Escribir y publicar

Escribir siempre fue ardua tarea de escaso reconocimiento. No es raro que un libro, sea ficción o ensayo, suponga dos años de trabajo solitario que va desde el encuentro del tema, la temporalidad en la que se sitúe, la documentación histórica y geográfica, la estructura de la obra… Si se trata de ficción, el proceso es todavía más complejo: la construcción de los personajes, la urdimbre de la historia, darle la voz a un narrador o decidir que de ello se encargue un personaje en primera persona, o incluso varios si uno quiere complicarse la vida. Luego vendrán las relecturas, verificaciones, revisiones, supresiones, descartes, correcciones ortográficas, de puntuación, de estilo, etc. que suponen la mitad de la tarea de escribir, si no más, hasta que el texto quede limpio y su lectura resulte agradable al lector, destinatario último de todos los desvelos del autor. Finalizada la tarea, el autor se dispondrá a buscar editor quien, de aceptarla, va a encargarse de pulir la obra, editarla y hacerla llegar a los lectores a través de las librerías y demás canales de distribución. Que lo logre o no, dependerá en gran medida de la reputación y celebridad del autor, de las recomendaciones de los buenos libreros, y de las reseñas y comentarios que le depare la crítica en la que periódicos, revistas y programas televisivos sobre literatura –rara especie en extinción– han venido desempeñando la útil y responsable tarea de prescriptores. Pero es solo al producirse ese mágico encuentro entre el libro y el lector cuando la obra adquiere la vida propia que cada lector se encargará de recrear conforme a su propia imaginación. A partir de ese momento, juega el fenómeno del «boca a oreja». La vida del escritor nunca fue fácil pero sí vocacional. Ese largo proceso siempre fue así aunque ahora cada vez lo va siendo menos porque, en los tiempos que vivimos, las cosas van cambiando a velocidad supersónica.

Escribir y publicarLa irrupción de la tecnología digital con sus múltiples posibilidades, sus pros y sus contras, ha venido a cambiar el escenario descrito que hoy parece casi idílico desde la perspectiva del autor, a no ser que sea ya una firma consagrada, un famoso presentador de televisión, un político dispuesto a descargar morbo, o un oportunista pegado a la actualidad política o económica. Paralelamente, los editores de toda la vida, sacudidos por los estragos de la piratería digital y por la pertinaz crisis, están viviendo su peor época desde la transición. Falto de liderazgo, el sector es consciente de que los tiempos han cambiado pero las editoriales no saben cómo reinventarse. Huyen del riesgo, reducen su inversión al fuerte ritmo de caída de las ventas, y han decidido refugiarse en lo seguro. Las librerías acogen ya los ebooks con normalidad aunque con escaso entusiasmo, dada su mínúscula rentabilidad a causa de los bajos precios que los autores fijan con la esperanza de que su obra en ePub logre destacar entre tantas otras. Ya dijimos que escribir es una vocación…

Pero ¿de dónde infiernos salen tantos ebooks? ¿de dónde surge tan ingente producción libresca en crecimiento exponencial? Son varias las fuentes: las propias editoriales convencionales publican cada obra en papel y en ePub; la autoedición por parte de autores noveles y no tan noveles, autores «indie» que en Estados Unidos ya representaron en 2014 el 75% del total de títulos publicados en ese país; y las plataformas digitales de servicios editoriales que proliferan combinando el diseño y la producción del objeto digital en todos los formatos, con la edición en papel en POD, o impresión bajo demanda, cuya calidad es ya más que aceptable. En realidad, estas plataformas desempeñan parte de las tareas de editor, si bien orientando el proceso de producción en sentido inverso. Mientras estos editores de nuevo cuño sueñan con ser reconocidos como editores de pleno derecho, los de toda la vida empiezan a observar con interés este fenómeno que minimiza la inversión y evita las ineficiencias del sistema tradicional de edición y difusión del libro (tiradas desproporcionadas, gestión de las devoluciones, gastos de transporte, destrucción de invendidos, etc). Como tantas otras innovaciones tecnológicas, este nuevo fenómeno viene de los Estados Unidos desde donde Amazon, que empezó como librero mundial, ha decidido no hace mucho vestirse de editor global a través de su famoso programa Kindle Unlimited cuya política de precios superreducidos, fijados por la empresa en función del número de descargas, tanto ha irritado a los editores europeos dando lugar a un famoso litigio con la editorial francesa Hachette, recientemente solucionado mediante un acuerdo, por cierto, bastante ambiguo.

En mi opinión, los editores del futuro tenderán a fusionar lo mejor de ambos modelos –el tradicional y el digital– dando lugar al nuevo paisaje editorial que caracterizará al siglo XXI. Los síntomas ya están ahí y esa hibridación no tardará mucho en producirse. Cierto es que las tecnologías han puesto al alcance de todo tipo de usuarios a nivel global contenidos de todo género a los que antes no tenían acceso. Esperemos que también despierten muchas nuevas vocaciones lectoras porque, de otro modo, pronto habrá en el mundo más autores que lectores, más voces que hablan y menos oídos que escuchan.

No menos curiosa es la evolución de los prescriptores literarios. Aunque los medios continúan realizando esta labor, complementada por innumerables blogueros, los lectores jóvenes se guían últimamente por los llamados youtubers, otros jóvenes como ellos que, mediante videos caseros, comentan en YouTube su experiencia de lectores de uno o varios libros. El número de sus seguidores crece como la espuma, pero como verán si me siguen hasta el final, tampoco van a ser los únicos. A comienzos de año, inspirado en el Oprah Book Club, club de lectura que la célebre presentadora de televisión Oprah Winfrey lleva manteniendo con éxito desde hace mucho tiempo en los Estados Unidos, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook declaró hace solo unos días que 2015 sería el año del libro, anunciando la creación de un club de lectura – A Year of Books– comprometiéndose a leer dos libros al mes durante todo el año, e invitando a sus treinta y un millones de seguidores de Facebook a leerlos también, y a participar con él en el debate que seguirá a la lectura de cada libro. El primer título elegido ha sido «El fin del poder» de Moisés Naim, por suerte un excelente ensayo que, con o sin Zuckerberg vale la pena leer. Inmediatamente se agotó en Amazon. La pregunta es quién decidirá cuáles son los veinticuatro títulos ganadores del Gordo de esta lotería porque ya estamos hablando de prescriptores universales que ejercerán a nivel global una imparable influencia sobre nuestras lecturas y compras de libros modelando así nuestras preferencias a imagen de sus gustos. ¿Qué lenguas serán privilegiadas sobre las demás? ¿Animará esta experiencia a leer más en todo el mundo? ¿Acabará con la bibliodiversidad? ¿Hará escuela esta nueva moda en otros países? Y en España ¿quién será el famoso o famosa que tome el relevo? Vayan pensando… En fin, ya les dije que en esto de leer y escribir, el presente ya es mañana…

Milagros del Corral, escritora y asesora de organismos internacionales.

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