Es mejor ser menos

¿Es necesariamente malo que la población esté disminuyendo? Sin duda uno podría pensarlo, a juzgar por los lamentos de algunos economistas y responsables del diseño de políticas en economías avanzadas, donde las personas están viviendo más años y las tasas de natalidad han caído por debajo de los niveles de sustitución. De hecho, los beneficios de la estabilidad demográfica –o incluso una ligera disminución– compensan cualquier efecto perjudicial.

Sin duda, una población que envejece plantea desafíos evidentes para los sistemas de pensión. Además, como han señalado economistas como Paul Krugman, también podría significar que las economías avanzadas no solo se enfrentan a una recuperación lenta, sino también al riesgo de un “estancamiento continuo”.

Cuando hay un aumento de la población más lento, disminuye la necesidad de invertir en reservas de capital. Mientras tanto, las personas que planifican jubilarse más tarde pueden ahorrar más para asegurar pensiones convenientes. Si estos ahorros exceden las necesidades de inversión, podrían conducir a una demanda agregada inadecuada, lo que deprimiría el crecimiento económico.

Sin embargo, los desafíos para el diseño de políticas asociados con estos cambios demográficos son manejables. Además, tal vez más importante, es que los beneficios de una longevidad aumentada y una fertilidad reducida son considerables.

La esperanza de vida creciente es el producto bien recibido del progreso médico y económico, y es casi seguro que siga aumentando. En efecto, la esperanza de vida promedio para niños nacidos en países prósperos podría exceder pronto los cien años.

Eso implica un aumento de la proporción de las personas mayores de 65 años con respecto a la población más joven. Sin embargo, mientras la edad de jubilación aumente para mantener estable la proporción entre el trabajo y la jubilación, el hecho de que los años de trabajo y los de jubilación estén creciendo a tasas iguales no tiene un efecto económico adverso. Existen además evidencias contundentes de que la longevidad creciente puede significar más años de vida activa saludable, no de dependencia no saludable. Solo las malas políticas, como la reciente promesa que hizo Alemania de disminuir la edad de jubilación, pueden hacer que el vivir más tiempo se convierta en un problema económico.

Las tasas de fertilidad en disminución, incluidas las de algunos países de ingresos bajos y medios, como Irán y Brasil, también reflejan avances sociales muy positivos –en particular el empoderamiento de las mujeres. Siempre que las mujeres pueden acceder a la educación y pueden decidir cuántos hijos tener, las tasas de fertilidad caen aunque sea ligeramente por debajo de los niveles de sustitución.

Las tasas de natalidad que disminuyen plantean más desafíos a los sistemas de pensión que la longevidad creciente porque conllevan un coeficiente de dependencia de las personas mayores incluso si la edad de jubilación aumenta en consonancia con la esperanza de vida. Pero siempre que las tasas de natalidad sean apenas inferiores al nivel de sustitución, la sostenibilidad de los sistemas de pensiones puede garantizarse mediante aumentos asequibles de las tasas de contribución. Además, las tasas de natalidad más bajas ofrecen el beneficio compensatorio de tener coeficientes de dependencia infantil inferiores, reducir los costos educativos o de permitir una mayor inversión en la educación por niño.

Una tasa de crecimiento de la población más o inferior también puede reducir el aumento de los coeficientes de riqueza-ingreso y el incremento resultante de la desigualdad que Thomas Piketty señaló recientemente. En muchos países el aumento es resultado principalmente del crecimiento de los precios de los bienes inmobiliarios en relación con el ingreso, pues las personas más ricas dedican un porcentaje cada vez mayor de su ingreso a adquirir propiedades en lugares deseables.

Un crecimiento sostenido de la población intensificaría la competencia por esos “bienes de estatus”, que no se pueden suministrar fácilmente en un volumen mayor. Una población estable, o incluso en declive, reduciría en cierta medida su importancia. También facilitaría reducir las emisiones de bióxido de carbono a un costo aceptable y preservar y mejorar la calidad ambiental local, a la que las personas le dan más valor a medida que sus ingresos aumentan.

Para las economías avanzadas actuales, una población estable o que disminuye ligeramente, sería tal vez óptima para el bienestar de las personas. Para el mundo en general, es un objetivo deseable.

No obstante, también es un objetivo lejano. En efecto, el declive de la población en las economías avanzadas sigue siendo un problema mucho  menor que el rápido crecimiento demográfico en muchos países  en desarrollo. Según las proyecciones del escenario de fertilidad medio de las Naciones Unidas, la población mundial aumentará de 7 mil millones de habitantes actualmente a 10 mil millones para 2050. La población de Nigeria podría crecer de 123 millones en 2000 a 440 millones para 2050, mientras que la de Yemen podría pasar de 18 a 42 millones.

Las elevadas tasas de fertilidad en muchos países son consecuencia en parte de los bajos ingresos. No obstante, el mismo fenómeno se da en sentido inverso. Las altas tasas de fertilidad asfixian las perspectivas de crecimiento económico porque el crecimiento demográfico excesivamente acelerado imposibilita acumular existencias per cápita de capital físico y humano al ritmo necesario para impulsar aumentos rápidos del ingreso.

Dicho esto, los esfuerzos para controlar el crecimiento de la población con medidas como la política de hijo único de China son aberrantes en términos morales e innecesarios. Si se toma como ejemplo a Irán se puede constatar que incluso los países con bajos ingresos pueden lograr reducciones espectaculares de la fertilidad tan solo ofreciendo opciones y educación. Sin embargo, eso no cambia el hecho de que el rápido declive de la fertilidad en China desempeñó un papel fundamental en su extraordinaria aceleración económica.

Los comentarios simplistas a menudo sugieren lo contrario: en teoría los países con altas tasas de fertilidad tienen la ventaja demográfica de una población joven con un rápido crecimiento. Sin embargo, más allá de una determinada tasa de crecimiento de la población, es imposible crear empleos con la velocidad suficiente para absorber la fuerza laboral en aumento.

Casi todos los países que tienen tasas de fertilidad muy superiores al nivel de sustitución encaran porcentajes de desempleo juvenil perjudiciales en lo económico y lo social. La inestabilidad en Medio Oriente tiene muchas causas, pero entre ellas se cuenta la falta de empleos para los jóvenes, en particular, los hombres.

En efecto, como Krugman y otros han señalado, la desaceleración demográfica puede aumentar el riesgo de una demanda insuficiente y de un crecimiento inferior al potencial. Sin embargo, si el problema es la demanda inadecuada, el peligro puede evitarse. Los gobiernos y los bancos centrales siempre pueden crear demanda nominal adicional si están dispuestos a utilizar todas las herramientas de política que tienen a su disposición, tales como la inversión pública financiada con deuda o dinero. Además, si hay recursos que no se utilizan plenamente, el resultado será un crecimiento real adicional.

Si el envejecimiento de la población conduce a un estancamiento continuo, ello se deberá a políticas deficientes. Por el contrario, los problemas creados por un crecimiento demográfico demasiado rápido, tienen sus orígenes en limitaciones reales e inevitables. No debe permitirse que los desafíos manejables que crean el aumento de las expectativas de vida y las tasas de nacimiento menos elevadas opaquen los enormes beneficios que proporcionan una mayor longevidad y estabilización de la población. Además, sin duda, no deben cegarnos a las consecuencias económicas y sociales adversas de un rápido crecimiento demográfico.

Adair Turner, former Chairman of the United Kingdom’s Financial Services Authority, is a member of the UK’s Financial Policy Committee and the House of Lords. Traducción de Kena Nequiz

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