Es hora de tomar en serio la defensa europea

La guerra de Rusia en Ucrania ha obligado a la Unión Europea a abordar retos estratégicos pendientes. La tarea más inmediata es poner fin a la dependencia europea de las importaciones energéticas rusas, un proceso que ya está en marcha tras la adopción de un embargo gradual de petróleo que alcanzará el 90% a finales de año.

En términos generales, Europa también debe desarrollar una política de seguridad y defensa eficaz, así como las capacidades necesarias para su implementación. Aunque esta ambición en sí misma no es nueva, existe un nuevo impulso para lograrlo. La guerra de Rusia ha dejado claro que necesitamos un cambio de rumbo para abordar de forma conjunta las inversiones en defensa. Esa fue la principal conclusión del debate del Consejo Europeo sobre defensa de esta semana.

No existen dos problemas políticos idénticos. A veces, un reto puede parecer tan nuevo y sin precedentes que no puede abordarse sin haber realizado antes una evaluación adecuada del nuevo contexto político. En ocasiones, se conocen las soluciones al mismo, pero faltan los recursos para llevarlas a cabo. El debate sobre la seguridad y la defensa europea entra en una tercera categoría: el diagnóstico y las prescripciones están claros, pero ha habido un déficit de voluntad política.

Sabemos desde hace años -incluso décadas- que los gobiernos europeos han gastado demasiado poco en defensa, y de forma demasiado fragmentada. El resultado es que carecemos de las capacidades militares necesarias para garantizar nuestra propia seguridad o servir como un socio capaz para la OTAN. Tenemos que gastar más, y tenemos que sacar mayor rendimiento de ese gasto conjunto.

A lo largo de los años, muchos políticos europeos, instituciones, ministerios de defensa, grupos de reflexión y otros actores han publicado informes y propuestas pidiendo más y mejor gasto en defensa. Estas exhortaciones han reflejado un claro y firme consenso entre los expertos en la materia. Además, en 2004, la UE creó la Agencia Europea de Defensa para apoyar a los Estados miembros con proyectos conjuntos de investigación, desarrollo y adquisición.

Pero muchos países recortaron su gasto en defensa tras la crisis financiera de 2008, reduciendo las partes de sus presupuestos dedicadas a inversiones en seguridad colaborativa. Desde entonces, los gobiernos han defendido con demasiada frecuencia el gasto conjunto mientras siguen dando prioridad a las adquisiciones nacionales (a menudo por razones políticas, como el apoyo a las industrias y el empleo nacionales).

El resultado neto ha sido dramático. Entre 2009 y 2018, los recortes de los Estados miembros supusieron un gasto agregado insuficiente en defensa de unos 160.000 millones de euros (171.000 millones de dólares). Peor aún, muchos otros actores en el mundo han avanzado a mayor velocidad. En los últimos 20 años, el gasto combinado en defensa de la UE sólo ha aumentado un 20%, frente al 66% de Estados Unidos, el casi 300% de Rusia y el 600% de China. Y lo que es más alarmante, Europa alcanzó un nuevo mínimo en 2021, cuando sólo el 8% del gasto en equipamiento se destinó a inversiones en colaboración, muy lejos del 35% que los propios Estados miembros de la UE se han fijado como objetivo.

Este gasto insuficiente y la falta de colaboración están costando a los países de la UE (y, por tanto, a los contribuyentes) decenas de miles de millones de euros al año, debido al gasto redundante y a las ineficiencias. Esto no tiene por qué ser así. Está en nuestra mano cambiar el rumbo, y ya conocemos el camino. Con la Brújula Estratégica, las instituciones de la UE y los 27 Estados miembros han elaborado una hoja de ruta. Contamos con herramientas y marcos -empezando por la Cooperación Estructurada Permanente y el Fondo Europeo de Defensa- para ayudar a los Estados miembros a promover la investigación, desarrollos e inversiones de forma más coordinada.

Pero todavía hay que colocar otras piezas en su sitio. Debemos ofrecer incentivos financieros para la adquisición conjunta y avanzar hacia una programación más estratégica. También tenemos que reforzar la base industrial y tecnológica de defensa de la UE apoyando la I+D y aprovechando el potencial de las nuevas tecnologías disruptivas. Como dije a los líderes europeos esta semana cuando respaldaron este enfoque, tanto la Comisión Europea como la Agencia Europea de Defensa pueden ayudar en esta tarea.

Sí, es un cliché en la política europea decir que sólo nos falta la voluntad política para utilizar las herramientas que tenemos a nuestra disposición. Pero los clichés suelen tener parte de razón. Los europeos tendemos a tomar decisiones difíciles sólo cuando hemos probado todo lo demás y nos enfrentamos a una crisis aguda.

Esas condiciones se han cumplido claramente. Estamos viendo cómo Rusia libra una brutal guerra de agresión contra Ucrania, que ha puesto de manifiesto las propias vulnerabilidades de Europa, revelando déficits duraderos y nuevas necesidades (como la de reponer nuestras agotadas reservas). Además, esta crisis se suma a otras muchas amenazas, tanto en nuestra propia vecindad como fuera de ella. Los intereses europeos se ven amenazados en todos los ámbitos estratégicos, incluidos el cibernético, el marítimo y el espacial.

Tenemos que desarrollar los medios para protegernos en un mundo peligroso. Esto requerirá no sólo más gasto en defensa, sino un mejor gasto en defensa. Para garantizar nuestra seguridad colectiva, debemos invertir más juntos.

Josep Borrell, High Representative of the European Union for Foreign Affairs and Security Policy, is Vice President of the European Commission for a Stronger Europe in the World.

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