¿Es el terrorismo internacional como nos lo imaginábamos?: un estudio empírico sobre la yihad neosalafista global en 2004

Fernando Reinares, investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos (REAL INSTITUTO ELCANO, 11/07/05).

Resumen

Con frecuencia se caracteriza al actual terrorismo internacional de fenómeno especialmente novedoso, por las elevadas tasas de letalidad y el alto grado de indiscriminación con que se producen sus atentados, por la rutinaria implicación en los mismos de suicidas adoctrinados en el fundamentalismo islámico y por su propensión a dirigirse contra blancos occidentales, en particular contra ciudadanos e intereses estadounidenses. Sin embargo, aun cuando una cierta combinación de esos rasgos considerados típicos del terrorismo internacional y voceados por sus instigadores sea habitual en los atentados más espectaculares que han tenido lugar en los últimos años, lo cierto es que esa violencia mundializada y de inspiración religiosa, concretamente neosalafista, viene desarrollándose con tasas de mortalidad menores de lo imaginado, procedimientos mucho más convencionales de lo que se cree y pautas de victimización igualmente distintas de las hasta ahora dadas por descontado. Un estudio empírico sobre sus actores, escenarios, consecuencias, modalidades y blancos preferentes el pasado año indica que el terrorismo internacional es tanto más un paradigma de conflictos inherentes al propio mundo islámico que de choque alguno entre civilizaciones.

Introducción

Entre enero y diciembre de 2004 se registraron al menos 187 atentados imputables con fundamento al actual terrorismo internacional. Es decir, a grupos y organizaciones correspondientes al movimiento de la yihad global cuyos componentes, que comparten una misma interpretación neosalafista del credo islámico y el objetivo último de unificar políticamente al mundo musulmán mediante la instauración de un nuevo califato, tienen en Al Qaeda su núcleo fundacional y matriz permanente de referencia (véase cuadro 1). Se contabilizan como incidentes unitarios los atentados en serie que acontecieron durante un breve intervalo de tiempo, en una misma localización y contra blancos relacionados entre sí. De igual modo, se incluye algún atentado en grado avanzado de tentativa pero en última instancia frustrado. Un significativo número de otros episodios podrían asimismo ser atribuidos por su emplazamiento, modalidad y dirección a este nuevo terrorismo islamista que corresponde al amplio movimiento de la yihad neosalafista global. Sin embargo, su autoría no fue hecha pública ni desvelada posteriormente y sólo caben conjeturas más o menos consistentes sobre quienes los perpetraron. Además, conviene tener presente que la compleja configuración que adopta en la actualidad ese fenómeno no siempre permite identificar con claridad las entidades que planean o llevan a cabo los atentados. Incluso aquellas con una articulación organizativa mejor definida hacen uso en ocasiones de denominaciones intercambiables que se solapan entre sí, a veces para endosar actos de violencia ejecutados por pequeñas células locales autoconstituidas y relativamente autónomas cuya relación con el centro decisorio de Al Qaeda o con los cuadros de alguno de sus grupos afiliados es en apariencia tenue.

Actos de terrorismo Internacional en 2004, ssegún organización y grupos

Sin embargo, los datos recopilados hacen factible un análisis sobre la incidencia del terrorismo internacional en 2004, con especial atención a facetas tales como sus principales actores y escenarios geopolíticos, pautas de victimización, procedimientos y modalidades en la ejecución de atentados o características de los blancos afectados. La información estadística aquí contenida ha sido recogida, sistematizada y tratada en el Área de Terrorismo Internacional del Real Instituto Elcano, mediante el uso de varias fuentes abiertas. Por una parte, a partir de datos extraídos de la Terrorism Knowledge Base que mantiene el Memorial Institute for the Prevention of Terrorism (MIPT) de Oklahoma City. Ahora bien, la recopilación de incidentes terroristas se hizo de acuerdo con criterios propios, basados en su atribución a grupos y organizaciones relacionados con el complejo y extendido movimiento la yihad neosalafista global. No se ajusta, por tanto, a la distinción que aquella entidad hace entre terrorismo doméstico y terrorismo internacional, pues en la primera categoría aparecen grupos integrados en la yihad neosalafista global, mientras que por el contrario en la segunda se incluyen organizaciones no relacionadas con ese entramado de radicales islamistas y que practican un terrorismo transnacional pero no internacional. Por otra parte, los datos seleccionados fueron minuciosamente revisados y ampliados gracias a informaciones proporcionadas por la Agencia EFE y los archivos del diario El País, finalmente actualizados con ayuda de la cronología anual de incidentes significativos del terrorismo hecha pública por el National Counterterrorism Center (NCTC) estadounidense.

Actores del terrorismo internacional

Es interesante constatar, en primer lugar, que al núcleo originario y vanguardia efectiva del actual terrorismo internacional, es decir la propia Al Qaeda, no cabría en principio relacionar directa y exclusivamente más que con una pequeña parte de los incidentes registrados, apenas 9 de los ocurridos en 2004. Nada extraño, pues dicha estructura terrorista raramente ha planificado y completado atentados por sí misma. Más concretamente, ese año estaría detrás de 5 atentados cometidos ese año en Arabia Saudí, al menos 2 en Afganistán y sendos más en Pakistán y Siria. Además, un portavoz de Al Qaeda se hizo también responsable de los atentados ocurridos el 11 de marzo en Madrid y los integrantes de las células que llevaron a cabo esa matanza pertenecen al mismo entramado de quienes posteriormente intentaron repetir un acción no menos cruenta contra el tren de alta velocidad que une la capital de España con Sevilla y protagonizaron luego el episodio suicida del 3 de abril en la localidad de Leganés. Serie de actos que, a su vez, involucran a individuos relacionados con el Grupo Islámico Combatiente Marroquí, entidad afiliada desde su mismo inicio con Al Qaeda. Es asimismo cierto que otros 3 sucesos acaecidos a lo largo de ese periodo de tiempo en Turquía fueron asumidos por las denominadas Brigadas Abu Hafs al Masri, denominación que alude a un prominente miembro egipcio de lo que se conoce como el comité militar de Al Qaeda, muerto hace poco más de tres años como consecuencia de una incursión aérea estadounidense en Afganistán.

En la propia Arabia Saudí, una parte de los varios centenares de militantes autóctonos con los que según parece cuentan los subgrupos de Al Qaeda en la Península Arábiga, muchos de ellos experimentados en la contienda afgana o adiestrados en los campos establecidos con motivo de la misma, llevaron a cabo al menos 5 actos de terrorismo durante el año 2004, cifra a la que cabe añadir otro más realizado en ese mismo país por una facción interna del mismo sector yihadista conocida como Brigadas Al Haramain. En Irak, Tanzim Qai’dat al Jihad fi Bilad al Rafidayn (es decir, la Organización de Al Qaeda para la Guerra Santa en Mesopotamia) perpetró otros 10 desde mediados de octubre. Entonces fue cuando el grupo Tawhid wal Yihad (Unicidad de Dios y Guerra Santa), cuya formación se remonta probablemente al verano de 2003 y está constituido por algunos centenares de árabes básicamente no iraquíes, adoptó esa nueva denominación tras el juramento público de fidelidad a Osama bin Laden hecho aquel mismo mes por su máximo dirigente, el súbdito jordano que responde al apelativo de Abu Musab al Zarqawi. Pero su trama de células relativamente independientes había perpetrado ya en lo que iba de año no menos de 26 atentados, sobre todo en localidades iraquíes situadas hacia el centro y norte del país. Grupos conocidos como Ansar al Sunna (Defensores de la Tradición) y el Ejército Islámico de Irak, ambos solapados en buena medida con esa organización armada que en otoño decidió cambiar su nombre, asumieron conjuntamente otros 19 incidentes terroristas más ocurridos en la misma demarcación a lo largo de 2004.

Al Qaeda y sus propias extensiones locales o regionales habrían perpetrado, por tanto, cerca del 39% de los actos de terrorismo relacionados con la yihad neosalafista global que se registraron ese año. Por su parte, detrás de unos 69 atentados llevados a cabo todos ellos en Afganistán durante 2004 estarían activistas armados todavía leales a los valores e instituciones del desaparecido régimen de los talibán, estrechamente vinculados con Al Qaeda desde mediada la década de los noventa. Tras la intervención militar estadounidense que siguió a los atentados del 11 de septiembre de 2001 y puso fin al santuario que disfrutaba dicha estructura terrorista bajo aquel totalitarismo teocrático, buena parte de los miembros y dirigentes de esa organización al igual que muchos combatientes adheridos a éste último sistema político cruzaron la frontera para asentarse en los difícilmente accesibles territorios contiguos de Afganistán con las provincias paquistaníes de Baluchistán y el Noroeste, mientras otros buscaban refugio en las ciudades más densamente pobladas del país limítrofe y los demás se dispersaban por sus respectivos países o comunidades de origen, dentro o fuera del mundo islámico. Sea como fuere, la cifra de atentados cometidos en territorio afgano por reductos armados de los talibán supuso aproximadamente el 37% del total de incidentes relacionados con las actuales redes terrorismo internacional que ocurrieron en el mundo a lo largo de 2004.

Hasta 39 casos más, es decir casi un 21% del total de incidentes contabilizados, permiten incluir en este panorama del terrorismo internacional correspondiente a 2004 a varios otros actores colectivos asociados con Al Qaeda. Así ocurre, por ejemplo, con Lashkar e Tayiba (Ejército de los Puros), organización terrorista creada en 1989 y que, al igual que otra aparecida a finales de la siguiente década, Jaish e Mohammed (Ejército de Mahoma), pretenden tanto la anexión de Cachemira a la India como el dominio del islam sobre las naciones limítrofes y el conjunto de ese país, donde han perpetrado cruentos atentados. Entre ambas suman unos pocos miles de adherentes y están asentadas en territorio paquistaní, como es el caso de Harakat ul Mudjahedin, organización que se desenvuelve en Cachemira pero dispone de importantes nexos transnacionales. Constituida a inicios de los ochenta, pronto empezó a reclutar voluntarios de filiación suní para combatir la invasión soviética de Afganistán hasta asociarse con Al Qaeda a finales de los noventa. Se considera que ha llegado a contar con medio millar de activistas de distintas nacionalidades, pero en su mayoría paquistaníes. Similar es el caso del grupo terrorista, Lashkar e Yhangvi (Ejército de Yhangvi), pero de apenas unos cien efectivos, que atenta regularmente contra blancos occidentales y también chiíes en aquella misma demarcación estatal, como ha ocurrido el pasado año.

Notoria has sido igualmente durante 2004 la actividad terrorista del denominado Groupe Salafiste pour la Prédication et le Combat (Grupo Salafista para la Predicación y el Combate), conocido en Argelia desde principios de los noventa, cuando se constituyó con la ayuda del propio Osama bin Laden y se inscribe en el movimiento yihadista global. En nuestros días dispone de unos cuantos centenares de miembros, no sólo en su país magrebí de origen sino en otros del norte de África e incluso se ha extendido a la región del Sahel, además de contar con infraestructura para la propaganda y el proselitismo en distintas naciones europeas. Semejantes son actualmente las dimensiones de otra organización implicada en actos de terrorismo internacional, el Movimiento Islámico de Uzbekistán, fundado en 1998 y cuyas acciones tienen preferentemente lugar en dicho país centroasiático, si bien en el pasado ha intentado ampliar el ámbito territorial de las mismas a otros escenarios contiguos de Asia Central. Muchos de sus militantes recibieron entrenamiento en campos ubicados en territorio afgano y dirigidos por miembros de Al Qaeda, estructura con la que el grupo de radicales islamistas compuesto principal pero no exclusivamente por uzbekos se encuentra afiliado desde sus mismos orígenes.

Yemaa Islamiya es otra de las organizaciones integradas en las redes del actual terrorismo internacional y que ha perpetrado algún atentado en 2004. Creada en enero de 1993, parece que desde entonces ha conseguido reclutar varios miles de miembros y que la actividad de sus células, relativamente independientes entre sí, se despliega por distintos países del sudeste asiático, principalmente en el archipiélago de Indonesia aunque sus estructuras alcanzan también la propia Australia . Ha recibido fondos y apoyo de Al Qaeda, prestando a su vez ayuda a componentes de esta estructura terrorista en el sudeste asiático. Mantiene además estrechos ligámenes con el grupo Abu Sayyaf (Portador de la Espada), de análoga orientación ideológica yihadista, que concentra sus atentados en zonas musulmanas del sur de Filipinas e igualmente ha protagonizado notorios actos de terrorismo internacional el pasado año. Otros 7 incidentes de terrorismo internacional perpetrados en 2004, el restante casi 4% del total de los contabilizados, fueron cometidos por entidades y células con variable articulación formal, a menudo sin denominación específica, básicamente autónomas aunque decididamente alineadas con Al Qaeda y el movimiento de la yihad neosalafista global.

Escenarios de la yihad neosalafista

A lo largo de 2004, un 38% del total de los actos de terrorismo internacional contabilizados tuvieron lugar en Afganistán y cerca del 30% de los mismos ocurrieron en Irak (véase cuadro 2). En la India y Arabia Saudí se registraron en torno a un 7% respectivamente, mientras que, por debajo de ese porcentaje, entre los países afectados en mayor o menor medida por el restante 32% de atentados relacionados con dicha violencia durante ese periodo de tiempo incluyen Argelia, Egipto, España, Filipinas, Indonesia, Pakistán, Siria, Turquía y Uzbekistán. Atendiendo a su distribución según regiones geopolíticas, algo más de la mitad de los atentados atribuidos en 2004 a organizaciones y grupos relacionados con el movimiento de la yihad neosalafista global, aproximadamente el 52%, se registraron en Asia Central y del Sur, mientras que en torno al 37% dentro del área contigua que discurre entre Oriente Medio y la región del Golfo. Alrededor de un 3% del total de actos de terrorismo internacional perpetrados entre enero y diciembre de ese año acontecieron en un solo país del Magreb y un porcentaje similar en dos países del Sudeste Asiático. Apenas el 2% tuvo lugar en una nación correspondiente al ámbito de Europa Occidental, concretamente España.

Actos de terrorismo Internacional en 2004, ssegún países y regiones geopolíticas

Afganistán, que entre 1996 y 2001 fuera el santuario de Al Qaeda, ha ido perdiendo la centralidad que otrora tuvo para el terrorismo internacional, pese a la frecuencia de incidentes registrados el pasado año. La intervención militar estadounidense tras los atentados del 11 de septiembre puso fin al régimen talibán entonces vigente, lo que incidió decisivamente sobre la configuración de aquella estructura terrorista y del yihadismo neosalafista global. La primera se debilitó y fragmentó, pero el segundo se ha convertido en un movimiento más extendido y difuso. Desde entonces, los remanentes de la milicia talibán y elementos de la propia Al Qaeda que se mueven a través de la frontera pakistaní han practicado sistemáticamente actos de terrorismo. Tanto para oponerse a la presencia de occidentales y a las actividades de organismos internacionales como para dificultar las funciones de una incipiente administración pública y, sobre todo, inocular el miedo entre la población, tratando así de inhibir su aquiescencia hacia el establecimiento de una nueva forma de gobierno en el país. Esa violencia ha persistido durante 2004 con una extraordinaria frecuencia que ha discurrido paralela a los limitados avances que Afganistán iba registrando en su reconstrucción estatal y estabilización política. De hecho, el 9 de octubre se celebraron las primeras elecciones en la historia del país. Una progresiva normalización del mismo y la adecuación de sus instrumentos de seguridad deberían incidir en detrimento de la capacidad que los grupos armados relacionados con los talibán o Al Qaeda tengan para movilizar recursos y afectar con sus actos terroristas el proceso político en curso.

En el caso de Irak, las acciones terroristas en general y las del terrorismo internacional en particular se inscriben en el contexto de la insurgencia que es una constante desde el verano de 2003, cuando cayera la dictadura baazista como consecuencia de la invasión y ocupación del país por tropas de una coalición multinacional, principalmente estadounidenses. La convocatoria de elecciones generales para el 30 de enero de 2005 hizo que en los meses precedentes aumentara la frecuencia de los atentados, para imposibilitar la normal celebración de esos comicios. Un mes antes de aquella fecha, tres grupos armados suníes relacionados con el yihadismo neosalafista global divulgaron por internet un amenazador comunicado en el que se leía: “Llamamos a los fieles musulmanes a no participar en esa práctica infiel que tiene por objeto imponer las leyes infieles de los cruzados y sustituir nuestra gran religión por el secularismo”. Insurgentes autóctonos y terroristas foráneos fracasaron en sus propósitos de impedir o invalidar las elecciones, pero continuarán tratando de condicionar la evolución política del país. A mediados de 2004 se calculaba que el contingente de yihadistas venidos del exterior para incorporarse a esos grupos armados suníes relacionados con Al Qaeda podría oscilar entre algunos centenares y unos pocos miles. Entre ellos parecen mayoría los de procedencia saudí, aunque se registre también una significativa presencia de sirios, iraquíes y kuwaitíes, entre otros. Sus atentados han constituido, el pasado año, una pequeña parte del total de ataques llevados a cabo por fuerzas insurgentes y se han dirigido sobre todo contra miembros de las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes, militares estadounidenses o de otros países con tropas en la zona, sedes de organismos internacionales y la comunidad chií, mayoritaria en el país, con el fin de provocar enfrentamientos civiles y violencia sectaria.

En otros países del mundo árabe e islámico los actos de terrorismo internacional responden sobre todo a la voluntad de erosionar la legitimidad en que se sostienen sus respectivos gobernantes, a los que desde planteamientos neosalafistas se tiene como apóstatas o incrédulos, por ejercer su poder sin atenerse al rigor que según esa concepción fundamentalista del credo musulmán impone la sharía o ley coránica. Se trata de una violencia practicada por grupos y organizaciones asociadas con Al Qaeda, que combinan su propia agenda local o regional, consistente en lograr a corto o medio plazo la instauración de regímenes políticos inspirados en una interpretación rigorista de las leyes coránicas, con los objetivos últimos que persigue la yihad neosalafista global, es decir, la constitución de un califato que unifique políticamente al mundo islámico y prevalezca con carácter global. En Arabia Saudí los atentados de 2004 continúan la campaña iniciada a mediados del año precedente, en Argelia se trata de un terrorismo que entronca con el extremismo islamista que ha convulsionado el país desde 1992, en Pakistán es una violencia relacionada sobre todo con el conflicto por Cachemira y que ha atraído a elementos de Al Qaeda afectando a la vecina India, en Indonesia y Filipinas los actos de terrorismo internacional instigan a su vez violencia sectaria, en Uzbekistán ese tipo de acciones se aprovechan de un entorno político inestable, de igual modo que agrava fracturas socioreligiosas y estimula procesos de radicalización en Egipto, Siria y Turquía.

Fuera de las sociedades musulmanas, el hecho más relevante de entre los actos de terrorismo internacional registrados durante 2004 lo constituye, sin lugar a dudas, la matanza ocurrida el 11 de marzo en Madrid. No es la primera vez que los emprendedores y activistas del nuevo terrorismo islamista tratan de cometer una atrocidad de esa magnitud en algún país europeo, pero sí es la primera vez que consiguen completar con éxito sus planes. Una serie de atentados contra blancos alemanes, franceses, británicos o españoles en el sur de Asia, Oriente Medio o el norte de África fueron preludio de lo que finalmente acontecería en territorio de la Unión Europea. Las actividades del terrorismo internacional estuvieron facilitadas en España por circunstancias de accesibilidad, vulnerabilidad y oportunidad que no se habían combinado hasta entonces del mismo modo en otros países europeos. Proximidad geográfica al Magreb, un atractivo especial para los terroristas islamistas derivado del pasado hispanomusulmán, arreglos antiterroristas muy desarrollados pero escasamente adaptados a los desafíos de la yihad neosalafista global y una coyuntura de tenso debate político interno sobre el alineamiento del Gobierno español con el estadounidense respecto a la intervención militar en Irak, crearon en conjunto un marco comparativamente propicio para el espectacular atentado de Madrid. También para que Al Qaeda o sus entidades afiliadas pudieran beneficiarse propagandísticamente de los efectos colaterales ocasionados por la matanza llevada a cabo en los denominados trenes de la muerte.

En la medida en que la conexión con las actuales redes del terrorismo internacional haya existido, no menor relevancia que la masacre del 11 de marzo en Madrid adquirirían, por lo que se refiere al impacto del terrorismo internacional en países donde la población no es mayoritariamente musulmana, los sucesos de septiembre de 2004 en Beslán. Este caso sería un buen exponente de cómo la adopción por parte de algunos grupos independentistas chechenos de un repertorio de violencia terrorista, que en sus inicios parece más bien responder a la devastadora represión desatada por el ejército ruso sobre los separatistas o su población de referencia desde mediados los años noventa, ha permitido a los dirigentes de Al Qaeda y de los grupos adheridos al movimiento yihadista global inmiscuirse con relativo éxito en un conflicto etnonacionalista para tratar de redefinirlo en términos de confrontación religiosa. Ahora bien, hasta el momento las conexiones entre el terrorismo separatista checheno o, más concretamente, entre quienes perpetraron el atentado de Beslán y el movimiento de la yihad neosalafista global no se han acreditado suficientemente.

¿Un nuevo terrorismo internacional?

Con frecuencia se caracteriza al actual terrorismo internacional como un fenómeno especialmente novedoso por las elevadas tasas de letalidad y el alto grado de indiscriminación con que se producen sus atentados, por la rutinaria implicación de suicidas en los mismos y por su propensión a dirigirse contra blancos occidentales, en particular contra intereses y ciudadanos estadounidenses. De hecho, el propio discurso utilizado por los dirigentes y emprendedores del actual terrorismo internacional subraya el potencial cruento de sus amenazas, apela a las operaciones llevadas a cabo por quienes definen como mártires e insiste en una retórica antioccidental, particularmente hostil hacia judíos y cristianos. Sin embargo, aun cuando una cierta combinación de aquellos rasgos considerados típicos del terrorismo internacional y voceados por sus instigadores sea habitual en los atentados más espectaculares que han tenido lugar a lo largo de los últimos años, lo cierto es que esa violencia globalizada viene desarrollándose, como revelan los datos correspondientes a 2004, de acuerdo con tasas de mortalidad menores de lo imaginado, procedimientos mucho más convencionales de lo que se cree y pautas de victimización también distintas de las a menudo supuestas.

En 2004, los 187 actos de terrorismo internacional contabilizados para este estudio ocasionaron al menos 1.508 muertos y al menos 3.971 heridos. Así, el promedio de víctimas por atentado fue de 8 muertos y 21 heridos. Tasas de victimización sin duda relativamente altas pero que no reflejan una elevada frecuencia de incidentes saldados con homicidios masivos tales como los de Nueva York o, en menor medida, Bali, Casablanca o Madrid, por ejemplo. Ahora bien, en algo más de una cuarta parte del total de los incidentes terroristas registrados ese año no se produjeron víctimas mortales, mientras que en algo más de la mitad de ellos perecieron entre 1 y 10 personas, de manera que ésta última cifra se superó en el aproximadamente 17% correspondiente a los restantes episodios conocidos y sólo en cuatro casos fallecieron más de 100 personas (véase cuadro 3). En torno al 41% de los actos de terrorismo internacional ocurridos durante ese mismo periodo de tiempo no causaron heridos y un monto cercano al 38% produjo lesiones de diversa consideración a entre 1 y 10 personas, de manera que en aproximadamente un 21% de los casos el número de heridos superó esos números, aunque apenas llegan al 6% los atentados como resultado de los cuales hubo más de un centenar.

Actos de terrorismo Internacional en 2004, ssegún muertos y heridos

Esas cifras de victimización están en consonancia con el hecho de que casi la mitad de los actos de terrorismo internacional contabilizados en 2004 fueron perpetrados mediante bombas y otros artefactos explosivos, mientras que en aproximadamente una cuarta parte de los casos se utilizaron armas de fuego y en los demás procedimientos varios entre los que se incluye un muy significativo porcentaje de secuestros (véase cuadro 4). Pese a que los terroristas vinculados con las organizaciones y grupos insertos en el movimiento global de la yihad neosalafista son temidos por su propensión al uso de componentes químicos, bacteriológicos, radiológicos o nucleares en la comisión de atentados, lo cierto es que durante el año pasado sus actividades se han basado en procedimientos bastante convencionales y bien conocidos. Ello no implica que el riesgo de que acontezca algún incidente terrorista no convencional sea inexistente, aun cuando su probabilidad estadística, a la vista de los datos recopilados, sería muy baja. Respecto a la eventual participación de suicidas en los actos de terrorismo internacional, cabe constatar que un 83% de los incidentes registrados en 2004 ocurrió sin su concurso, mientras que en casi el 17% de los casos contabilizados se detectó la presencia de terroristas que optaron por perder ellos mismos la vida al llevar a cabo un atentado, porcentaje este último que varía marcadamente según países o grupos.

Actos de terrorismo Internacional en 2004, ssegún procedimiento y modalidad

Entre los blancos preferentes del terrorismo internacional a lo largo de 2004 destacaron, sobre todo, personal e instituciones gubernamentales, agencias públicas de seguridad y, ya en menor medida, intereses económicos y turísticos, individuos particulares y propiedades privadas, y sedes diplomáticas, lo que en conjunto equivale a más de tres cuartas partes del total (véase cuadro 5). Ahora bien, en torno al 64% de los blancos afectados no eran de adscripción occidental, mientras que, por el contrario, ciudadanos e intereses occidentales fueron afectados exclusivamente en cerca de un 24% de las ocasiones contabilizadas. Es más, durante 2004 el terrorismo internacional se dirigió contra blancos sólo estadounidenses en un 12% de los atentados conocidos. Cifras que denotan por tanto un rango mucho más amplio de victimización del que con frecuencia se atribuye a dicha violencia propia de la yihad neosalafista global. De hecho, la evidencia empírica pone de manifiesto que en al menos dos terceras partes de los casos registrados, las organizaciones y los grupos relacionados con el actual terrorismo internacional seleccionaron blancos no occidentales, aunque en algún caso se tratara de colectivos autóctonos de confesión cristiana en países asiáticos. Datos que, cruzados con los referidos a aquellos países y ámbitos geopolíticos donde se ha prodigado la yihad neosalafista global el pasado año, permiten concluir que las víctimas preferentes del actual terrorismo internacional son las propias poblaciones locales, sobre todo en sociedades mayoritariamente musulmanas.

Actos de terrorismo Internacional en 2004, ssegún tipo y adscripción de blancos

Así, en relación con la información y los datos contenidos en este epígrafe, resulta particularmente ilustrativo, en mi opinión, que sólo uno de los cuatro atentados de terrorismo internacional más extraordinariamente cruentos registrados a lo largo del año 2004 tuvo lugar en territorio occidental o fue expresamente dirigido contra blancos occidentales. Me refiero a la serie sincronizada de explosiones ocurridas el 11 de marzo en los trenes de cercanías que circulaban a hora punta hacia el centro de Madrid, cuando perecieron 191 personas, resultando heridas casi millar y medio, en una matanza cometida en nombre de Al Qaeda por una serie de individuos articulados en células cuyos responsables mantenían ligámenes con elementos de dicha estructura terrorista o alguna organización neosalafista de origen norteafricano asociada con la misma. Ocurre sin embargo que antes de ese día se habían producido ya los otros incidentes de mayor letalidad deparados ese mismo año por el terrorismo internacional. Dos ocurrieron en la región del Golfo, más concretamente en suelo iraquí, y uno en el sudeste asiático, esta vez en zona de jurisdicción filipina. Todos ellos fueron ejecutados indiscriminadamente, afectando a poblaciones autóctonas de orientación religiosa cristiana en uno de los supuestos pero adheridas a corrientes islámicas distintas del neosalafismo suní en los otros incidentes.

El 1 de febrero, dos atentados prácticamente simultáneos ocasionaron la muerte a 117 personas y heridas a algo más de 220 en la ciudad iraquí de Erbil, cuando otros tantos terroristas suicidas hicieron estallar la carga explosiva que llevaban adosada a sus cuerpos en sendas sedes del Partido Democrático del Kurdistán y de la Unión Patriótica del Kurdistán, a una hora de la mañana en que se encontraban muy concurridas de gente y un día en el cual se celebraba la fiesta musulmana del sacrificio. Ansar al Sunna asumió la autoría de los hechos. El 27 de febrero, un artefacto explosivo oculto tras un monitor de televisión provocó el hundimiento de un barco que transportaba pasajeros, a poca distancia de la costa, en las proximidades de Manila, capital de Filipinas. Como consecuencia del atentado, al menos 118 personas perdieron la vida y unas pocas más pudieron ser rescatadas. Las detenciones realizadas con posterioridad al incidente pusieron de manifiesto la implicación del grupo armado islamista Abu Sayyaf. El 2 de marzo, otra vez en Irak, una serie de atentados sincronizados, perpetrados mediante la acción de un terrorista suicida, el lanzamiento de obuses y la detonación de bombas escondidas entre bolsas, produjo 106 víctimas mortales y más de 230 heridos en Kerbala, cuando miles de fieles celebraban la festividad religiosa del martirio de Achura, concentrados en dos lugares considerados santos para los chiíes. Estos sucesos sucesos se atribuyeron a la organización terrorista Tawhid wal Jihad.

Hacia una violencia difusa

Tanto la alta frecuencia como la variable intensidad de los atentados perpetrados durante 2004 constituyen un buen exponente del potencial que conservan los grupos y organizaciones implicados en las redes del terrorismo internacional. Al Qaeda, núcleo fundacional y principal referencia para el conjunto multinacional y multiétnico de actores implicados en la práctica de dicha violencia mundializada, se ha debilitado progresivamente durante los últimos tres años, tras perder su santuario y sufrir las consecuencias de una creciente reacción internacional. Ahora bien, de igual manera que esta estructura terrorista parece haberse adaptado mejor de lo previsto a un entorno adverso, el complejo movimiento de la yihad neosalafista global que ha promocionado está hoy ampliamente extendido y beneficiándose de procesos de radicalización que afectan a determinados colectivos de musulmanes, dentro y fuera del mundo islámico. El peligro es ahora el de una violencia difusa en cuya ejecución coinciden el centro decisorio de Al Qaeda, sus numerosas entidades afiliadas en distintos países o regiones del mundo e incluso las células locales que se constituyen a sí mismas, aunque actúan alineadas con los objetivos y métodos de aquella organización matriz.

En el seno de las sociedades occidentales, esta violencia difusa puede manifestarse mediante atentados altamente letales pero también, a partir de grupúsculos autoconstituidos y sustancialmente autónomos de radicales neosalafistas, en forma de asesinatos individuales, como el ocurrido contra un conocido cineasta holandés en noviembre de 2004. De cualquier manera, la actividad del terrorismo internacional durante este último año se encuentra en consonancia con la estrategia diseñada años atrás por los dirigentes de Al Qaeda y consistente en desplegar su violencia tanto en el seno del mundo árabe e islámico como fuera del mismo. Ahora bien, pese a la retórica antioccidental propia de este esa organización y del amplio movimiento que ha dinamizado a lo largo de la última década, los datos ofrecidos en este capítulo ponen de manifiesto que el terrorismo internacional plantea riesgos y amenazas a sociedades correspondientes a diferentes civilizaciones. En la actualidad está dirigiéndose asimismo contra su propia población de referencia, lo que en principio suscitaría contradicciones internas y dificultades para obtener el esperado rendimiento de su propaganda. Sin que, al menos por el momento, ello suponga que Al Qaeda o el resto de entidades que forman la urdimbre del terrorismo internacional carezcan a corto plazo de la capacidad necesaria para planear y ejecutar campañas sostenidas de violencia en ámbitos territorialmente demarcados al igual que atentados espectaculares e incluso no convencionales de impacto global.