¿Es la hora de brillar para las criptomonedas?

Incluso cuando toda la humanidad se moviliza contra la COVID-19, se está empezando a pensar en los cambios que habrá en el mundo después de la crisis. Mientras las empresas se apuran para adaptarse al nuevo mundo del distanciamiento social, la pandemia ha acelerado una tendencia ya inexorable hacia el comercio digital. Este desplazamiento más amplio también podría incluir la adopción generalizada de las monedas digitales, que ofrecen una mayor protección financiera y de la privacidad a los consumidores.

Durante la mayor parte del siglo XX, la encriptación estuvo reservada para la seguridad nacional. La criptografía ayudó a los aliados a ganar la Segunda Guerra Mundial y luego protegió las comunicaciones secretas durante la Guerra Fría. Incluso hasta 1992, Estados Unidos, por una cuestión de seguridad nacional, no permitía la exportación de tecnología criptográfica. Las comunicaciones encriptadas no estaban muy extendidas y se suponía que quien las usaba tenía algo que ocultar.

Pero a principios de la década de 1990, los primeros emprendedores Internet comenzaron a solicitar que se usara la encriptación en el comercio electrónico, sosteniendo que era necesaria para proteger los números de tarjeta de crédito de los clientes, sus contraseñas y otra información que se ingresaba en línea. Resultó que la misma tecnología de encriptación que se había creado en los laboratorios académicos —donde reinaban la confianza y la colaboración— podía ser útil para todos.

Los responsables de formular las políticas y las fuerzas del orden estadounidenses inicialmente obstaculizaron este intento de extender el uso de la encriptación. Para ellos, la privacidad para todos implicaba privacidad para los terroristas, narcotraficantes y las personas dedicadas al lavado de dinero. Como Louis J. Freeh, director del FBI, declaró ante el Congreso en 1994, «mantener la capacidad del gobierno estadounidense para interceptar las comunicaciones en Internet es la cuestión más importante que enfrentan hoy las fuerzas del orden, la seguridad pública y la seguridad nacional».

El encarnizado debate sobre la encriptación de extremo a extremo aún continúa, pero algo fundamental es que las expectativas de los consumidores cambiaron desde la década de 1990. La mayor parte del tráfico en Internet hoy está cifrada y la mayoría de nosotros hemos aprendido a buscar el ícono del candado cerrado en nuestro navegador antes de ingresar información sensible. Aplicaciones populares como WhatsApp, Telegram, iMessage y Signal abierto el camino para que los mensajes privados que no pueden ser rastreados por terceros sean algo normal.

Pero hay un área de nuestras vidas donde la privacidad aún no es la norma: nuestra información financiera personal. Por ley, las empresas financieras deben recopilar páginas y páginas de información personal sobre sus clientes. Esta información termina en última instancia en bases de datos en línea, donde se convierte en un objetivo tentador para los hackers. En 2017, la empresa calificadora de crédito Equifax informó que una filtración de sus datos expuso información sensible sobre más de 147 millones de consumidores, casi la mitad de la población estadounidense. Eso ocurrió después de una filtración similar en 2013, cuando fue noticia que los hackers obtuvieron los nombres, números de tarjetas de crédito y otra información de decenas de millones de clientes de Target.

Afortunadamente, hay una solución en el horizonte. Las criptomonedas prometen crear un sistema financiero más abierto, con acceso en todo el mundo, transferencias instantáneas de fondos, menores costos y mayor protección de la privacidad de los consumidores. Cuando Bitcoin comenzó a ganar popularidad, mucha gente supuso erróneamente que era dinero anónimo. De hecho, por estar basada en la tecnología de bloques (blockchain), usa un registro público donde se graba la historia digital de cada transacción. Las empresas de análisis de cadenas de bloques actualmente ayudan a las fuerzas del orden a rastrear criminales que pensaban que sus rastros habían quedado ocultos. Y las plataformas de intercambio de criptomonedas como Coinbase han implementado robustos programas antilavado de dinero y de información sobre los clientes que pueden competir con los de cualquier institución financiera.

Varios avances más recientes en tecnologías de criptomonedas prometen aumentar aún más la privacidad de los consumidores y seguramente serán polémicos. En primer lugar, las «monedas de privacidad», como Zcash y Monero, ofrecen protocolos de criptomoneda que evitan que las transacciones sean rastreables. Otras criptomonedas buscan replicar estas características e incluso JP Morgan ha explorado las transacciones privadas a través de su criptomoneda Quorum. Este cambio se asemeja un poco al paso de HTTP a HTTPS como estándar mundial en los sitios web: permite a los consumidores saber que su información está protegida por defecto.

En segundo lugar, los monederos sin custodia de criptomonedas ahora permiten a los clientes almacenar sus propias llaves privadas (que permiten transferir fondos) en vez de depender de terceros. Los proveedores de monederos sin custodia en realidad no almacenan los fondos de los clientes, con eso buscan posicionarse como empresa de software en vez de instituciones financieras sujetas a regulación. En el pasado, para usar los monederos sin custodia hacía falta un cierto grado de sofisticación, lo que limitaba su uso. Pero, al igual que las aplicaciones de mensajería encriptada, su accesibilidad para el mercado masivo va en aumento.

No sorprende que estas innovaciones hayan alarmado a los bancos, los reguladores y las agencias de la fuerzas del orden. Pero así como Internet necesitó la encriptación en sus primeras épocas para permitir el comercio digital, las criptomonedas necesitan proteger la privacidad para liberar todo su poder y potencial. Independientemente de que uno tenga que protegerse de regímenes autoritarios, cazadores de información o criminales, la mejor forma de garantizar que los datos financieros sensibles no sean hackeados es no registrarlos en primer lugar.

Otorgar protección financiera los consumidores no implica dar rienda suelta a los criminales. Las agencias de la fuerzas del orden aún cuentan con una amplia gama de herramientas a su disposición, desde presentar órdenes de comparecencia a las plataformas de intercambio de criptomonedas, hasta examinar las conversiones con monedas fiduciarias (que probablemente continúen siendo el cuello de botella para las fuerzas del orden). Y estos intercambios seguirán estando regulados como servicios financieros, independientemente de que los consumidores usen monedas de privacidad o monederos sin custodia.

El mundo vio como Estados Unidos se benefició enormemente gracias a la creación de las principales empresas de Internet del mundo y muchos países están trabajando ahora para atraer a la próxima generación de empresas de criptomonedas. Para los países que se plantean políticas de criptomonedas, el mejor enfoque, como siempre, será encontrar un equilibrio entre el cumplimiento de la ley, la ciberseguridad, la privacidad, la innovación y la competitividad económica.

Los consumidores en una sociedad libre siempre exigirán y esperarán niveles razonables de privacidad. Nuestras finanzas no son la excepción. Afortunadamente, las criptomonedas pueden solucionar algunos de los problemas más irritantes en los servicios financieros. Mientras planeamos la reconstrucción económica después de la crisis de la COVID-19, debemos permitir que estas tecnologías se desarrollen.

Brian Armstrong is the co-founder and CEO of Coinbase, a leading cryptocurrency exchange based in San Francisco.

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