que ojalá sea una crisis de crecimiento, la actitud de algunos actores relevantes de la ciudad. En primer lugar, de los que han convocado una concentración para apoyar al actor y tratar de recuperarle. También destaca el alcalde y su equipo que gestó la oportunidad y motivó al actor desde el comienzo a que participase. Por último la del periodismo local, particularmente su decano, el Diario Sur, que además de tomar partido por lo que creía era una cuestión estratégica para su comunidad y sus lectores, ha conseguido un sensacional scoop adelantando la publicación de la noticia y, más aún, publicando en primicia la carta del actor en la que, con el corazón en la mano, describe sus sentimientos y motiva su decisión de abandono del proyecto. Ha sido un excelente antídoto contra la posverdad -apoyada por múltiples comentarios de las hordas de lo políticamente correcto y falsos expendedores de credenciales éticas- que se estaba generando en torno a estos hechos, Es fundamental que la opinión pública, local, nacional e internacional, estén debidamente informadas y reciban propuestas de interpretación, porque en democracia es la voz del verdadero dueño de la res pública.

Banderas seguirá haciendo cosas por su ciudad, aun después de haber probado unas dosis insoportables de la hiel de la envidia, el resentimiento y la mediocridad. Pero en esa parte de la almendra central de la ciudad, en el lugar del circo romano, a los pies de la gran Alcazaba, junto al mercado de la Merced, en la plaza donde nació Picasso, ya no estará la huella de Banderas. Ha sido un error histórico donde la mayor perjudicada ha sido la ciudad, que seguro podrá recuperarle para otro proyecto, en otro momento y de otra forma. Mientras tanto hoy he vuelto a oír en YouTube la canción de Silvio Rodríguez, uno de sus cantantes preferidos: "Óleo de mujer con sombrero". Una mujer se ha perdido su forma de amar, se ha perdido su huella en su mar.

Javier Cremades es abogado y presidente de Honor del Club Málaga Valley.

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