Es hora de exigir explicaciones a Irán

España es sin duda un país peculiar. Una de sus particularidades es, por ejemplo, que un gobierno de coalición es una extraña novedad por aquí. Otra, que uno de los partidos candidatos a formarlo está acusado de haber sido financiado por una potencia extranjera. Y no cualquier potencia: por la República Islámica de Irán.

No es necesario extenderse en el carácter brutal del régimen de los mulás, su tratamiento de opositores, mujeres o gays. Tampoco debería tener que recordarse que ese mismo régimen ha financiado el terrorismo internacional durante décadas: organizó y ejecutó, no olvidemos, el atentado en la mutua judía argentina, AMIA, en 1995, causando 85 muertos y más de 300 heridos. Y desde entonces se niega a entregar a los responsables que siguen ocupando importantes cargos en su Gobierno. Y ello sin mencionar a sus intervenciones desestabilizadores en Irak, Yemen, Líbano, Siria, o su apoyo a otros grupos terroristas como Hamás o Hezbolá.

A nadie le puede extrañar que un régimen de estas características esté interesado en desestabilizar una democracia occidental en el corazón de Europa. Empieza a resultar más sorprendente y paradigmático de esa peculiaridad nuestra que el partido que se ha beneficiado del apoyo de un régimen como ese ni siquiera sienta la necesidad de ocultarlo a los electores, que en cualquier democracia madura huirían despavoridos ante la posibilidad de verse asociados con una teocracia brutal semejante.

De acuerdo a las investigaciones policiales, el método presuntamente elegido para esa financiación ilegal no habría sido particularmente sofisticado, con sobreprecios pagados por programas producidos para la televisión iraní en España, en último término derivados a los dirigentes de ese grupo político. Siguiendo con las especificidades de nuestro país, resulta sorprendente que, no siendo precisamente un secreto la asociación entre los responsables del partido y el canal de televisión, y ante la evidencia de que ese partido gastaba ingentes cantidades de dinero en su expansión sin unas fuentes de ingresos que ayudaran a justificarlo, no se investigara formalmente mucho antes ese sospechoso flujo de recursos. Investigación que se hace pública extrañamente justo después de unas elecciones exitosas para la agrupación (y no, por cierto, antes). Y cuando sale a la luz esa información no resulta, incomprensiblemente, en un escándalo mediático, social y político de proporciones incontenibles que destierre a esos líderes al ostracismo político. Solo en España.

Cerrando el círculo de la inusual idiosincrasia nacional , tenemos a un Gobierno que, en vista de las investigaciones policiales, ha criticado (muy moderadamente, es cierto) a ese partido oponente... pero al que no se le ha oído consideración alguna sobre el régimen iraní. Ni hablar de una convocatoria, por ejemplo, al embajador de los ayatolás en España, exigiéndole explicaciones sobre qué, cómo, cuánto y por qué su Gobierno ha tratado de subvertir nuestra democracia constitucional con una injerencia inaceptable entre países que mantienen relaciones diplomáticas. Aunque mantenerlas con un régimen que niega y se burla del Holocausto judío ya debería haber constituido motivo para esas consultas hace tiempo.

De la sorpresa pasamos a la estupefacción al descubrir por la prensa online (ningún medio tradicional le dio relevancia) que el presunto perpetrador de la trama, el diplomático persa Elizadeh Azimi, acompañó a la misión de los ministros García Margallo, Soria y Pastor a Teherán el septiembre pasado, haciendo incluso de traductor de la comitiva. Y como no ha sido desmentido, y ya que tenemos que creer que policía y servicios de información habrían ya por entonces alertado al Gobierno de sus sospechas e investigaciones, o los ministro no consideraron esa información relevante, o pensaron que unos contratos en Irán bien valían hacer la vista gorda a la interferencia de los islamistas en nuestro sistema político.

Y ahí sigue el embajador iraní Fadaifard paseándose por Madrid sin verse obligado a dar hasta la fecha cuenta alguna. Mientras su patrocinados se siguen presentando como la nueva política azote de las cloacas de los partidos tradicionales.

Detesto cuando oigo a mis compatriotas hablar de un "país de pandereta". Pero tengo que reconocer que si no lo somos hay que ver lo bien que nos lo hacemos.

Ángel Mas es presidente de ACOM, Acción y Comunicación para Oriente Medio.

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