Es hora de volver al trabajo de Doha

La suspensión desde julio de la Ronda de Doha de las conversaciones de la Organización Mundial del Trabajo (OMT) es profundamente decepcionante. Aunque se mantiene la retórica de compromiso con la ronda, en la práctica se ha producido una capitulación ante los grupos de presión defensivos que se aferran al statu quo. Pero el statu quo es inaceptable. En agricultura protege a las explotaciones agropecuarias más ricas del mundo, al sofocar las oportunidades de los pobres, y con un coste de unos 220.000 millones de euros al año para contribuyentes y consumidores. En el sector manufacturero impide a los países pobres ascender en la cadena de valor, porque los aranceles a sus exportaciones aumentan con el grado de elaboración. Las barreras entre los países en vías de desarrollo también son especialmente elevadas, e impiden el rápido crecimiento del comercio entre ellos. En los servicios, las barreras comerciales dificultan la mejora de la calidad y de la eficacia, y ralentizan el crecimiento de un sector que podría aportar muchísimo a la competitividad y al empleo. Retrasar la conclusión de las negociaciones de la Ronda de Doha comporta costes y riesgos para toda la economía mundial, tanto en países ricos como pobres.

En primer lugar, el retraso supone perder la oportunidad de aumentar el crecimiento planetario. Al estar aumentando los riesgos para la expansión mundial, es mal momento para permitir que se pierda una fuente de crecimiento clara y sostenida. Esto es especialmente crucial para los países pobres, donde la ralentización del crecimiento mundial hará que las dificultades se mantengan.

En segundo lugar, la percepción de debilidad y de división en la OMT hará mucho más difícil el resistir a las presiones proteccionistas en todo el mundo, en especial si la economía mundial se frena. No debemos olvidar que el sistema de comercio multilateral -junto con las instituciones de Bretton Woods- se creó en un principio para evitar una repetición del proteccionismo y de las devaluaciones competitivas que en la década de 1930 sumieron al mundo en la depresión.

En tercer lugar, las reformas comerciales pueden ayudar a suavizar las fluctuaciones económicas internacionales y contribuir a resolver de manera ordenada los desequilibrios mundiales. El éxito en la Ronda de Doha complementaría así los actuales esfuerzos de colaboración internacional, en los cuales participa el Fondo Monetario Internacional, para afrontar desequilibrios externos entre las principales economías. Por último, el bloqueo del proceso multilateral provocará un giro aún más pronunciado hacia los acuerdos de libre comercio (ALC) bilaterales o regionales. Los ALC no pueden sustituir a la liberalización multilateral. Si se diseñan adecuadamente, pueden beneficiar a sus miembros, sobre todo si se combinan con una reducción de los obstáculos comerciales para todos los socios comerciales. Si se diseñan mal, el coste de esos acuerdos -en lo que respecta a desvío de comercio, confusión y exigencias a una capacidad administrativa limitada- suele superar las ventajas. En términos más generales, el aumento de los ALC socava el principio fundamental del sistema de comercio multilateral: que deberían ofrecerse oportunidades comerciales a todos los países por igual.

El sistema de comercio multilateral ha afrontado dificultades antes, incluso durante la Ronda de Uruguay a comienzos de los años noventa, y ha resurgido con fuerza renovada. Creemos que aún es posible que la comunidad internacional alcance un buen acuerdo. Pero es necesaria una sensación de urgencia. ¿Qué deberíamos hacer, en concreto, para reanudar las negociaciones? Los países clave deben encontrar la voluntad política para enfrentarse a los intereses defensivos y negociar con flexibilidad para alcanzar un acuerdo de apertura de mercados. La iniciativa deberá partir desde arriba si queremos que los alegatos a favor de esa apertura provengan de los diferentes países y poner la ayuda a disposición de quienes deban efectuar ajustes. Todos los países tendrán que dar; no podemos esperar que ningún país soporte solo la carga.

Las fuerzas favorables al comercio pueden pronunciarse en el proceso político. Por ejemplo, es inadmisible que en los países ricos los intereses agropecuarios, que suponen menos del 4% del empleo, consigan bloquear el acuerdo para abrir nuevos mercados a servicios y manufacturas, que suponen más del 90% del empleo. En los países en vías de desarrollo, las voces favorables al comercio pueden hacer que el debate derive hacia las oportunidades de integración mundial, en lugar de resaltar las excepciones. El balance final es que las reformas comerciales benefician al país que las efectúa. La Ronda de Doha es una oportunidad para que los países se beneficien tanto de las reformas de otros como de las propias.

Mientras tanto, no se debería dar marcha atrás respecto a los avances ya conseguidos, como la oferta de eliminar las subvenciones a las exportaciones agrícolas de aquí a 2013 y de proporcionar acceso libre de aranceles a casi todas las exportaciones de los países menos desarrollados. Animamos a los donantes a ayudar a los países en vías de desarrollo a aprovechar plenamente las oportunidades comerciales como palanca de crecimiento. Por nuestra parte, tanto el Banco Mundial como el FMI estamos aumentando la ayuda financiera, técnica y analítica relacionada con el comercio.

Ya se han logrado muchas cosas en las negociaciones, y estamos a punto de alcanzar un acuerdo de valor significativo. Aunque la vuelta a la mesa de negociación no es fácil, no hay obstáculos insuperables. Todos los países, pero en especial los actores principales, tienen la responsabilidad de cumplir los compromisos adquiridos en la Ronda de Doha. Por el bien de sus ciudadanos, del sistema de comercio mundial y de los pobres del mundo, es hora de volver al trabajo.

Rodrigo de Rato, director general del Fondo Monetario Internacional y Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial.