Escapar del círculo de violencia en Medio Oriente

El mundo árabe y sus vecinos están atrapados en un círculo de violencia. Los conflictos en Libia, Siria, Yemen e Irak, aunado a las depredaciones de grupos como el estado islámico, están destruyendo las relaciones económicas necesarias para asegurar la estabilidad política de largo plazo. De hecho, con el rediseño de las fronteras económicas de la región, la última ola de violencia ha propiciado una verdadera sacudida comercial, cuyas dimensiones y significado reales han pasado casi desapercibidos.

Incluso cuando la proliferación de grupos armados hace las fronteras más permeables al conflicto, con todo se están acorazando contra el comercio. Las consecuencias se sienten más  en el Levante, donde el transporte mejorado y las reformas comerciales habían fortalecido las relaciones económicas entre Irak, Jordania, Líbano y Siria.

El comercio entre estos países ha sido mayor, en promedio, que el de sus pares árabes. Sin embargo, ha caído a medida que la violencia ha crecido. El cierre de fronteras de Siria, en particular, ha impedido el comercio en la región, debido a que la ruta clave que conecta con el Levante, los Estados del Golfo y Turquía fue desactivada. Entre los afectados están los productores de manzana de Líbano, que viven de las exportaciones. Desde 2011, Líbano ha perdido casi todos sus mercados de exportación en Jordania, Irak y el Golfo Pérsico.

Con el cierre de la última frontera de Jordania que conectaba con Siria, Jordania enfrenta un destino similar. Irak y Siria eran mercados clave para las exportaciones de Jordania, y el cierre de fronteras ha causado daños económicos a sus agricultores y fabricantes. Las granjas en Jordania septentrional, que están desconectadas efectivamente de Siria, ya no pueden vender lo que producen.

Las crecientes relaciones comerciales de Turquía con el Levante y la Península Árabe también se han visto afectadas. Hace cinco años, las ciudades de la frontera norte de Siria estaban cosechando los dividendos de la economía turca que prosperaba rápidamente. Ahora, están prácticamente cerrados. Las importaciones turcas procedentes de Siria han caído alrededor de 74% desde 2010.

La región necesita desesperadamente de nuevas oportunidades de comercio para abordar el problema del desempleo, pero en cambio lo que ocurre es una diversión del comercio. Las exportaciones turcas han estado evitando las zonas de conflicto mediante rutas alternativas, que deben recurrir al Canal de Suez. Un estudio reciente del Banco Mundial estima que la gran región de Levante ha perdido casi 35 mil millones de dólares en los primeros tres años de la guerra civil de Siria.

Las consecuencias para la economía política de la región son profundas. El mucho o poco apoyo del público al comercio regional que haya existido se ha marginalizado por el conflicto. Por ejemplo, el cierre de la última frontera de cruce entre Siria y Jordania significa que la región de libre comercio que florecía a lo largo de la frontera se está desintegrando. Los depósitos y fábricas –inversiones que representan millones de dólares– se están desmantelando, y las comunidades aledañas enfrentan el fantasma del desempleo masivo y un rápido deterioro económico.

Esto supone un dilema fundamental para los responsables del diseño de políticas. A medida que el conflicto destruye las relaciones locales económicas y desentraña cadenas de suministro bien establecidas, al mismo tiempo está demoliendo las bases sobre las que se puede construir un orden social próspero y pacífico. Como señaló el galardonado con el Premio Nobel, el economista, Douglass North, la resolución de largo plazo de un conflicto a menudo necesita de relaciones duraderas económicas, que se cultivan mejor mediante la especialización y el comercio. Es fácil entender esta dinámica: cuando se intensifica el costo del conflicto violento, las relaciones económicas densas y las múltiples relaciones de intercambio se traducen en  incentivos poderosos a los actores para preferir soluciones pacíficas.

Por consiguiente, un nuevo orden económico será necesario para crear y sostener un nuevo orden político en la región. Un panorama de dicha naturaleza podría parecer un sueño inalcanzable ahora, dados los múltiples conflictos de la región. Sin embargo, la lógica inexorable de supervivencia está empujando a muchos en la región a elegir el camino de la cooperación con sus vecinos en temas como el agua, la energía y el comercio.

En Kurdistán, por ejemplo, las autoridades están haciendo a un lado las diferencias políticas, ideológicas e históricas para colaborar con el gobierno central de Irak, Irán y Turquía. De igual manera, los meros intereses económicos han obligado al gobierno de Sudán del Sur a cooperar con Sudán, del que se independizó, tras una brutal guerra civil en 2011.

En el Medio Oriente turbulento de ahora, la cooperación económica ya no es cuestión de elección sino una necesidad. La reconocida relación entre cooperación económica y estabilidad política será crucial para trazar un camino que ayude a salir del atolladero actual. Ignorarlo es la receta de la violencia y fragmentación continuas.

Adeel Malik is Globe Fellow in the Economies of Muslim Societies at Oxford University.
Bassem Awadallah, a former finance minister of Jordan, is CEO of Tomoh Advisory.
Traducción de Kena Nequiz

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