Escocia y Cataluña: ¿vidas paralelas?

El problema de nuestro sistema constitucional no es que exista un rey que no puede nombrar al ejecutivo, que no puede dictar leyes porque las fuentes del derecho son el Congreso, el Senado y el Gobierno, y que además no tiene capacidad para expresar sus afinidades políticas, sino solo hablar políticamente en el ámbito estrictamente institucional. El problema ante el que nos enfrentamos es una crisis de credibilidad del sistema político que tiene su origen en muchos años de corrupción, pero también en el abandono de dos ideas sin las que un país no puede funcionar: la fidelidad y el respeto a la verdad.

En política no todo debería valer, pero parece que sí vale, y los políticos piensan que sumando dos medias verdades tienen una verdad, cuando lo que en realidad tienen son dos mentiras. De la misma manera que la verdad se trocea, en el mundo político vemos constantemente como se cae en la tentación de hacer siempre comparaciones entre el pasado y el presente y entre un país y otro. En un momento de inspiración el difunto Xabier Arzalluz llegó a comparar el conflicto entre Euskadi y España con el conflicto entre los hutus y los tutsis, mientras unos mataban a los otros a machetazos.

No hace falta irse al corazón de África porque el pasado siempre se puede tomar como referente. Por ejemplo, si se quiere comparar a Felipe VI con Felipe V, o bien porque es mucho más cómodo equiparar países cuyas historias solo tienen paralelos superficiales. En vísperas de un Brexit que parece será pactado y con Escocia volviendo a pedir un nuevo referéndum de independencia, conviene hacer un balance de las vidas paralelas catalana y escocesa, que se quieren sacar a la luz día sí y día también.

Escocia, un país que se formó a partir de pueblos de lengua celta, de pueblos de lengua germánica y de pueblos de otras lenguas, fue un reino independiente durante la Edad Media y tras muchos vaivenes solo se integró definitivamente en Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Escocia e Inglaterra tuvieron sendas monarquías. Los reyes de ambas fueron coronados después de que sus súbditos, nobles y eclesiásticos, les prestasen un juramento de fidelidad antes de ser ungidos por un obispo. A partir del siglo XVI, Inglaterra pasó a ser un reino con una religión propia, la anglicana, y cuya cabeza es Elizabeth II, hecho que solo tiene paralelo en el mundo islámico. En Escocia también surgió una iglesia propia con John Knox tras la reforma protestante. La iglesia escocesa nunca se sometió a la iglesia inglesa porque esas iglesias son el símbolo de la identidad de los reinos. En la historia de España la única religión dominante ha sido siempre la católica, base de una cultura común, pues el islam y el judaísmo fueron barridos del mapa a partir del siglo XVI. Los judíos nunca tuvieron poder político y el musulmán se acabó con las Capitulaciones de Santa Fe firmadas en Granada en 1492.

Es muy curioso comprobar que, tras la integración de Escocia en la Corona inglesa, los regimientos escoceses pasaron a ser durante numerosas guerras los más fieles a la Corona británica. También lo es confirmar que en la propuesta de referéndum de independencia el ejército escocés seguiría integrado en el ejército inglés y en la OTAN. Escocia tiene actualmente una moneda propia para su circulación interior, la libra escocesa. La mayor parte de sus leyes son diferentes a las inglesas y además posee un recurso económico fundamental como es el petróleo, unido a sus recursos pesqueros y a su capacidad industrial.

La primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, acaba de pedir un nuevo referéndum de independencia para el año 2020. Si la independencia resultase vencedora, Escocia, a pesar de ser otro país, seguiría reconociendo a la monarquía británica e integrada en el ejército inglés. Una de las razones que llevan a los escoceses a intentar de nuevo este referéndum es que el Brexit puede poner en peligro las relaciones comerciales entre Escocia y Europa, en cuyo comercio hay productos tan importantes como el whisky y el salmón. Es precisamente el nacionalismo inglés el que está activando como reacción de defensa al nacionalismo escocés. Por supuesto, no hay ningún paralelo similar en las relaciones entre España y Cataluña. La DUI estableció un servicio militar obligatorio, pero Puigdemont y Junqueras tenían opiniones muy diferentes acerca del futuro ejército catalán, ya que también barajaron la opción de alquilar un ejército cuando les hiciera falta o pedir que la OTAN los defendiese gratis.

Pero es que hay además una diferencia básica. Ni Inglaterra ni Escocia tienen constitución. Sus leyes derivan de lo que se conoce como Common Law, es decir, una jurisprudencia que nace de la sistematización de las sentencias y no de la redacción de los grandes códigos. En esa tradición jurídica es fundamental la idea de pacto y acuerdo, y por eso ambas partes saben que cualquier referéndum tendría que ser consensuado, quedando muy claras cuáles serían las consecuencias de una posible independencia. Tendría que llevarse a cabo estrictamente de acuerdo con la ley y no a las bravas.

Los ingleses y los escoceses están muy orgullosos de su tradición parlamentaria, ahora un poco de capa caída vistos los bochornosos espectáculos que da el Parlamento inglés. Los dos pueblos consideran que en sus países siempre ha habido una idea pactista de la política y que el poder real sirve como amparo de los derechos de todos los colectivos sociales, como quedó reflejado en la Magna Carta, un texto medieval mitificado en parte como origen del parlamentarismo moderno. En España también ha habido una tradición parlamentaria, y de hecho se ha reconocido en Europa que las Cortes de León serían el precedente más fiel de lo que hoy son los parlamentos europeos porque integran a todos los órdenes sociales. En España, desde el Liber Iudiciorum visigodo y su posterior sistematización con las Partidas de Alfonso X el Sabio, los reyes aparecen como baluartes y garantía de los derechos del individuo y como los únicos garantes de que pueda existir una sociedad plural, e incluso plurinacional.

Hay muchas cosas que nos diferencian a Cataluña y a España de Escocia e Inglaterra. Las más importantes son que mientras en Escocia e Inglaterra no se ha renunciado a respetar la fidelidad y el valor de la verdad, en nuestro país parece que se quieren saldar en las rebajas.

Bruno Padín es historiador.

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