Escocia decide sobre el Reino Unido

El primer ministro británico, David Cameron, viajó ayer hasta Edimburgo para firmar los detalles de una consulta sobre la independencia de Escocia. Entre otras cosas, él y el ministro principal de Escocia, Alex Salmond, han acordado que todos los escoceses mayores de 16 años tendrán derecho, en el 2014, a decidir el futuro de su país y del Reino Unido.

El viaje coincide con las reivindicaciones del presidente de la Generalitat, Artur Mas, en torno a una consulta sobre el futuro de Catalunya, aunque las situaciones de los dos países no son iguales. La disposición del Gobierno británico a aceptar la consulta muestra la autoconfianza de los ingleses en su propia identidad nacional. Esta es una cuestión que ha quedado bien constatada en los sondeos. Muchos ingleses se han pronunciado a favor de la independencia de Escocia (y muchos de los escoceses, en contra de ella). El propio Cameron es de familia escocesa («¡Vienen los Camerons!» es una famosa canción de guerra de Escocia), lo que en definitiva también pone de manifiesto las divisiones entre los propios escoceses.

Tal autoconfianza no existe en el Estado español, un territorio en el que, para mucha gente, España es inconcebible sin Catalunya o sin el País Vasco.

Pero tampoco está claro que la independencia sea el verdadero objetivo de los nacionalistas escoceses. Al principio, querían incluir dos opciones en la consulta popular -independencia o más autonomía-, pero esa fórmula fue rechazada por el Gobierno británico de Cameron. Los nacionalistas saben que en el entorno actual hay pocas posibilidades de un voto a favor de la independencia. Los votantes escoceses temen la incertidumbre económica, sobre todo en el marco de la crisis en que se encuentran, como el resto de los países de Europa.

Además, no está claro qué significa la independencia. De hecho, cabría preguntarse si Escocia quiere tener su propio Ejército o su propio cuerpo diplomático. Irónicamente, una buena parte de las Fuerzas Armadas y del cuerpo diplomático británicos ya son escoceses, y lo son en porcentaje desproporcionado respecto a su peso en la población global del Reino Unido.

Tampoco está claro qué estatus tendría en la Union Europea una futura Escocia independiente. Escocia ha sido tradicionalmente más proeuropea que Inglaterra, con una mayoría sólida a favor de adoptar el euro como moneda. Pero, ¿los nacionalistas escoceses quieren abandonar en momentos tan críticos como estos la libra esterlina para sustuirla por un euro de futuro tan incierto?

Se mantiene la sospecha de que al fin y al postre esta consulta no es más que una táctica para conseguir más poderes para el Gobierno escocés, sobre todo en lo que se refiere a competencias fiscales.

El futuro económico y el significado de la independencia de Escocia en términos de defensa y de política exterior son las grandes cuestiones del debate político de estos momentos. Pero, poco a poco, también entra en el escenario de la polémica la posibilidad de una reestructuración constitucional más radical, que afectaría al resto del Reino Unido. Una propuesta que goza de bastante apoyo por parte de la derecha del Partido Conservador y de los euroescépticos es la posibilidad de crear un Parlamento inglés. Es decir, los ingleses también declararían su independencia, abriendo la puerta a una Gran Bretaña federal.

Sin embargo, lo que pase al otro lado del Mar del Norte es lo que realmente podría decidir la consulta del 2014. La gran incógnita ahora, lo que podría ser decisivo, es el entorno europeo en que se llevará a cabo el referendo. Está claro que la arquitectura europea diseñada por el Tratado de Lisboa ya ha caducado. Lo que no está tan claro es adónde nos va a conducir la resolución de la crisis del euro. Si la moneda única europea se salva gracias a una mayor integración (por medio de la unión fiscal y la económica) de la zona euro, no solo se va a crear una Europa de dos velocidades, sino que también se dejará en el noroeste del continente a un grupo de países en gran parte euroescépticos.

¿Cómo van a reaccionar los votantes escoceses si estos países, entre los que se incluiría Gran Bretaña, empiezan formando su propio grupo? ¿Es creíble que los escoceses vayan a votar por la independencia si la fragmentación del euro provoca la anarquía europea? La verdad es que las decisiones tomadas sobre Europa en Berlín y París podrían impactar más en la consulta escocesa que las conversaciones entre David Cameron y Alex Salmond.

Shaun Riordan, profesor del Instituto de Relaciones Internacionales Holandés de Clingendael.

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