Es de todos

EL pasado 9 de noviembre se celebró en Madrid un clamoroso concierto en homenaje a la cantautora Cecilia (Evangelina, Eva, Sobredo), con ocasión del cuarenta aniversario de su muerte. Mañana se clausura en Valladolid un congreso de historiadores sobre El franquismo a debate, con un concierto dedicado también a Cecilia. Hace unos meses, sus hermanos escribieron, con el mismo motivo, que las múltiples versiones de sus canciones subidas a internet, con diversos y hasta contradictorios mensajes, sugieren que son muchos los youtuberos que piensan que, si Cecilia viviera, sería de los suyos: los populistas herederos del movimiento del 15-M y los que se sublevan contra la corrupción; los que sueñan con una España republicana y los que piensan que nunca hemos vivido mejor que bajo la Constitución de 1978; los defensores de la unidad nacional, y hasta algún republicano catalán extraviado; o los que, simplemente, se sienten orgullosos de pertenecer a esta gran y pluricentenaria nación que es España. Todos parecen pensar, y alguno escribe: «Cecilia, hoy, sería de los nuestros».

Esta constatación cobra ahora actualidad porque, con motivo de los críticos momentos que España atraviesa en Cataluña, son muchos los que, en las redes sociales y en los periódicos, recuerdan las canciones de Cecilia. Así, hemos leído que en la manifestación de desbordante españolidad del 8 de octubre en Barcelona una multitud avanzaba portando señeras al ritmo de Mi querida España, con un cierto regusto de «progresismo ochentero». Sobre Cataluña y Cecilia ya se había escrito, con ocasión del 9-N de 2014, que la historia de su Ramito de violetas podía aplicarse a España, que sería como el marido-amante secreto de Cataluña, que le enviaba violetas sin que ella lo supiera y reconociera… Y hasta un autoconfeso republicano catalán acaba de escribir que cuando oiga cantar MiqueridaEspaña en las manifestaciones españolistas comenzará a plantearse una reconciliación.

Sería muy discutible elucubrar sobre lo que pensaría y cantaría Cecilia si viviera hoy. Pero podemos, con cierta objetividad, intentar interpretar la letra de Mi querida España. Fue cantada por primera vez en 1975, antes de la muerte de Franco, lo cual explica la bien conocida existencia de sus dos versiones: una censurada –la que canta en el disco comercializado por CBS– y otra libre –la que cantaba algunas veces en privado y también en público–. Así, en abril de ese mismo año se arriesgó a cantar, en una gala retransmitida en directo por TVE, una versión distinta de la que, después, fue comercializada. En ella sustituyó los versos iniciales de cada una de las tres estrofas, que son invariablemente «Esta España mía / esta España nuestra», por, sucesivamente, «Esta España viva / esta España muerta», «Esta España nueva / esta España vieja» y «Esta España en dudas / esta España cierta». (En alguna ocasión también cantó «Esta España blanca / esta España negra»). Mantuvo, por supuesto, en todas las versiones «Esta España mía / esta España nuestra», como estribillo final repetido, de modo que el bello ritornelo suena hasta seis veces en la canción. Por ello, esos tres versos, se han integrado en nuestro lenguaje colectivo sin que mucha gente sea realmente consciente de su origen. (Como cantaba Charles Trenet: la foule les chante … en ignorant le nom de l’auteur). Ya en 1983, el Rey Juan Carlos en su mensaje de Navidad nos hablaba de «un destino que nos une a todos en esta España nuestra». El Rey Felipe VI también ha utilizado la misma expresión en alguno de sus recientes discursos. Y Mi querida España se ha hecho tan popular que ha sido tomada como título de un libro, un programa de radio y un blog.

Se ha escrito que Cecilia formaba parte de la canción protesta de los años 70. Ella, sin embargo, en declaraciones a Juan Vives en la Cadena SER, poco antes de morir (lo recuerda José Madrid en su biografía Equilibrista), rechazaba esa calificación: «Ni protesta, ni conformista», decía. «No me gusta imponer mi opinión porque no tengo derecho a ello… me gusta hablar de las cosas que me preocupan… (sin) ánimo de protesta, aunque alguna vez se haya interpretado así».

También se ha dicho que Mi querida España era una canción agridulce. Es indudable que su letra evoca dos –o más– Españas. Se pregunta «¿dónde están tus ojos / dónde están tus manos / dónde tu cabeza?», y podemos ver aquí las imágenes del Guernica remitiéndonos a la Guerra Civil. Se lamenta «de las alas quietas / de las vendas negras / sobre carne abierta», claro trasunto del unamuniano me duele España. E inquiere «quién pasó tu hambre / quién bebió tu sangre / cuando estabas seca», insobornable interpelación a los aprovechados de todas las edades, latitudes y altitudes. Pero la canción comienza marcada por una impronta regeneracionista, presente de manera intermitente en nuestra historia: «De tu santa siesta / ahora te despiertan / versos de poeta». Y concluye con una afirmación de optimismo y de confianza en España, que resulta definitiva para interpretar la composición en clave positiva e integradora: «Esta España en dudas, / esta España cierta, / pueblo de palabra / y de piel amarga, / dulce tu promesa. / Quiero ser tu tierra, / quiero ser tu hierba / cuando yo me muera».

España –la tierra prometida para Cecilia y sus hermanos, que pasaron infancia y adolescencia en el extranjero siguiendo a su padre, diplomático– resulta ser un «pueblo de palabra», que, como los hombres de palabra, nunca defrauda, aunque su piel pueda en algunos momentos, como los actuales, darnos amargos disgustos.

Cecilia canta a dos, o más, Españas. Pero se queda, sin duda, con la España viva, la España nueva y, sobre todo, la «España cierta», en la que quería ser enterrada cuando muriera. Desgraciadamente, así habría de ocurrir, apenas un año después. Inolvidable Eva, pasados más de cuarenta años, todos te reivindican. Ojalá todos reivindiquen también tu querida España.

Por Santiago Martínez Lage, diplomático y abogado.

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