Esa Cataluña de los ciudadanos que se ha hecho oír

Por Victoria Prego (EL MUNDO, 02/11/06):

Ahora comenzará la carrera de las conversaciones para ver quien acaba conquistando a Carod y Puigcercós para formar Gobierno y enseguida entraremos a examinar los mensajes recibidos por cada partido. Pero la gran novedad, lo realmente epatante de estas elecciones, es la entrada en el Parlamento de un partido novísimo, recién nacido, que no ha recibido la más mínima atención por parte de los medios de comunicación públicos de Cataluña y que, a pesar de todo, ha logrado una respuesta clarísima por parte de la ciudadanía. Cierto que los votos que les han catapultado a la vida política catalana proceden de la provincia de Barcelona, pero son casi 90.000 los electores que han escuchado un mensaje que casi, casi, era imposible oír porque no había un solo altavoz que lo transmitiera. Y mucho menos que lo respaldara. Y, en esas condiciones, 90.000 resultan ser muchos ciudadanos de entre los dos millones y medio que acudieron ayer a votar. El silencio que en esta campaña se ha hecho sobre el candidato Rivera ha sido uno de esos fenómenos que será obligado estudiar en los próximos tiempos. Como será obligado estudiar el surgimiento de un movimiento ciudadano de rebeldía de una envergadura tal que incluso ha entrado en el discurso político de un líder como José Montilla a la hora de reconocer su fracaso electoral frente a CiU, a la que, de todos modos, va a disputar el futuro Gobierno.

La sorpresa recibida entre los partidos, entre los medios y entre los analistas catalanes a propósito del éxito de Ciudadanos, tan significativo, solo puede tener que ver con un fenómeno de ceguera deliberada y con la decisión política de las dos grandes formaciones, CiU y PSC, de ignorar los sentimientos y las necesidades de esa Cataluña real de la que tanto gustan hablar los líderes cuando están en campaña. Ahora resulta y se comprueba que esa Cataluña real se compone también de unos sujetos a los que hasta el día de mañana nadie había hecho el menor caso pero a los que a partir de hoy no tendrán más remedio que escuchar. Porque los votos se lo mandan.

Con la aparición de este dato insólito, ignorado por casi todos hasta que ha resultado inevitable, se abre un escenario nuevo en Cataluña. Después de lo ocurrido, ya nadie duda, por ejemplo, que volveremos a oír hablar castellano en la Cámara y que ya no será posible que los diputados nacionalistas se levanten de sus escaños y repitan aquella vieja e insistente represalia contra los castellano hablantes, que ha acabado por imponer el monolingüismo beligerante en la sede de la soberanía popular.

Este no es más que un apunte, pero un apunte que va a tener un muy amplio y variado desarrollo si los nuevos tres diputados cumplen con lo que han anunciado estas últimas semanas a los pocos, poquísimos, que les han podido y querido escuchar. Ya resultó llamativo y de abierto impacto, escuchar ayer noche a Albert Rivera hablar en castellano a la hora de celebrar su victoria. Porque sucede que eso, en Cataluña, se ha acabado convirtiendo en un gesto revolucionario cuando los partidos no están en campaña. Su discurso apuntó además en la dirección prevista y empezó a levantar ampollas desde el minuto uno. Es evidente que muy difícil lo van a tener estos señores porque la inercia política instalada aquí es grande, ha llegado a calar muy hondo y ellos no encajan en el panorama parlamentario asentado hasta ahora con tanta conformidad. Son unos sujetos molestos, digámoslo crudamente, para los líderes políticos, para los líderes mediáticos y para una parte muy importante de la población.

Pero ahí están, contra todo pronóstico. Y no cabe duda de que lo que hay detrás de los tres escaños de Ciudadanos es sencillamente la clara y rotunda protesta ciudadana por la manera en que, uno detrás de otro, los gobiernos catalanes han gestionado el asunto de la identidad, el del uso de la lengua, el del modo en que se ha condicionado la enseñanza en Cataluña, el famoso oasis lleno de oscuridades tapadas con la bandera y tantas otras cosas. Una protesta que está también detrás de la altísima abstención registrada y que no cabe sino interpretar en el mismo sentido. Los electores se han abstenido de ir a votar. El 43,3% ha negado su voto a los partidos y ese es un elemento que de ninguna manera podrán ignorar los líderes que a partir de hoy se disponen a negociar los pactos posibles para hacerse con el poder. No es posible seguir pretendiendo que se habla de Cataluña cuando se está hablando de partido ni será posible pretender que se defiende a toda Cataluña cuando lo que se defiende es una manera de interpretar Cataluña y cuando se intenta embutir en el diseño político de una ideología determinada una realidad que no encaja en unos esquemas monocordes que son presentados como plurales y como genuinos. La abstención ha sido un dato político de relevancia indiscutible y ya no será posible ignorarlo.

Por lo demás, el panorama que se dibuja ahora es realmente complicado pero muy abierto. Los nacionalistas de CiU ha ganado sin ninguna duda las elecciones y le sacan 11 escaños al PSC. Y, después de escuchar a Artur Mas ayer noche, que de ninguna manera hizo un discurso propio de cierre electoral sino mucho más profundo y con perspectiva más larga. Quiere eso decir que las apuestas van a ser duras y que van a alcanzar dimensiones nacionales desde el primer instante. Mas va a jugar a todas las cartas y las va a jugar con el presidente del Gobierno. Muchas cosas están en juego en nuestro país, país España quiero decir, y todas esas cosas, negociación con ETA incluida, no las puede llevar a cabo José Luis Rodríguez Zapatero sin el apoyo del Partido Popular de entrada y, encima, sin el apoyo del nacionalismo moderado catalán. Cara va a vender su piel el señor Mas. Muy cara. Va a luchar hasta la extenuación por convertir su victoria en poder real. En Cataluña y en España entera, lo cual significa que no hay que descartar un posible acuerdo entre los dos grandes partidos, aunque ahora mismo ese sea un asunto que esté muy lejos de vislumbrarse.

A Montilla le han sacudido duro los suyos: la abstención en los pueblos tradicionalmente votantes del PSC ha alcanzado niveles superiores a la media, y esa es una forma manifiesta de protestar. Pero esa paliza le es también adjudicable a Zapatero, el hombre que se ha implicado personalísimamente en esta operación, en esta maniobra y en estos mensajes. El efecto Zapatero, en el que él mismo ha creído ciegamente, no ha funcionado. Es más, ha sido un fracaso estrepitoso. Son un cuarto de millón los votos que Montilla ha perdido y una primera ojeada rápida por los resultados electorales en las zonas de los alrededores de la capital, de apoyo socialista mayoritario, permite adelantar que una parte importantísima de esos votos han ido a parar al cesto de los Ciudadanos de Cataluña. Estaríamos entonces, ante la reacción de unos ciudadanos que se han sentido políticamente traicionados y se han hartado de callar.

Montilla y sus capitanes tendrán que calibrar ahora si, intentando como van a intentar reeditar el tripartito, van a poder seguir jugueteando con los mensajes del nacionalismo radical de ERC que es el partido clave que les permitiría, caso de un acuerdo, que su líder acabe jurando el cargo de presidente de la Generalitat. Y en esto deberán tener muy clara cual es su aportación a la gobernación de España en términos de gran política. Porque ERC ha perdido dos escaños, que es muy poco para lo que se anunciaba después de lo que se ha vivido en los últimos tres años. Y eso quiere decir que de ninguna manera va a arrugarse y que va a querer, y que va a poder, condicionar la acción del nuevo Gobierno en el que, salvo una opción de pacto PSC-CiU, va con toda seguridad a estar.

Por lo que se refiere a la izquierda comunista y ecologista, su éxito es indiscutible. La gente de Saura ha adquirido fuerza porque ha subido nada menos que un 30% , lo cual le dejaría en condiciones de influir con más firmeza en el seno de ese hipotético Gobierno tripartito que se pudiera formar. Pero es evidente que ICV puede quedarse compuesto y sin novia si al final la balanza se inclina del lado de los convergentes que, ya lo hemos dicho, van a dejarse el alma y la vida en el intento de gobernar.

Por lo que se refiere al PP, al que sus adversarios han pretendido expulsar literalmente de la vida política catalana ya que no podrían hacerlo de la española, han aguantado el tirón con fortaleza inaudita. Después del feroz banco de pruebas en que se ha convertido su oposición a la aprobación del Estatuto, las previsiones oficiosas eran que su ruina política estaba cantada porque pasarían a ser una fuerza residual y patética en el Parlamento. De eso nada. Después de todo lo que ha llovido, el PP pierde un escaño y sigue siendo la cuarta fuerza política en el Parlamento. Y este dato, sumado al fenómeno de Ciudadanos y al elemento importantísimo de la abstención nos habla de una Cataluña distinta, insobornablemente resistente a la doctrina oficial, dispuesta a no someterse al mensaje dominante.

Gobierne quien gobierne en la legislatura que se abre ahora, el partido que se alce con el poder esta vez ya no podrá seguir haciendo como que esa Cataluña no existe. Existe e insiste en hacerse oír.